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Enero 18, 2006

Sueños y pesadillas de un caballero en La Habana

Víctor Manuel Domínguez, Lux Info Press

LA HABANA, Cuba - Enero (www.cubanet.org) - Y bajando a toda velocidad por la Loma de Chaple en su bicicleta china Rocinante Forever, arremetió Don Quijote contra el parabrisas del camello M-2, que saltó en mil pedazos y cayó cual lluvia de granizos sobre el maltrecho cuerpo del caballero, quien además sintió sobre sí, desde el asfalto caliente, la incontenible avalancha de zapatillas Nike, chancletas chupameao, botas rusas y zapatos rompe líneas de cientos de viajantes que huían despavoridos del lugar de los hechos.

Sancho Panza, que miraba aterrado cómo pasaban por encima de Don Quijote los espantados camelleantes, corrió con los brazos en alto hacia el sitio donde yacía su amo, apolismado por la indetenible multitud, apartó al chofer, que le gritaba loco y subversivo a la Triste Figura, se arrodilló a su lado, y comenzó a decirle:

- ¡Se lo advertí, mi señor! ¿No le dije que aunque pareciera un dragón por arrojar humo y candela por el tubo de escape, tener dos faroles enormes que parecían ojos y viajar atestado de personas que clamaban auxilio, gritaban maldiciones, se enfrascaban en riñas tumultuarias y pedían libertad a gritos, era un camello M-2? ¿Y que en lugar de cautivos transportaba en su vientre a cientos de viajeros sin otra alternativa para ir a la escuela, al trabajo o al bisne que trepar ese engendro de transporte conocido en Cuba como camello debido a una joroba como la del rumiante?

- Basta ya de verborrea, querido Sancho. No me vengas ahora con esos sermones postmodernos, que por mucho que cualquier gobernante trate de ocultar la situación verdadera de la ínsula en que manda, la disfrace de boba, siempre sale a la superficie lo real, y sea camello o dragón, ese gigante que enfrenté es un entuerto más que hay que deshacer -respondió Don Quijote. Y agregó:

- Así que déjate de tanta majadería, y ayúdame a ponerme de pie, que los aventureros y los hombres de ley no se juzgan por las veces que se caen, sino por las que se levantan. Y recuerda esto: "Primero saltará un pueblo por la ventanilla de un camello antes que dejarse arrebatar la esperanza de llegar a la otra parada".

El leal escudero, afligido por el responso que le endilgó el caballero aún desde el asfalto, comenzó a levantarlo mientras le decía:

- Pero mire, mi amo. Mire cómo le han dejado el jean, la camiseta y la gorra y las zapatillas. Además, observe cómo quedó su bicicleta china Rocinante Forever, sin siquiera un rayo salvador, con el timón de rumbo desviado y las gomas desgastadas de tanto rodar inútilmente.

- ¡Calla de una vez, latoso Sancho! Que siempre que se ruede hacia delante, una vida mejor nos espera. Y es bueno que comprendas que el rayo salvador nunca cesa, el rumbo se corrige y las gomas desgastadas se cambian sin detener la marcha. Mejor preocúpate por saber si no he perdido la tarjeta telefónica que compraste en divisas para las llamadas de larga distancia. Quiero que os comuniquéis con la impar Dulcinea del Toboso y le contéis sobre mi última aventura. Y vamos, que andando se quita el frío, o mejor dicho, el calor que me han dejado en el pellejo tantos pisotones. Llévame al policlínico, noble y fiel escudero.

Y apoyándose en Sancho Panza, tomada la bicicleta china Rocinante Forever de la mano, el caballero andante encaminó sus inseguros pasos hacia el cuerpo de guardia del centro asistencial gratuito.

- ¿Quién es el último? -preguntó el escudero al llegar al salón de espera del cuerpo de guardia del hospital.

- ¿¡Uuuuuuuultimo…!? ¡Ja, ja, ja, ja…! -respondió y soltó la carcajada un corpulento vejestón que atacaba goloso una pizza de cebolla bañada en la chorreante y casi roja y de tomate Salsa Habanera.

- Sancho -se dirigió Don Quijote a su escudero mientras recostaba su molida espalda a la pared por falta de espaldar en la silla de plástico donde apoyaba sus maltrechas posaderas- ¿qué causa tanta hilaridad a este vejestorio endomingado que al parecer se encuentra enfermo de una insana alegría cuando viene a curarse en salud a este hospital? Y lanzando un lastimoso gemido prosiguió:

- ¿Acaso nuestro atuendo de insignes aventureros¿ ¿O tal vez las honrosas heridas que adquirí en uno de mis combates contra "el mal" camuflado en las buenas intenciones?

