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El insomnio de la sinrazón produce algunos blogs habaneros…

Rolando D. H. Morelli, Ph. D.

FILADELFIA, Pensilvania, marzo, www.cubanet.org -Se llama Enrique Ubieta Gómez y confiesa escribir desde una Isla desconocida. La suya. No la Isla, sino su isla o promontorio, que es tanto su bitácora como su cabeza, en fin, su propia geografía extraterritorial, extra-terrestre, alienada del dolor de ser hombre en tierra donde los hombres no pueden ser libres, y por aspirar a este derecho se les encarcela, y se les muere o deja morir por la osadía última de reclamar un poco de libertad.

La realidad de que habla en su diario de a bordo (de abordaje) apenas lo toca. No lo rodea ni asedia el agua por todas partes, de que hablara el poeta, sino la maldita circunstancia de sus propias palabras entorpeciendo un raciocinio que es más bien la resaca de todo lo no vivido por él. En otras palabras que entenderán muy bien en La Habana y en muchas partes: ¡El hombre es tremendo barco! Una nave escorada que deriva a favor de la corriente que lo impulsa, y a eso llama él navegar.

Bien que dispone de bitácora —que ya es decir algo. Goza de patente de corso en toda regla— sin que le inquieten por tanto encontrados pensamientos o le incomoden vientos contrarios, en fin que como se siente isla sobre su puente de mando, sueña la bonanza de puertos acogedores, y dispone a gusto de su utopía. Dispone, asimismo, de carta de marear en la que nos adelanta los descubrimientos que han de ser alguna vez en su ruta, y a los que ya ha dado nombre por gracia de Adelantado único de la mar Océana que reclama suya.

Cartulano de la Utopía, o de cierta utopía, confiesa que navega en pos de ella, y a bordo de sí mismo es una isla que se desconoce y se busca sin buscarse porque ya medio se ha encontrado en mares próximos a dominios que declara ser reales. ¡Más claro, ni la utopía misma a que se adscribe! Después de semejante declaratoria, entre cursi y ramplona, con la que abre su blog, nos enteramos de otros datos que confirman la irrealidad de este Odiseo entre el Trópico de Cáncer y el cáncer del tópico revolucionario y floral. Del ensayismo a las labores de periodista oficial y oficioso, completa su ronda el barquero.

Autor de La utopía rearmada, entre otros textos sin duda fundamentales para estos menesteres a los que con más asiduidad se entrega en utopía y alma, y uno de los redactores de la menesterosa Historia de la literatura cubana en tres tomos, fue galardonado en el año 2002 con alguna distinción por la cultura nacional, denominada precisamente Distinción por la Cultura Nacional. Tanta versatilidad demuestra Ubieta Gómez a bordo de ese barco en busca de sí mismo que ha dicho ser, que en pocas líneas pasa de un tono a otro, como al asalto de un galeón. De unicornio se transfigura en rinoceronte encornado y se toma para él solo La calle del medio, que es también otro medio a su disposición y por disposición de quienes todo pueden disponerlo.

La calle, ya se sabe, “es de Fidel” según corean los indignados acólitos del derecho en exclusiva que adjudican al sátrapa, y puesto a ello, se desordena Ubieta Gómez como hubiera hecho, digamos Carilda Oliver Labra acosada por un tábano neuro-erótico algo errático pero empecinado. «Zapata: ¿Un muerto útil?» Pregunta con desdén nada retórico, no Carilda sino el otro. Y a seguidas se desliza por la tangente aviesa de su utopía criminal, cómplice y al cabo marginal de la otra: la grande, a cuyo servicio se desempeña con ventaja oportuna.

“La absoluta carencia de mártires que padece la contrarrevolución cubana —declara— es proporcional a su falta de escrúpulos”. Esto afirma sin que el pulso le tiemble de vergüenza propia, quien demostrará en su diatriba no tener precisamente eso, vergüenza, ni escrúpulos para mentir y mancillar la memoria de Zapata, entre otras tropelías. Pasando por alto cualquier evidencia en contrario, la más reciente de las cuales no tendría que ser la muerte misma del preso político cuya memoria infama, sino la de un número aún indeterminado de pacientes muertos de frío, inanición y abandono en las salas del Hospital Psiquiátrico Nacional hace apenas unas semanas, entona un loa a la tiranía al afirmar que “es difícil morirse en Cuba, no [sólo] porque las expectativas de vida sean las del Primer Mundo [ya que aquí] nadie muere de hambre (…) ni de enfermedades curables, sino porque impera (sic) la ley y el honor”.

