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Retretas y rumbas Leafar Pérez LA HABANA, Cuba, diciembre (www.cubanet.org) – Casi siempre se identifica a una nación por su música y las tradiciones vinculadas a la misma. Decimos tango y pensamos en Argentina, samba y aparece Brasil. Los cubanos somos pródigos en crear géneros musicales, desde el danzón hasta el son, pasando por la el cha cha cha, el mambo y la guaracha. Las retretas surgieron hace más de siglo y medio. Estas bandas de conciertos cultivaban el mejor género musical de su tiempo. Para los pueblos pequeños era un orgullo tener su propia banda de conciertos. La sinfónica de los parques, como se les conoce, interpretaban polcas, pasodobles, danzones, contribuyendo de esta manera a que ricos y pobres, negros y blancos, citadinos y habitantes de pueblos pequeños pudieran disfrutar de lo mejor de la música. Una anécdota muy famosa refiere un hecho ocurrido durante las gestas independentistas relacionado con una retreta. En 1872, el General Calixto García, al atacar la ciudad de Holguín ocupó los instrumentos de la banda municipal, pues sus integrantes, a pesar del tiroteo, no dejaron de tocar el concierto planificado. En 1940, Walt Disney visitó La Habana y filmó a los rumberos en los solares habaneros. Los dueños del exclusivo hotel Nacional tuvieron que permitir que negros tamboreros tocaran para los sonidistas que acompañaban a Disney, música que después se incorporó a varios de sus dibujos animados. Este género musical convirtió a los solares en templos donde se reunían los más afamados rumberos como Chano Pozo o personajes como Malanga y Papá Montero. La cultura cubana puede enorgullecerse de que las mujeres fueran las que lograron que el mundo se enamorara de la rumba y que se relegara la idea de que era música de negros y marginales. Rita Montaner, Celeste Mendoza, Merceditas Valdés y la inolvidable Celia Cruz pasearon la rumba por los más distinguidos escenarios internacionales. En la década del 90, con la apertura al turismo nos dimos cuenta que los extranjeros sabían más de la rumba que nosotros, y precisamente el folclor fue el que incrementó el turismo del país. El gobierno vio en nuestras tradiciones más autóctonas un negocio extraordinario, sobre todo por lo barato de la inversión: dos negros, dos tambores, ropa adecuada, muchos collares, un tabaco y una criolla bailando con movimientos tentadores. De ahí que se le diera la importancia requerida y pasara a ser prioridad nacional que en cada rincón de la isla con afluencia de visitantes extranjeros, no deben faltar rumberos, soneros y hasta santeros del gobierno ofreciendo misas espirituales.
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