Salvar
a Margarita
Juan González Febles
LA HABANA, diciembre (www.cubanet.org) A Margarita van a desalojarla.
Se trata de las autoridades y de la Ley General de la Vivienda. Es más
sobre como viven los cubanos anónimos de a pie en Cuba. Nos habla
de “humanismo revolucionario” y de castrismo cotidiano.
Margarita Fernández Pérez conoce bien a la adversidad.
Ha visto su rostro en la sonrisa a medias de su hija menor.
Margarita penetró ilegalmente en una vivienda. Como fuera de
Cuba, esto dice poco o dice sin decir, amerita explicaciones. De otra
forma se trataría de un mero “no decir” o de algo
peor: mentir.
Desalojar de una vivienda a un desfavorecido, es algo bien conocido
en la Cuba antes de Castro. Eliminar esa práctica fue una de
las razones –si es que las hay- para su revolución. Al
menos eso dijeron en aquel momento de mentir y prometer. En la actualidad
se desaloja con mayor crueldad. Pero la palabra específica fue
borrada del vocabulario oficial.
Entonces, en Cuba hoy no se desaloja, se extrae. Esto no es lo mismo
en el mundo de las palabras y los discursos vacíos, pero es patéticamente
igual en la práctica y en la inexorabilidad de los hechos.
Margarita convivía con ratones y alimañas en un pequeño
garaje adaptado como vivienda. Cuando llueve, el local se inunda. Si
se mira de lejos, se siente que se está frente a una ratonera.
De cerca, no se sabe como un ser humano puede sobrevivir en tan terribles
condiciones.
El caso es que Margarita vivió así 22 años, en
compañía de sus dos hijas y su esposo. Es tanto el tiempo,
que no recuerda exactamente cuándo comenzó todo. Ni ella
ni ninguno de los suyos han contraído aún una posible
leptospirosis. No olvidar que viven en medio de aguas negras y pestilencias.
Eso y una incomprensible confianza en Dios, constituyen su única
lección de buena suerte.
La hija menor se llama Giselle Outeriño Fernández. Tiene
diez años y padece una enfermedad degenerativa terminal. Es un
vegetal que se babea y sonríe a veces por motivos no determinados.
Aunque hay cosas que no se dicen por pudor, la verdad que no se dice,
pero se conoce, es que las autoridades no le han asignado una vivienda
decorosa, porque esperan que el vegetal se marchite y muera.
Margarita vive en Lawton. La “casa-ratonera” en que vivió
se encuentra en la calle D entre calle Armas y calle Manuel Pruna. En
esta Isla de unanimidades, los vecinos de Margarita, eso que llaman
el pueblo, no quiere que sea desalojada. Pero las autoridades del Instituto
Nacional de la Vivienda no opinan lo mismo.
Dulce Maria es la jefa de zona del Instituto de la Vivienda a nivel
local. Se negó a dar su apellido. Le exigió a Margarita
que saliera de la casa que ocupó ilegalmente.
Ileana es la directora del Instituto de Vivienda a nivel municipal en
el municipio Diez de Octubre, también se niega a dar su apellido.
Ella es más explicita, alega que la casa en litigio debe pasar
al Fondo Provincial de Viviendas.
De este Fondo Provincial salen algunas de las viviendas de algunos dirigentes.
Se les asignan como recompensa a sus concubinas. Algunos entre ellos
tienen una vida extramarital muy activa.
Este trabajo informa sobre una de las tantas injusticias que son carne
y sustancia de la vida en Cuba. No se trata de un trabajo investigativo
sobre corrupción. Aunque el Instituto Nacional de la Vivienda
es uno de los organismos del estado con mayor incidencia en este tema,
el objeto de este trabajo es la tragedia de Margarita y no la corrupción
en el Instituto Nacional de la Vivienda.
Si a lo largo y ancho de este mundo alguien quiere ayudar escriban,
envíen e-mails a la presidencia del Instituto Nacional de la
Vivienda, y a la Asamblea Nacional del Poder Popular.
Los diputados a la Asamblea Nacional de la zona de Margarita, son unos
perfectos desconocidos para los vecinos que supuestamente votaron por
ellos. Son más receptivos con e-mail llegados desde fuera de
la Isla, que con sus electores. La opinión de los vecinos de
Margarita ya la conocen, pero tienen otras prioridades. Siempre han
sido así.
Si en esta época de amor que es la Navidad para el mundo, alguien
quiere ayudar a Margarita, una madre cubana que vive en Lawton, que
lo haga. Viene bien desde una silla de ruedas hasta una lata de leche.
No olvidar que Margarita recibe como ingreso oficial mensual 225 pesos
como madre cuidadora”. Esto equivale aproximadamente a 8 dólares.
Los males de los cubanos, vienen de arriba. Nacen en un punto indeterminado
que se mantiene equidistante entre la indiferencia, el egoísmo
y la crueldad de los que mandan hoy en Cuba.
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