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Su propio espejo

Odelín Alfonso Torna

LA HABANA, Cuba, julio (www.cubanet.org) - Ariel, un amigo profesor de noveno grado me mostró la camisa del uniforme que usaba en el primer año del preuniversitario. La conserva llena de garabatos, firmas y apodos como el de Alexis (Manota), Iván (El Morfa) y Tomás (El Burle), compañeros de estudio que según él no terminaron el grado 12 grado por bajo rendimiento académico.  

Me comenta Ariel que “era la época de estudias o suspendes. Fíjate que a pesar del fraude y las pruebas que se filtraban desde las cátedras, éramos 64 alumnos los matriculados en primer año (curso 1984-1985) y sólo se graduaron 21”. 

Ahora que recién finalizó el curso escolar 2008-2009 y las vacaciones resultan un paquete adicional para nuestras vicisitudes cotidianas, se me ocurre tocar uno de los puntos neurálgicos, yo diría el de mayor prioridad, a la hora de redactar los índices académicos colectivos e individuales. 

Todavía persiste aquella tradición de las firmas sobre el uniforme, también los chivos en la palma de la mano o en el dobladillo de la camisa a la hora de la prueba final. Y por qué no decirlo, los profesores que soplan las respuestas de los exámenes en busca de porcentajes académicos a su favor.  

Sobre las exigencias en la docencia, puede que mantenga los estándares de cuando Ariel rayaba los pupitres. Pero se estudie o no, rara vez se suspende.  

¿Por qué algunas notas “sobresalientes” no van acorde con el intelecto de los educandos?  
Sucede que camuflada entre las reglamentaciones de nuestra enseñanza socialista, existe lo que conozco como la “emulación académica”, práctica que bien puede ser inter escolar o entre los educadores de un mismo centro o nivel de enseñanza. Aunque tal disposición para muchos pueda parecer antipedagógica, fraudulenta o subordinada a una meta, a oídos sordos asumimos con beneplácito los resultados académicos de nuestros hijos.  
    
Acostumbrados a que todo logro social se infle y luego se desinfle con la consiguiente compensación que no merece, el índice general académico a nivel nacional siempre detonará, tal y como se prestigia la mortalidad infantil o el Producto Interno Bruto (PIB). 

Cito como ejemplo el caso de una estudiante que aprobó el séptimo grado con notas sobresalientes en la escuela secundaria básica Desembarco del Granma, en el municipio Arroyo Naranjo. A raíz de una crisis depresiva, la joven se sometió a un examen psiquiátrico el cuál arrojó que tenía seis años de retraso. 

¿Cómo es posible que una alumna haya alcanzado el nivel secundario con tal retraso mental?      

Hasta donde conozco del caso, se ventiló en el organismo municipal de educación y es posible que la provincia tenga alguna referencia. En este curso que recién terminó, la escuela Armando Parra Góngora, del mismo municipio, centro donde la adolescente mencionada cursó sus estudios primarios, sorprendentemente registró cuatro alumnos suspensos. Repiten tres alumnos de sexto y uno de quinto. 

Según anunció el gobierno, para el próximo curso 545 mil trabajadores de la educación recibirán un aumento de salario (de 408 a 535). Por otro lado, Fidel Castro es distinguido por el Instituto Pedagógico Enrique José Varona, “por ser paradigma de educador social, maestro revolucionario, marxista y martiano”. 

Veremos cómo asumen los maestros de hoy este nuevo “compromiso”, otro reto más en cincuenta años de educación ideológica mal cimentada. Sin dudas trabajarán “más y mejor” y “emularán” a costa de un fraude autorizado al más alto nivel.  

Mi amigo Ariel sabe que es parte de un baluarte que se nutre de resultados vacíos. Hoy tiene que batallar por esas ideas que aborrecía en su época de estudiante. No tiene más opción que la de mirarse en su propio espejo.