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El Estado revolucionario Tania Díaz Castro LA HABANA, Cuba, junio (www.cubanet.org) - La entidad política que preside los destinos de la sociedad cubana, y por lo cual ejerce el poder legal, es llamada Estado Revolucionario. Sin embargo, si nos preguntamos si esa entidad, convertida en patrón absoluto, nos ha beneficiado a lo largo de cincuenta años de constituida, no nos queda otra opción que responder de manera negativa. No es un secreto para nadie que los suministros de todos los negocios ilegales que realiza la población provienen del Estado, y que el salario que reciben los cubanos no soluciona ni remotamente sus problemas cotidianos. Por esta y otras razones el Estado Revolucionario es peor visto por la población cubana que el llamado “bloqueo”, impuesto por Estados Unidos al régimen comunista. Otro aspecto a tener en cuenta para evaluar la ineficiencia del Estado Revolucionario es el peligro que corre la población cada vez que llega el verano, cuando se originan con mayor frecuencia intoxicaciones, debido a las fallas en la elaboración, conservación o manipulación de los productos alimenticios de los centros que dirige el paternal Estado. Si, como tanto recalcan los medios oficiales, los huracanes ocasionan cuantiosas pérdidas a la economía cubana, también el Estado Revolucionario ha hecho grandes estragos desde que nació en 1959. Por sólo citar un ejemplo, recientemente el periódico Juventud Rebelde dedicó un amplio reportaje a la pérdida de cientos de toneladas de tomate que se pudrieron en la cosecha pasada, por falta de envases, transporte y brazos. En fin, que la misma prensa censurada muestra, veladamente, que el Estado revolucionario no cuenta con una infraestructura industrial capaz de asumir picos productivos. Por supuesto que no y es aun más incapaz de realizar un trabajo realmente dinámico. Recordemos pues a Karl R. Popper, cuando señaló que el estado es un mal necesario y que sus atribuciones no deberían de multiplicarse hasta rebasar la medida necesaria. O al sabio chino Lao Tsé, quien aseguró que cuántas más leyes y prohibiciones hay, más pobre y mísero será el pueblo. |