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Enero 24, 2007
Nefasto, las justificaciones y el camaleón orgánico
Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press
LA HABANA, Cuba - Enero (www.cubanet.org) - La cátedra de "justificaciones",
donde se cursan estudios superiores en fintas, esquives y teoría
y práctica de la vaselina social, entre otras asignaturas, graduó
en el año 2006 a miles de camaleones orgánicos en la especialidad
de gente-camuflaje.
De acuerdo con la teoría del señor José Alejandro
Rodríguez, quien lleva muchos años cursando un Doctorado
en Psicología de la Justificación, la especialidad resulta
un verdadero tratado de las diversas técnicas -sutiles o burdas-
para defenderse como gato boca arriba y no rozar la cruenta sinceridad.
Aventajados en el manejo que hacen de las categorías políticas,
y en esgrimir positivos valores sociales en su propósito de salvar
la imagen institucional, los camaleónicos alumnos se caracterizan
por rechazar al máximo cualquier señalamiento crítico
que se les realice por no solucionar las demandas de la población.
Estos especimenes de gente-camuflaje, con maestrías en provocar
tormentos, constituyen la cara, las manos y los pies -de barro- de la
justicia social en nuestro país.
Emparentados con los lagartos verdes, que trepan con ligereza a los árboles,
esta especie lo hace subiéndose a un buró cada vez más
alto, hasta llegar a la dirección del organismo empresarial.
Y a diferencia de su semejante animal, que "se alimenta de insectos
que caza con su lengua, larga y pegajosa, y posee la facultad de cambiar
de color según las condiciones ambientales", el camaleón
orgánico se nutre de las quejas y desgracias de miles de ciudadanos,
mostrando habilidad para cambiar de actitud y conducta, adaptándose
a cada paso a la más ventajosa.
Pero si analizamos en profundidad sus argumentos para no resolver nada,
o casi nada, que para el caso es lo mismo, estaremos de acuerdo con sus
justificaciones.
Observemos algunos ejemplos:
¿Cómo garantizar el agua fría en los centros hospitalarios,
estudiantiles, deportivos y unidades de servicio de nuestro país
si conocemos que los polos se están descongelando y mañana
puede que no haya hielo?
¿En qué cabeza cabe suministrar materiales de construcción
a una persona que sólo lleva 48 años de triunfante espera,
si aún los palestinos no tienen dónde vivir, la Muralla
China puede necesitar esos bloques y los turcos pueden sufrir un terremoto?
¿Es justo garantizar de forma subsidiada el uniforme y el calzado
de los trabajadores y escolares cuando miles de zulúes andan en
taparrabos?
¿Alguien puede calificar de ético que pudiéramos
disfrutar de nuestro derecho a viajar, expresarnos libremente, exigir
y obtener respuestas a nuestras necesidades básicas, cuando los
ciudadanos de Myanmar y Corea del Norte tampoco gozan de esos privilegios?
¡Y ni hablar que aceptemos en la capital a ciudadanos de otras provincias
del país si en los Estados Unidos y Europa levantan muros y cercas
para contener a los desesperados de siempre!
Además, también la gente-camuflaje tiene madre, milita en
el partido, posee diplomas por su desempeño laboral, medallas por
misiones internacionalistas, ocupan cargos en organizaciones de masas
y tuvieron tan siquiera un tío que participó en la revolución
del 60 y el asalto al cuartel Moncada.
Por eso es que me duele y no me sumo de forma absoluta al criterio del
justificólogo cuando se pregunta: ¿Qué hace tanta
consigna diaria huérfana de gestión? ¿Cómo
dirigir sin rendir cuentas, sin pegar el oído al lamento concreto,
ni ver, ni escuchar ni responder al problema de cada cubano, que debe
ser el de todos?
Y mucho menos puedo estar de acuerdo con su interrogante subversiva: ¿Por
qué someter al óxido los engranajes de la democracia socialista?
En el año 2006 sólo se recibieron 5 mil 146 cartas de denuncias
ante miles de atropellos a la ciudadanía, y un elevado 44 por ciento
recibió respuestas de los camaleones orgánicos -aunque no
soluciones-, lo que es una buena señal de que los crecientes reclamos
de la población cubana contarán en 2997 con el apoyo y la
sensibilidad de la gente-camuflaje en su coherente desvarío.
Eso se lo aseguro yo, Nefasto "El camaleón".
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