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Diciembre 19,
2006
Nefasto, los polvos y las sendas
Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press
LA HABANA, Cuba - Diciembre (www.cubanet.org) - "Cerrar podrá
mis ojos una cruel polvareda", fue la frase poética premonitoria
que legó a su comunidad el bardo constructor Francisco ¿qué
vedo? antes de morir asfixiado por el polvo.
Pero lo hermoso de esta historia "contada por las casas" y por
quienes las habitan en el poblado de Gaspar, allá en Ciego de Avila,
está en que, pese a su desenlace fatal por quedar hecha polvo la
senda que conduce al infierno, no han perdido la fe en que van a ser rescatados
de esa "luz polvorienta" que los hace confundir a un vecino
con un buey.
Según cuenta que cuenta sin recibir respuestas una bien empolvada
gaspareña al Poder Popular, el Partido, los periódicos y
las emisoras radiales de Ciego de Avila, la polvareda comenzó cuando,
dejando a un lado el criterio de los vecinos de la localidad, un grupo
de expertos en separaciones, chapucerías, despilfarros y otras
especialidades constructivas, decidió asfaltar un kilómetro
y medio de camino para cumplir el plan de una obra de choque.
Y aunque el compromiso exigía lo mismo pintarle rayas como si fueran
cebras a los chanchos de un plan porcino, colgar guirnaldas en las matas
de cocos, correr en sacos a través de los baches del terraplén
de la comunidad, o decir yes en una reunión para que los yanquis
sepan que estamos autorizados a expresarnos en inglés (como dice
el coro de los Van Van), decidieron asfaltar la senda e incluir un separador
de vías con una excelente colección de amapolas y ficus.
¡Ni Nabocodunosor II pudo construir en Babilonia un jardín
para su esposa Amitys como el levantado en una senda polvorienta para
los habitantes de Gaspar!
Fíjense si es así, que sólo en macetas, alquiler
del carretón tirado por caballos, tierra de El Edén (barrio
marginal de la comunidad El sopapo), y abono traído de Teguolgalpa,
allí en Honduras, el conjunto costó 50 mil pesos cubanos,
equivalentes a cerca de 2 mil dólares en el territorio nacional.
Pero, a pesar del genial diseño de los especialistas, a la entrega
de los constructores y al cumplimiento en tiempo de la obra de choque,
transcurridos tres meses los polvos se adueñaron de las sendas,
y los vecinos viven a puertas cerradas y a pulmón abierto a los
padecimientos respiratorias y alérgicos con peligros para la vida.
Este criterio de la vecindad, sumado a la opinión de una gaspareña:
"Y para colmo ya no existen ni amapolas ni ficus. Todos fueron arrancados
o chapeados por Servicios Comunales", es una muestra de la libertad
de expresar el último deseo antes de sucumbir ahogados por el polvo.
Su reclamo no caerá en saco roto, no importa la innegable realidad.
Más allá del empolvado pesimismo reflejado en los versos
testimoniales del bardo (constructor Francisco de ¿qué vedo?),
cuando expresó: Ayer se fue, mañana no ha llegado. / Hoy
está polvoriento sin parar un minuto. / Soy un fue y un seré:
¡un empolvado!
Así que no se desesperen, anímense, resistan por cinco años
más el exceso de polvos y la ausencia de sendas, pues según
mi autorizada opinión, nadie muere de tos en esta isla.
Porque como aseguro yo, Nefasto "El polvoriento", "polvo
serán, mas polvo enamorado".
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