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Altruismo

Moisés Leonardo Rodríguez

LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) – Aunque a veces parezcan insignificantes, los hechos inusuales generalmente constituyen noticia. Lo que me ocurrió en la noche del 11 de junio en Guanajay es un hecho inusual en Cuba.

Pasadas las seis o siete de la noche resulta casi imposible trasladarse en la provincia La Habana desde Guanajay hasta Mariel o Cabañas, debido a la carencia de transporte público, la escasez de taxistas privados y el pobre tránsito de vehículos estatales que, a discreción de sus conductores, recogen en ocasiones a los que esperan.

Cuando el destino final de un viajero es Cabañas o algún pueblo de la costa norte pinareña, debe llegar primeramente al entronque de Cabañas, a 8 kilómetros de Guanajay y aproximadamente a 3 de Mariel. Una vez allí debe aguardar por algún vehículo pase por el lugar y quiera recogerlo.

Los únicos dos ómnibus que tienen horario fijo pasan a las 11 y 45 PM y a medianoche, llegando la 1 a.m. a Cabañas, luego de recoger a los obreros de las empresas de Mariel que trabajan en horario nocturno. 

Una de esas noches, dos jóvenes pasaron por la parada de Guanajay hacia Mariel  en una camioneta. Un grupo de viajeros alcanzó a viajar momentos antes en un riquimbili (transporte casero semejante a una gran motoneta), y quedamos otro grupo de diez en el paradero, totalmente desconsolados.

La camioneta giró en la esquina y llegó hasta la parada. Se bajó el acompañante del conductor y, mientras abría la portezuela trasera, se dirigió al grupo: “Los que quieran ir hasta el entronque, vamos”.

En un segundo los viajeros subimos al carro. Imaginé que cobrarían al menos cinco pesos y ese día, como tantos otros, andaba sólo con tres, suficientes para pagar el trayecto hasta Cabañas en camiones particulares.

Mi asombro fue grande cuando el muchacho me dijo: “Vamos puro, aproveche hasta el entronque”. Preocupado me acomodé y partimos.

Dos de los viajeros pidieron bajarse en una cooperativa situada a dos kilómetros  del punto de partida. El conductor le explicó como abrir la portezuela desde adentro. Se bajaron. Mi asombro creció cuando cerraron la puerta desde afuera y ni las gracias dieron.

En ese instante comprendí los tripulantes de la camioneta no iban a cobrar nada, que se trataba de una muestra de solidaridad sin intención de recibir nada a cambio. Un gesto hacia el prójimo abandonado en medio de la noche.

Lo común es que cuando alguien recoge a pasajeros en transportes estatales, les cobre al menos un peso en guaguas o camiones, y cinco en el caso de vehículos ligeros.

Cuando llegamos al entronque aclaró el conductor que seguían hasta Quiebra Hacha, lo que adelantaría camino a los que viajábamos hacia Cabañas o más allá.

Al dejar el vehículo la sorpresa inicial se había trocado en admiración, me despedí dando las gracias y deseándoles buen viaje. El altruismo, se hizo evidente aquella noche, vale más que la solidaridad socialista.