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Las calles cubanas en litigio ciudadano
 
Miguel Saludes

MIAMI, Florida, abril, www.cubanet.org -El gobierno cubano ha implementado su más reciente estrategia para impedir que las Damas de Blanco continúen manifestando su protesta pacífica por las calles de la isla. Desde hace tres domingos las tradicionales caminatas de las mujeres, familiares de presos políticos y quienes les apoyan, son impedidas por la policía política. El organismo represivo alega que para continuar las marchas a la salida de la Iglesia Santa Rita, debe solicitarse un permiso con 72 horas de antelación,  y cuya otorgación improbable solo permitiría caminar cinco manzanas desde la salida del templo católico ubicado en Miramar. 

La respuesta de las Damas de Blanco ha sido rotunda al no aceptar la disposición restrictiva de las autoridades comunistas. Si la cuestión fuera solamente un problema de rutina, lógica en cualquier parte del mundo libre donde la autorización se requiere para evitar inconvenientes al tránsito, los peligros viales y buscar la necesaria protección de la policía, entonces el permiso para manifestarse sería un paso consecuente. Pero en Cuba la petición hay que hacerla para que se autorice caminar por las calles, como lo hace cualquier transeúnte,  en demostración silenciosa.

Las calles son de los revolucionarios es un lema que se hizo popular casi desde los inicios del actual proceso político cubano. Al principio el eslogan se tomó con normalidad y hasta con alegría. Revolucionario era la inmensa mayoría de un pueblo, del cual no se esperaban protestas, huelgas o consignas anti gubernamentales. Si las calles se llenaban era para manifestar adhesión al sistema establecido. El sueño de todo gobernante, que lo menos que quiere es que sus ciudadanos le demuestren público rechazo.

Al correr de los años el estribillo terminó personalizando el título de pertenecía callejera.  Desde hace un tiempo las calles solamente son de Fidel, Raúl y la cúpula partidista. La adjudicación de la propiedad colectiva a los gobernantes totalitarios, es proclamada por la turba porrista que hostiga y agrede a los que osan disputar el usufructo vial al feudo castrista.

¿Desde cuándo las calles dejaron de ser de los revolucionarios? La fecha es imprecisa. Me atrevería a afirmar que desde el mismo instante en que el régimen traicionó los postulados por los que miles de jóvenes, hombres y mujeres, estudiantes y trabajadores, se lanzaron a esas calles a riesgo de sus vidas, en aras de la democracia. El pretexto de un enemigo que quería impedir a toda costa el triunfo del poder de los humildes, para los humildes, sirvió a los fines de esta expropiación.

La artimaña se hizo evidente cuando alguno de esos humildes intentó usar la libertad de expresar sus sentimientos y criterios de manera revolucionariamente soberana. No. Las calles no eran del revolucionario,  que cansado de las evasivas se paró con un cartel frente al Ministerio de Salud Pública para denunciar el latrocinio de los dirigentes en cierto hospital. No lo fueron para el simpatizante de Mijaíl Gorbachov, que decidió recibir al dirigente soviético con un lema diferente al autorizado por el partido Comunista de Cuba. Las calles perdieron su soberanía cuando un hombre era detenido y amenazado por sacar fotos de la realidad cotidiana, o cuando otros recogían firmas para un proyecto ciudadano, supuestamente amparado en la nueva Constitución socialistamente revolucionaria.

Y como hablar del libre acceso de un pueblo a las calles, cuando en estas eran apaleadas y humilladas hasta el infinito personas que un día optaron por irse del país, siguiendo el discurso oficial que proclamaba a todo ciudadano libre de marchar a donde quisiera. También se emitieron permisos de circulación interna para regular el paso por las aceras de ciudadanos de otras regiones. Así un santiaguero debe exhibir el mismo para transitar por las calles habaneras.

Las calles cubanas se han constituido en heredad de una contra revolución compuesta por quienes lanzan gritos soeces, esgrimen palos y cabillas o insultan a sus compatriotas cuando estos son señalados por el poder como políticamente incorrectos. Mientras un honesto cubano es impedido de desfilar con flores y palomas, vestidos de ropa blanca, y se le pide que reclame autorización oficial, que posiblemente nunca logrará, otros salen exhibiendo una agresividad terrorífica, incivilizada y deshumanizada con el apoyo de las mismas autoridades. Ni siquiera sabemos con cuantas horas de antelación obtuvieron la licencia terrorista y si ésta es válida para una semana, un mes o simplemente tiene carácter ilimitado.

Tampoco se conoce la cantidad de cuadras estipuladas para ejercer tan deleznable demostración.

Las Damas de Blanco no sólo están enfrascadas en la lucha por la liberación de sus familiares injustamente presos. Su demostración semanal va más allá de exponer al mundo, y a los propios con ciudadanos, la realidad de represión que vive su país.

Las Damas de Blanco ahora luchan por la recuperación de la soberanía ciudadana sobre las calles, para que estas sean devueltas al pueblo y  sobre termine el férreo control totalitario que las vandaliza.