- Discúlpeme, caballero -lo interrumpió el vejestorio. El problema es que ustedes, o vienen de otra galaxia o son extranjeros. Porque pedir el último en una cola en Cuba es el más grande desatino de un pensante.

- ¿Y por qué, si se puede saber? -preguntó Sancho Panza.

- Pues muy sencillo, excedido gordito -contestó el aludido carcamal. Si usted no conoce a la recepcionista ni a su tía o no le sacó el perro a mear en alguna ocasión, nunca le trajo mangos, un perfume, no tiene familiares o amistades que trabajen en inmigración o no tiene influencias ni parentesco con el director o con el médico que se encuentre de guardia ese día, los últimos serán los primeros. Nunca olvide que si Tin tiene, Tin va; pero si Tin no tiene, ni Tin vale. ¿Entendió?

El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, algo perplejo ante la explicación del comedor de pizza de cebolla bañada en el chorreante y casi roja y de tomate Salsa Habanera, inquirió preocupado:

- ¿Y no dicen que en los Libros de Caballería de esta fermosa ínsula aparecen recogidos todos los derechos del ciudadano, incluso el de ser tratados como iguales en cada lugar y circunstancia?

- Ya lo dijo usted, noble caballero -respondió el comedor de pizza. ¡En los Libros de Caballería! Pero en la práctica es otra cosa.

- Entonces, ¿el que escribió sobre la igualdad del hombre y la mujer, las razas y las ideologías en el socialismo, el egregio Don Crispín de la Lengua Tiesa en su Libro de Caballería El Capital del Aventurero Rojo era incierto? ¿Acaso su seguidor, el perínclito tragaldabas Don Alambrón del Ñame Prieto sembró en Europa una falsa semilla que vino a germinar envenenada en esta tierra de tanta calidez humana y climatológica? ¡Imposible! -exclamó el caballero, y se tiró del chivo tan fuerte que se le saltó una lágrima. Y luego agregó:

- No lo puedo creer, señor diversionista. Y usted perdone, pero vista hace fe. Así que aguardaremos.

Transcurridas seis horas, y cuando ya Don Quijote arremetía en sueños contra los cristales de una Shopping, un puntapié propinado por Sancho en la pantorrilla izquierda de su amo lo salvó del horrible sobresalto de enfrentar a veinte o treinta sorprendidos pisoteantes que escaparían de la tienda recaudadora de divisas como los que lo hicieron de la batalla contra el falso dragón.

- ¿Qué nueva aventura emprenderemos ahora, querido Sancho, si aún no han sanado mis heridas de los anteriores palos? -preguntó Don Quijote entre bostezos.

- Ninguna, mi amo -respondió el escudero. El problema es que se fue el agua y llegó el apagón.

- ¿Y cómo podemos resolver este entuerto, mi siempre fiel Sancho?

- Marchándonos, mi amo, pues para resolver lo del agua haría falta un diluvio al menos como el de Isabel viendo llover sobre Macondo, y para lo del apagón, kerosén. Ambas cosas muy difíciles de lograr en estas bloqueadas serranías de ruinosas edificaciones.

- Y entonces, ¿qué hacemos, Sancho? Mira que hay heridas que cierran en falso, como dice el bolero y expresara a los combatientes el cirujano zurdo Don Bandolerín de la Costilla Izquierda Requemada -expresó el de la Triste Figura.

- Marcharnos, amo, como antes le dije. Nos curamos en fe y en nuevas aventuras.

Don Quijote, mirando sorprendido a su escudero, le dijo con ternura:

- Me parece, Sancho mío, que le has tomado el gusto a la vida de escudero de un caballero andante, pues nunca un soñador de tu inculta condición (pese a tu presencia frente al televisor a la hora de Universidad para Todos) se mostró tan ansioso de aventuras.

- No es gustito, señor -le contestó Sancho. El problema está en que si recibo palos sin aventurarme a cambiar las cosas, es mejor recibirlos teniendo las posibilidades de devolverlos aventurándome.

- ¡Increíble, apreciado Sancho! ¡Genial! Ni el ilustre filósofo Cabeza del Libraco Mágico hubiera razonado como tú, y espero que cuando seas gobernador de la Insula de Barataria (o de Baratijas) de acuerdo al sistema social que impongas a solicitud del pueblo, no cambiarás de concepto. Y ahora, vámonos, insustituible escudero, que como dijo el poeta, "se hace camino al andar". (Continuará)

LUX INFO-PRESS
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