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Nuestra eterna crisis

Oscar Mario González

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubaneet.org) - Mientras los americanos del norte esperan que la crisis hipotecaria ceda para comprarse una cómoda vivienda, los de aquí son indiferentes a tal aspiración pues, con crisis o sin ella, seguirán viviendo en la barbacoa o en el garaje habilitado como vivienda y casi siempre “acochambrados”, junto a  los suegros y otros integrantes de la familia.

Cuando los franceses se desgastan los sesos esperando mejores ofertas turísticas para vacacionar en las islas del Pacífico o venir a esta zona del Caribe, nuestros compatriotas de la Isla andan con su cabecita tranquila y despejada. Viven convencidos de que mientras mande el comunismo en esta tierra del indio Hatuey, tendrán como oferta segura los viajecitos a Regla o a Casablanca a bordo de la lanchita.

Cuando allá en la Rusia del poscomunismo el ciudadano espera que aminore la crisis para comer más carne vacuna, mariscos y crustáceos, el isleño, acostumbrado a comerse un cable permanentemente, sabe que al camarón y la langosta sólo tendrá acceso cuando consulte el diccionario o cuando se produzca el hecho de un cambio de sistema.


Mientras tanto, seguirá con el picadillo de soya, el jurel y alguna que otra vez con las once onzas de calamar cuando arribe, para ser vendido por la libreta de racionamiento, a la carnicería.

Entretanto el canadiense espera la etapa posterior a la crisis para cambiar el modelo de su automóvil, los de esta tierra están seguros de que el gobierno siempre pondrá una guagua a disposición de todos; y si fallara el petróleo de Chávez acudiríamos nuevamente a las bicicletas chinas. Pero siempre habrá algún medio para ir al trabajo, porque ya lo dice la máxima comunista tomada de la epístola del obispo San Pablo: el que no trabaja no come. Acá hemos “criollizado” esta frase afirmando que el que poco come poco trabaja, razón por la cual la producción de la Isla siempre está por el suelo.


Pero mientras el palo va y viene, seguiremos aquí sobre esta Islita con el Comandante convaleciente y el General en pie de lucha, ambos guiando la nave revolucionaria hacia su destino final que no puede ser otro que la eterna crisis.

Por ello los hijos de Liborio se ríen cuando ven tanto lamento, nerviosismo e intranquilidad, por una crisis que es nueva para todos menos para nosotros, que llevamos medio siglo sumidos en ella. Por igual razón la gente ni caso le hace a la mesa redonda (o hedionda, como le dicen muchos) de las seis y media de la tarde, donde se vaticina el fin del mundo, donde se anuncia el Armagedón del capitalismo.

Que a otros por ahí les asusten con llamados a la austeridad, como hace Obama con los americanos, o al consumo, como exhorta Lula a los brasileños. A nosotros hace medio siglo que el Comandante nos mandó a apretar el cinturón, y a partir de entonces se fueron agotando los huequitos hasta requerirse nuevos agujeros. Tampoco podemos consumir más para incentivar la producción como propone Lula, porque la libreta de racionamiento ha ido como el cangrejo, hasta detenerse en la actual ración de periodo especial que, no da indicio alguno de mejorar.