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La inversión extranjera en Cuba y sus métodos

Por Carmelo Díaz Fernández, Agencia de Prensa Sindical Independiente de Cuba


LA HABANA, agosto, 1998 - La inversión extranjera en Cuba ha sacado a la superficie un cadáver económico que ha tenido que variar su terca línea para a duras penas sobrevivir. Pero no sólo ha sacado a flote una economía corroída por el centralismo, el despilfarro y la ineficiencia, sino también ha coadyuvado al sostenimiento del sistema que la implantó y pretende, con parches de mercado, paliar la dura crisis engendrada entre la población cubana.

Estas inversiones en las esferas industriales, agrícolas y fundamentalmente en el turismo, han traído consigo no sólo un respiro al régimen, sino la utilización del trabajador cubano como mano de obra barata y, si se quiere, la impuesta aceptación de que son víctima por tal de mantenerse en una esfera que les reporta lo que ninguno de los llamados logros de la Revolución les han proporcionado: el acceso a medios básicos de subsistencia que hasta la despenalización el dólar no podían ni soñar.

Aunque no devengan lo que realmente les corresponde por su trabajo, ni tienen acceso a los bienes materiales que producen, los trabajadores en la empresa con capital extranjero invertido mantienen, en comparación con sus iguales que laboran en la industria nacional, una diferencia abismal, más aún en un sistema cuya característica principal es repartir la miseria a partes iguales entre los ciudadanos sin cargos importantes.

Los trabajadores cubanos que laboran en estas empresas inversionistas se hallan, en consecuencia, en la situación de no poder protestar debido a la arbitraria medida de no permitirse una confrontación directa con el empleador, ante la imposibilidad de formar un sindicato independiente que defienda sus derechos o ante el flagrante robo de cobrar un por ciento mínimo ínfimo de su salario, complementado por una jaba de aseo personal, mientras el gobierno se apropia del resto de lo pagado para sus maniobras políticas.

Los inversionistas, para obtener ganancias a cualquier precio, no quieren ver lo evidente, que con su dinero ayudan al sostenimiento de un régimen que discrimina a sus propios trabajadores y en vez de beneficiarlos, los suma cada día más en una miseria moral y económica irreversible.

¿Qué pensarían estos señores inversionistas si en sus propios países les dijeran que no pueden invertir su propio dinero, o que su hijo, que laboró en la construcción de un hotel, no tiene acceso a sus servicios porque la moneda nacional no tiene validez en el inmueble o por no ser extranjero? Seguramente que jamás les ha pasado por la mente, porque esto es impensable. Estoy seguro de que están viendo que esto sucede cada día en Cuba y aún no lo creen, por ser un hecho inadmisible en cualquier rincón en el planeta donde no impere un sistema totalitario.

No obstante, señores inversionistas, su dinero está ayudando al desarrollo de una cultura discriminatoria, amoral y escapista y fundamentalmente al sostenimiento del sistema que sólo engendra estos males sino que, por tal de mantenerse en el poder, lo seguirá alimentando con su ayuda ausente de toda ética y un dinero que quién sabe de dónde viene y adónde va.



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