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Caucus negro: viaje errado

Miriam Leiva

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - La Sra. Bárbara Lee y los seis congresistas afroamericanos, en sus declaraciones durante y después de su estancia en Cuba, a comienzos de abril, han evidenciado el deslumbramiento que experimentan por Fidel y Raúl Castro, y el teatral programa de entrevistas y visitas programadas, lo que nubla la objetividad de sus propuestas para el futuro de las relaciones entre nuestros países, a pesar de las buenas intenciones. 

Su parcialidad llevó a los congresistas a entrevistarse con las esposas de los 5, juzgados y condenados por espionaje en Estados Unidos, y abogar en favor de su libertad, pero ignoraron a los prisioneros políticos cubanos, sus familiares, y los activistas pro derechos humanos y democracia. ¿Quiénes los aconsejaron?

Concuerdo con José Daniel Ferrer, uno de los 75 prisioneros de conciencia arbitrariamente encarcelados en marzo de 2003, de los cuales permanecen en horrendas condiciones 54, con la salud en progresivo deterioro. Su injusta condena a 25 años, y la de su hermano Luis Enrique, a 28, únicamente por defender el derecho de los cubanos a expresarse en un referendo, contemplado en la Constitución vigente, y promover el progreso de nuestro pueblo y la Patria, no ha nublado su mente ni sembrado odio. 

Al conocer en la prisión de Las Tunas el desarrollo de la visita de los congresistas norteamericanos, expresó que está de acuerdo con el diálogo que promueva el entendimiento entre Cuba y Estados Unidos, como con todos los demás países del mundo,  pero que es un grave error reunirse solamente con el gobierno, sin escuchar a los pacíficos luchadores reprimidos, o sea, haber dado la espalda al pueblo.

Nuestros presos políticos, y los opositores pacíficos, no tenemos color. Somos blancos, mulatos y negros; medio blancos o medio negros. Aconsejo a los ilustres congresistas que averigüen por qué la mayoría de los presos comunes son afrocubanos y jóvenes.

Cuba ocupa actualmente el cuarto lugar mundial en cuanto a población penal, con 531 reos por cada 100 mil habitantes, según estimados de Pocket World in Figures 2009, The Economist. También les recuerdo que tres jóvenes negros fueron fusilados después de juzgarlos sumariamente, por el error de haber secuestrado un barquito para intentar cruzar el Estrecho de Florida, sin que hubiera ocurrido hecho de sangre alguno, en abril de 2003.  Fueron víctimas del gobierno cubano con su propaganda de que “si esto no te gusta te vas”.  Así han muerto miles de personas en esas peligrosas aguas y otros cientos de miles han buscado mejor futuro en el extranjero.

Nuestros presos son iguales, como son iguales las arbitrariedades que afrontan, pero no puedo dejar de pensar en cómo se deben sentir Iván Hernández Carrillo, el risueño y entusiasta joven negro condenado a 25 años de cárcel aquella Primavera Negra de 2003.  Su mamá, Asunción Carrillo, ha afrontado el dolor por su estoica prisión, las provocaciones que sufre el hijo en la prisión, cuando le llaman “negro mono”, y la represión que ejerce la Seguridad del Estado contra ella para que desista, junto a las mujeres de los 75, en sus demandas de libertad inmediata e incondicional porque son inocentes. 

Si a dos de las esposas de los 5, Estados Unidos no les otorga visas por sus supuestos vínculos con la policía política, el gobierno cubano somete a las madres, esposas, hijas, hermanas y tías de los 75 al acoso permanente, y les impide viajar al exterior, incluso para asistir a la ceremonia para recibir el Premio Sajarov a la Libertad de Conciencia que les otorgó el Parlamento Europeo en 2005.

Afortunadamente las mujeres de los 5 pueden viajar por todo el mundo, incluido los Estados Unidos. Todas somos sufridas cubanas.

Me pregunto cómo podrían explicar su actitud los congresistas al afrocubano Miguel Valdés Tamayo, que con 49 años murió en un hospital de La Habana, el 10 de enero de 2007, porque  en la prisión su corazón se desgarró y la licencia extrapenal le llegó muy tarde para sobrevivir, pero en momento oportuno para que no falleciera en prisión. 

Aparentemente nuestros presos, y luchadores por los derechos humanos y la democracia somos las “bajas colaterales” causadas por los visitantes, incluidos congresistas, senadores y personalidades norteamericanas. Para lograr ser recibidos, prefieren aceptar la nueva estrategia del totalitarismo.  Es muy doloroso, porque la mayoría deseamos la reconciliación del pueblo cubano separado por el Estrecho de Florida, la amistad entre los pueblos cubano y norteamericano, y la paulatina normalización de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos, pero sobre la base de los principios y la objetividad.  Esperemos que los congresistas afroamericanos, a quienes respeto, no sean defraudados por la manipulación del cincuentenario poder absoluto.