www.cubanet.org
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores, y autoriza la reproducción de este material, siempre que se le reconozca como fuente y su autor.
 

Vocativos del argot popular

Oscar Mario González

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Los vocativos o formas de nombrar, dirigirse o invocar a otra persona en el lenguaje popular, han ido cambiando durante los últimos 50 años hasta llegar a nuestros días en que predominan cuatro de ellos: tío, tía, puro y pura.

Antes de 1959 y durante la república los vocativos más usuales del argot popular eran: hermano, socio y asere. Este último, de menor difusión y carente de significado, se tenía como vulgar y de mal gusto. En el coloquio más formal se empleaban señor, señora y, señorita, si se trataba de una mujer joven.

La revolución del primero de enero, en su afán transformador, de cambio y de innovación, puso de moda el vocativo compañero, hasta ese momento de uso limitado a la actividad sindical. Los revolucionarios descalificaron el uso de señor y señora, asociándolo a las clases burguesa y oligárquica.

Los desafectos al recién iniciado proceso político, entonces en franca minoría, reaccionaban adversamente al uso de compañero, y al oírse así nombrados respondían: “compañeros son los bueyes”. Los revolucionarios estuvieron acertados al desechar el vocativo camarada, que sonaba más extranjerizante y se asociaba a los bolcheviques rusos y a los comunistas republicanos  españoles. En esta decisión inicial de los revolucionarios al no usar el vocablo camarada tuvo mucho que ver su negativa a ser catalogados de comunistas, ya que se proclamaban humanistas y más verdes que las palmas.

En estas últimas dos décadas han ganado uso cotidiano y generalizado los vocativos puro, para identificar al padre, y extensivo a los hombres mayores, y pura, para la madre y las mujeres de mayor edad. También suelen usarse tío y tía para iguales fines y circunstancias.

En el habla popular no se emplea compañero, y el uso de señor y señora se va haciendo más frecuente.

Las mujeres, por su actitud nada amistosa con el almanaque, se sienten airadas cuando son llamadas tías o puras. Entienden que no tienen suficiente edad aún para ser madres o tías de los improvisados interlocutores. En otro orden de cosas resulta desagradable verse tratado de tío por un extraño, en tanto representa la imposición de un parentesco impensado y generalmente  indeseado.

El vocativo señorita, por lo común, resulta de mal gusto y su uso se reduce a los lugares distinguidos, como empresas extranjeras o ambientes diplomáticos relacionados con embajadas y consulados. Las jovencitas más bien se sienten disminuidas y algunas hasta ofendidas al ser llamadas de este modo, pues interpretan la palabra señorita como alusiva a la virginidad. Ello es comprensible en un país donde  la carrera sexual se inicia a temprana edad, en la secundaria básica como regla casi general, y donde las más avispadas se adelantan y empiezan en la escuela primaria.