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El congreso de la UJC. Otro fallido intento para retrasar el conteo regresivo Nelson Núñez Dorta Resulta incomprensible que, después de medio siglo de preparación político- ideológica para ser merecedores del ansiado ascenso, los ya veteranos “jóvenes” deban continuar aguardando y confiando en esa gerontocracia que se atrinchera en el poder, cada día con más obstinación, y los paraliza explicándoles que necesitan todavía más preparación para ser cuadros más capaces. Por las palabras de Raúl Castro podemos inferir, sin lugar a dudas, que únicamente la desaparición física de la llamada dirigencia histórica facilitará un cambio real en la errática dirección del fallido experimento cubano. Las nuevas generaciones, y las ya no tan nuevas, si no se imponen, tendrán que continuar esperando para asumir su propio destino, pues la “dirigencia histórica” no confía en ellas para poner en sus manos ese engendro al que llaman “proyecto social”, controlado por una pequeña e impenetrable cúpula desde hace medio siglo. Algo en extremo delicado, que no se debe pasar por alto, es el reconocimiento por parte del General de que existen en la actualidad - han existido prácticamente desde el surgimiento del régimen- cientos de miles, quizás más de un millón, de empleos innecesarios o plantillas infladas . Esos trabajadores que sobran y que se ubican dentro de las esferas empresariales y presupuestadas, seguramente forman parte del inmenso ejército burocrático creado por el propio sistema para “organizar, supervisar y controlar” a los que intentan producir alguna riqueza. Ese inmenso monstruo, tiene su Frankenstein y Castro no puede culpar de su creación a los “centros de poder imperial” del Norte o Europa. Tampoco puede culpar a fuerzas y conspiraciones externas del desastre agrícola y de la apatía de una sociedad ocupada, por encima de todo, en lograr la satisfacción de sus necesidades más perentorias. Ese inmenso desastre económico debe ser enmendado, pero la dogmática y desgatada dirigencia cubana no sabe cómo. Para lograrlo son indispensables cambios fundamentales en la economía y permitir la tantas veces negada, vilipendiada y reprimida, iniciativa privada. Implementar esos indispensables cambios, representaría el colofón del fracaso del dogma del control estatal sobre las fuerzas productivas y los medios de producción; la esencia misma del proyecto castrista. La vieja casta no se anima a tomar decisiones y hacer los cambios, pues sabe que conllevarían irremediablemente la pérdida de ese poder absoluto que es lo único que en la actualidad les garantiza su existencia. Tratan de ganar tiempo pidiendo calma ante el rosario de problemas y carencias que agobia a la población. No faltaron en el discurso del General las ofensas, las amenazas y los intentos de desacreditar a los que no se pueden expresar en la isla, a esos dignos opositores pacíficos que no se intimidan y están poniendo en jaque al rey y su séquito. |