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Julio 20, 2006

Nefasto y sus dos abuelos (II y final)

Víctor Manuel Domínguez, Lux Info Press

LA HABANA, Cuba - Julio (www.cubanet.org) - Cuando me pregunto en versos: "Sombras que sólo yo veo. En realidad, ¿me escoltan mis dos abuelos?", no es que ponga en duda la presencia de un fantasma lucumí y otro canario junto a cada uno de los que acampan, viven y sueñan frente al consulado español.

Y mucho menos sobre su intención de protegerlos y encaminarlos por el buen camino del reencuentro de "dos almas que en el mundo había unido Dios".

La pregunta la hago porque duele la miopía y la incertidumbre mostrada por quienes no desean darse cuenta de que sólo lo hacen por reunificar la familia y reciprocar el gesto que tuvieron los españoles de repoblar la isla luego de acabar con los aborígenes cubanos, enviando a su tierra similar cantidad al número de colonizadores, soldados, emigrantes, jineteros sexuales, entre otras boinas que nos unen y nos separan.

Es duro sentir la mala intención, sufrir la tergiversada insistencia de nuestros detractores en señalar que "por el consulado español pasan cada día entre 800 y 1000 personas para legalizar documentos, casarse registrarse, conseguir un visado, una pensión asistencial o un pasaporte".

¿Es que acaso se descubaniza quien desea cambiar su apellido de ¡Urraaaa..!, por Bandera? ¿Se destiñe un Prieto por querer ser Blanco? ¿Alguna muchacha deja de ser cubana y Del Arroyo por casarse con un español y De la Vega?

Hay que ver con cuánto amor y escualidez se abrazan las dos culturas en la cola. Se arrullan y momifican.

Se precisa conocer de historia y de orishas para entender cómo el fantasma negro de un ancestro nigeriano se recuesta al hombro de la sombra de un ñampio español, llama por un celular, canta una jota, grita ¡rediez!, mientras el ibérico se come un cucurucho de maní, tararea la música de un bembé, y le dice: "¡Asereee!, si aquella mulata dice sí, mañana me la llevo".

Eso es transculturación, mezcladera de la limpia, como dijera Fernandino Ortiz en Contradanzas y Latigazos, y no deseos de los cubanos por emigrar, cambiar el peso por el euro, ni tampoco La Habana u Ongolozóngolo por Barcelona o Madrid.

Lo que pasa es que con el paso del tiempo y los cruces genéticos y políticos, Yelofe se convirtió en Rodríguez, Bakongo en Pérez, Banguila en Fernández, Kumbá en González y Kongué en Lobo; algo que tal vez les hace olvidar en tinta inmemorial "los abuelos nocturnos, con una marca negra, más negra todavía que la piel".

Pero lo más admirable de los cubanos aspirantes a españolizarse, blancos o negros, es que con sólo dos meses limpiando pisos en Madrid, al cuidado de viejos en Gerona, como matadores de bichos en los garbanzos de Valladolid, en funciones de músicos, bailaores; con títulos de marqueses del ñame-hierro, condesas de la yuca tiesa, o ejerciendo las difíciles pero codiciadas profesiones de fregadores de tablaos o enterradores de toros muertos, adquieren un acento castizo que ni el Lazarillo de Tormes podría imitar.

Es tanta la cultura, tan honda la preparación que obtuvieron en Cuba, y tanto el arraigo a nuestro país, a nuestra identidad, que cuando regresan después de sesenta días hay que buscar a cualquier peninsular que se hizo viejo tras el mostrador de una bodega en la Isla para que nos traduzca.

Pero qué lindo suena, aunque no entiendas nada, esos "jandá y dime Jozé, macho, ¿qué gillipolleces voz teneiz que no os acordaiz de mí? ¿Estáz chalao por alguna mozuela que has olvidao a tu Zezilia? ¡Joder!, chaval, que zólo han zio doz mezez. Dime voz si me quedo un año. Achúchame, anda, no zeaiz pezao, que zólo oz quiero a voz. ¡Anda, tontito, achúchame, achúchame duro, que no zoy de mierda!"

Y si es a la hora de comer hay que buscar no a uno, si no a tres gallegos, cuando dicen: "¡Joder, madre! ¿Qué diantrez ez ezto? ¿Cómo llamaíz a ezte plato? ¿Harina con maíz? ¿Y ezte demonio no lleva alcaparra, aceitunas? No. No. Dejaoz de moleztaroz y pazáme el otro. ¿Cómo deciz? ¿Chícharo con patica de puerco y picadillo de zoja? No, mamá, no, por favor. No son remilgos. Vestíte y vamoz a comer al zentro Gallego. Ezto ez una calamidá, ¡rediez!, vamonoz".

Esta destreza para adaptarse al proverbio español "Adonde fuereis haz lo que vieres" es una muestra de la disciplina, la facilidad para el aprendizaje y el alto nivel mierdático alcanzado por quienes se casan con españoles para fundir las dos culturas en una sola: Cuespaña o Espacuba.

Y demás está decir que las otras modalidades ajenas al interés del matrimonio, tales como las pensiones, las herencias o el pasaporte, corren la misma suerte de ayudar en su mala hora a los ibéricos, amén de no mostrarnos desatentos al rechazar sin razón sus innecesarios pero nobles presentes.

¿Qué diría un español si encuentra un loco o una loca que rechaza un viajecito a las Islas Baleares o un casamiento sólo porque el gallego le lleve 70 años a la cubana?

¿Cuál imagen tendrían de un anciano cubano descendiente de un soldado o un inmigrante español que no acepte la suma de 1,500 ó 3 mil euros porque no la necesita, o por muy ridícula que resulte?

¿Qué pensaría un funcionario español si al abrir el consulado cada día no ve un tropel de cerca de mil cubanos forcejear, correr o gritar más que los pobladores de Pamplona delante de los toros durante las corridas de San Fermín?

No se pueden herir susceptibilidades, ni rechazar gestos de buena voluntad y celo, como el que impide que los cubanos de tránsito hacia otros países hagan escala en el aeropuerto de Madrid, por aquello del desaire al no querer quedarse.

Y es por estos principios de integración y ayuda que más de 20 mil cubanos desean convertirse en ciudadanos españoles. Nunca por las pensiones, el pasaporte, y mucho menos por casarse con un viejito español que despidió a Colón en Palos de Moguer. Tampoco porque piensen cambiar maracas por castañuelas, carajo por joder, ni asere por macho, sino debido al deterioro del clima en Cuba, a la necesidad de promocionar en Europa la croqueta, y al siempre abierto sentido de solidaridad con los hoy destruidos españoles.

Este desgarramiento al abandonar a medias la patria -el cuerpo allá y el pensamiento aquí; la moneda de allá para gastar acá-, entre otros sacrificios que dejan bien en alto la importancia de la fusión, más allá de los sinsabores por el reencuentro desde una país donde todo puede suceder, menos abandonarlo.

Así que no me vengan con eso de que "tener derecho a una pensión asistencial o conseguir un pasaporte son los principales objetivos de los cubanos que reclaman la nacionalidad española". Porque yo, Nefasto "El Mestizo Boza", ya estoy convencido de que:

Me han secuestrado un abuelo,
uno blanco, falta el negro,
no hay cubano, sí europeo,
cero en pesos, uno en euro,
sombra que sólo yo veo:
se me ha perdido un abuelo,
y para más luz, el más prieto.

LUX INFO-PRESS
Agencia Cubana Independiente de Información y Prensa
E-mail: Fsindical@aol.com

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