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De la vitrina a la basura Jorge Olivera Castillo, Sindical Press LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) - Gratuidad y utopía marchan juntas por los caminos del socialismo. Es una especie de unión fraternal a prueba de rupturas. Ir a un hospital a sufrir lo indecible, se ha convertido en una norma para el cubano promedio. Casi ninguna de las instituciones médicas funciona acorde con los parámetros requeridos para ejercer una labor de calidad. Maltratos verbales por parte de profesionales o subalternos, falta de higiene, personal no idóneo para cumplir con sus responsabilidades, robo de las pertenencias a los enfermos internados, edificaciones en pésimo estado constructivo, ausencia de instrumental e insumos para llevar a cabo los diagnósticos correspondientes. Todo es parte de un declive donde confluyen factores tanto de carácter objetivo como subjetivo. El sistema ha dado muestra de su incapacidad para brindar una cobertura de salud a nivel nacional que contenga los debidos niveles de eficacia. Con el paso del tiempo se observa el enquistamiento de la deshumanización, la ausencia de un sentido de pertenencia por parte del personal médico, el pago subrepticio para ser atendido con esmero. Dado el avance y consolidación de las prácticas perniciosas en el sector, es difícil hallar correctivos para subsanar las irregularidades. Al valorar la realidad es preciso tener en cuenta que muchas de las causas se mantienen vigentes. Por ejemplo, un carnicero semi-analfabeto suele ser más afortunado que un cirujano, en términos de nivel de vida. Una ama de casa que vende dulces de puerta en puerta, es muy posible que supere las ganancias de una licenciada en enfermería. Valga acotar que estas actividades laborales son regularmente ejercidas al margen de la ley. La anécdota de esta atribulada madre refleja un hecho que se repite, día a día, en decenas de centros hospitalarios del país. De acuerdo al relato, los hechos ocurrieron el pasado 30 de noviembre. Pocos días después tuve que dirigirme a este hospital aquejado de un fuerte dolor en la ingle. Mientras esperaba por una inyección intravenosa para calmar las punzadas, llegaron a mis oídos los pormenores de una experiencia erótico-sexual, un aluvión de frases obscenas y un debate sobre la calidad de un frasco de pintura para uñas. Las jóvenes enfermeras hablaban en alta voz. Solo una llevaba el uniforme. El resto vestía inapropiadamente. En medio de mis dolores pensé que en vez de aliviarme, podría morir a manos de personas sin vocación ni deseos de desempeñar correctamente sus obligaciones. A golpe de masividad, igualitarismo y gratuidades, todo se ha podrido. ¡Y de qué manera! |