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Nuevos conversos

Jorge Olivera Castillo, Sindical Press 

LA HABANA, Cuba, abril (www.cubanet.org) - Cincuenta jóvenes se acaban de bautizar en Nueva Gerona, capital de Isla de la Juventud. Son los nuevos feligreses de la religión oficial, y se sabe que juraron lealtad absoluta a la fe que guiará sus vidas a partir de ahora. El júbilo absorbió sus sentimientos. Hubo lágrimas y un sinfín de emociones como muestra de una felicidad pura.

Todos son creyentes en la ideología comunista. Así lo consignaron en un acto donde se les entregó el carné de la militancia junto con un abrazo de bienvenida. Por último, no faltaron las exhortaciones a cumplir con el deber de defender a la Patria y evitar que nadie vaya a poner otros santos en el altar de la Revolución.

La inocencia de los conversos es tangible. Por obra y gracia de un persistente trabajo de captación caracterizado por el empleo de eficaces tácticas proselitistas, el medio centenar de jóvenes accede a participar en una  de las mayores organizaciones políticas cubanas.


No tienen la edad suficiente, ni las herramientas necesarias para ver las abolladuras de un producto que le venden como nuevo y con certificado de calidad. ¿Cómo convencerlos de que la Patria nada tiene que ver con ese partido del que seguramente muchos serán futuros militantes?, ¿En qué términos podría explicárseles, sin ser tildado de contrarrevolucionario, que todo esos logros promulgados a diestra y siniestra no son más que alardes teóricos con escasa incidencia en la práctica?

En Cuba es difícil sustraerse de los efectos propagandísticos creados con la finalidad de manipular la voluntad y los deseos del ser humano. En la escuela, en el centro de trabajo, en el vecindario, en los medios de comunicación y hasta en el seno familiar, se originan los mensajes directos y subliminales, con la idea de reproducir un estado de opinión favorable hacia el partido y la juventud comunistas, con sus estructuras de dominación y control de las actividades sociales, políticas, económicas y culturales.

A pesar de un entorno enajenado y lleno de fastidios, algunos dominados por el absurdo y la estupidez, mucha gente se resiste a observaciones objetivas que redunden en rompimientos o dudas en relación con lo que se dice desde las tribunas y lo que sucede cotidianamente.

Es complicado hacer una valoración exacta de algo que es parte del surrealismo. Es ampliamente verificable, tras medio siglo de experiencias, que el comportamiento del ser humano puede ser alterado y adecuado según convenga. Basta con el control mediático, la eliminación constitucional del disfrute de los derechos fundamentales, el unipartidismo y la creación de una red de vigilancia ciudadana para detectar complots y disparatadas conspiraciones. .

Es oportuno considerar que las circunstancias condicionan actitudes. Aquí es lícito pensar en acuerdos no escritos entre las víctimas y el victimario. Hay un juego de apariencias para esquivar los demoledores golpes del poder absoluto. Salir de las trampas tendidas por el partido es un proceso que requiere tiempo, valor y determinación.

Sin caer en generalizaciones, muchos de esos jóvenes se convertirán en apóstatas de esa fe por la que juran dar lo mejor de sí mismos, incluso hasta la vida, al margen del desencanto y los anhelos de abandonar las máscaras. 

Todavía son muchos los confundidos e indiferentes. En la lista no podía faltar la muchedumbre de pusilánimes. Estos son capaces de hacer cualquier cosa por una ideología a la que cubren de denuestos en la intimidad.

En público, si se lo piden, golpean y descalifican a los que se atreven a saltar las vallas de la censura. ¿Alguno de los cincuenta convertidos al comunismo pertenecerán a esa fauna? Me inclino a pensar que por ahora son fieles devotos de la religión oficial. Un detalle para cuidarse de sus instintos. Los feligreses de esas características son más peligrosos que los adscritos a la pusilanimidad. Sobran ejemplos para corroborarlo.