Ni corto ni honorable, pero eso sí, muy legalista, y además envalentonado por su propia osadía, la emprende seguidamente contra las Damas de blanco y Yoani Sánchez, otra bloguera cubana quien a diferencia de nuestro Odiseo-Ulises no goza de autorización para erigirse en navegante por cuenta propia en los mares de la blogosfera, sobre los que la tiranía cubana reclama una propiedad absoluta e indiscutible. Lo de Yoani, se supone, va por su cuenta y riesgo. ¡Muerte a los independientes del patio! O a cualquiera que sueñe independizarse del feudo Castro. ¡Vivan nuestros amados Señores! En una larga tirada mal hilvanada y peor argumentada por él, afirma Ubieta Gómez que tanto una como las otras “pueden ser detenidas y juzgadas según leyes vigentes [ya que] en ningún país pueden violarse las leyes: recibir dinero y colaborar con la embajada de Irán (un país considerado como enemigo) en Estados Unidos, por ejemplo, puede acarrear la pérdida de todos los derechos ciudadanos en aquella nación, pero ellas saben que en Cuba nadie desaparece, ni es asesinado”.

Semejante parrafada —la cito textualmente y en su totalidad— en las que se entremezclan las verdades de Perogrullo “pueden ser detenidas y juzgadas según leyes vigentes” con otras insensateces y patochadas de lo peorcito, dan la medida del dominio argumentativo que alcanza el periodista en su afán esclarecedor, y del alto grado de su sensibilidad. No sé si se trata de que en su deriva de isla utópicamente virtual el falso Ulises se confunda, o tal vez desconozca, o más probablemente busque confundir a quien lo lea sin estar informado, pero sería bueno precisarle que la Oficina de Intereses Cubanos en Washington D.C. y sus diversos departamentos no sólo reciben a quienes quieren recibir y a su vez son invitados y recibidos por individuos e instituciones que tienen a bien hacerlo, sino que además llevan a cabo una incesante labor de propaganda apenas limitada en algún que otro momento de tensión entre los Estados Unidos y la tiranía cubana.

¿Miente a conciencia, para disponer luego de un presunto argumento este marino de las tintas encrespadas por sus remos? Sin tiempo para detenerse en su carrera de improperios y falsificaciones, el periodista avanza hasta tocar en esa orilla orillera, fangosa, maloliente, donde nos revela que a fin de cuentas, Zapata no era otra cosa que un vil delincuente “transformado después de muchas idas y venidas a prisión en “activista político”. ¿De qué manera puede conocer un simple periodista cubano la supuesta trayectoria “delincuencial” de Zapata? ¿De qué lo conoce, o lo conocía? ¿Repite lo que declaran las autoridades, únicas que podrían conocer el expediente de Zapata, o lo adivina todo? ¿Repite lo que divulgan convenientemente las autoridades tras la muerte del preso, las mismas que lo encarcelaron, condenaron y fabricaron su expediente delictivo?

Son preguntas no retóricas que formulo para responder a la falsa pregunta con que Ubieta Gómez titula y comienza su acometida: Zapata: ¿un muerto útil? La “tesis” fundamental de su diatriba, si es que a tales descalificaciones contra quienes se oponen a la tiranía castrista, puede llamarse tesis, se resume en que la Revolución es buena, muy buena, buenísima, intachable, y nunca se equivoca ni excede. Su propio historial la exime siquiera de tener que dar explicaciones de ninguna clase, en tanto la Contrarrevolución por el contrario se caracteriza por, bueno, eso, exactamente lo contrario. Ergo: Zapata Tamayo es un pobre diablo, aunque se prestara al juego, martirizado por los inescrupulosos contrarrevolucionarios a conciencia, para contar con un mártir ¡al fin! que exhibir ante el mundo.

En la misma línea de razonamiento afirmaba Lula desde La Habana que “a un país no se le podía juzgar por la decisión de un solo ciudadano” de morirse en una huelga de hambre que, por otra parte había elegido seguir con toda libertad. ¡Para que luego hablen de que en Cuba no se respetan las libertades ni los derechos del individuo! Estoy seguro que de repasar la prensa periódica de Cuba de los últimos cincuenta años nos hallaríamos una y otra vez con la misma argucia enarbolada como argumento por los Lula y los Ubieta Gómez del momento.

Verdaderamente es de asco cuando menos, el espectáculo montado en torno a la muerte de Zapata Tamayo, pero no como declara Ubieta Gómez porque “la contrarrevolución” haya previsto y ahora utilice la muerte del reo para sus crímenes inconfesables y confesos: la búsqueda de la libertad, la instauración del derecho de los individuos, y otros de similar naturaleza, sino entre otras cosas por la mala fe y la mala leche del plumífero, que es mucho peor naturalmente que su mala prosa de apresurado escribiente, salido de la factoría de imágenes del régimen a quien con tanta devoción sirve y en cuya defensa miente, calumniando a un pobre hombre asesinado por la tiranía, y a un grupo de mujeres que pacíficamente reclaman la libertad para sus esposos encarcelados sin más trámite, por denunciar precisamente lo que Ubieta Gómez busca ocultar con sus tergiversaciones, mediante el placer en vigilado solitario, de navegar hasta haber establecido virtual y categóricamente que el mar de la felicidad de que habla Chávez existe. ¡Existe! Y por esta verdad suya sería capaz de cualquier cosa. ¿Quién podría dudarlo todavía?

Rolando D. H. Morelli, Ph.D. Escritor, académico e intelectual cubano residente en Philadelphia, es asimismo el fundador y director de las Ediciones La gota de agua.