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María Luisa y Pedro

Luis Cino


LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Camiones cargados de milicianos cruzaron mi niñez. Armados con fusiles FAL, los conducían “a un lugar de Cuba” para enfrentar una agresión que invariablemente anunciaban era inminente. A veces, cantaban la canción del Quinto Regimiento. La conocía bien. Se la oí muchas veces a María Luisa.

Crecí oyendo historias de la Guerra Civil Española. María Luisa Laffita y Pedro Vizcaíno, dos héroes de mi infancia, pelearon en el bando republicano. Alguna vez, soñé que asaltábamos juntos el Cuartel de la Montaña. Grité con ellos: ¡No pasarán! Combatí contra los fascistas en Belchite. Agazapado en el fondo de una trinchera, oí las explosiones de las bombas que lanzaban los aviones nazis de la Legión Cóndor.

María Luisa y Pedro, dos cubanos fundadores del Quinto Regimiento, trabaron amistad con mis abuelos paternos durante la lucha contra la dictadura de Machado. Mientras vivieron, fueron como hermanos.

Cuando los conocí, eran dos cariñosos y simpáticos ancianos que visitábamos a menudo. María Luisa, empeñada en no envejecer, exageraba el maquillaje y confesaba que su secreto contra las arrugas era no lavarse la cara con jabón.

Vivían con varios perros en una casa oscura, poco ventilada y atestada de libros, en la calle San Miguel, en Centro Habana. La casa, por mucho que se esforzaban con la limpieza, siempre apestaba a orines de perro. Pero mis hermanos y primos la pasábamos bien allí. María Luisa nos preparaba meriendas, cantaba canciones al piano (era profesora de música) y hacía relatos de la guerra.

Fue a través de sus recuerdos, que me familiaricé de pequeño con los nombres y las historias de La Pasionaria, Tina Modotti, El Campesino y Vittorio Vidali. También de las anécdotas de las luchas contra Machado y Batista. Me infundía miedo la historia del Viejo García que durante más de 30 años ocultó en una pared de su casa los huesos de su jefe, Antonio Guiteras.

Al padre de María Luisa lo mataron los porristas. Su grupo fracasó en un plan para dinamitar el cementerio de Colón. Pretendían volar a Machado y las principales figuras del régimen cuando asistieran al sepelio de un senador al que previamente habían asesinado.

María Luisa y Pedro se casaron en los azarosos días de 1934. El nacimiento de su hijo no logró apartarlos de la lucha. En 1935, fueron dos de los principales organizadores de la huelga de marzo. Tras el fracaso de la huelga, el matrimonio y el niño se fueron a España con los hombres del coronel Pedraza pisándoles los talones.

La defensa de la República Española fue su apoteosis revolucionaria. Cuando el Partido Comunista Español creó el Quinto Regimiento de las Milicias Populares, Pedro fue uno de sus fundadores. Vittorio Vidali, que entonces se hacía llamar Carlos, era el comisario político del regimiento.

María Luisa se incorporó como enfermera al Socorro Rojo. En un hospital de la retaguardia atestado de heridos, trabajó con la bella y enigmática fotógrafa, conspiradora internacional y ex amante de Julio Antonio Mella, Tina Modotti. También entabló amistad con otra enfermera, María Valero, la popular actriz que moriría, una noche de eclipse, atropellada por un carro en la Avenida del Puerto.

María Luisa y Tina eran como hermanas. Armadas con pistolas, se turnaron durante varias semanas en el cuidado de la líder comunista Dolores Ibárruri, La Pasionaria, que convalecía de hepatitis.

María Luisa y Pedro regresaron a Cuba, vía París, tras la derrota republicana en 1939. El golpe de estado del 10 de marzo de 1952 rompió la vida pequeño burguesa de un matrimonio de clase media que creía enterrado su pasado violento. En 1957, se incorporaron al Directorio Revolucionario.

Como activista del Departamento de Orientación Revolucionaria de la Universidad de La Habana, María Luisa Laffita escribió varios libros. Mi dolorosa decepción con ella, una amable figura de mi infancia, comenzó cuando leí “Dos héroes cubanos en el Quinto Regimiento” (Editorial de Ciencias Sociales, 1980).

El libro narra las biografías de Alberto Sánchez y Moisés Raigorodsky. Los dos llegaron a comandantes del Quinto Regimiento. Uno murió en la batalla de Brunete. El otro, en Alcalá de Henares. Ambos tenían 22 años.

La autora detalla las hazañas de Alberto Sánchez como miembro de la organización terrorista TNT, de la que Pedro Vizcaíno era uno de los jefes. Narra, por ejemplo, como en 1934, Alberto y Pedro colocaron una bomba en un mostrador de la tienda La Casa Grande, que luego sería el Ten Cent de Galiano. Aprovecharon que Alberto era miembro de la Policía Técnica y cuidaba la tienda. “Dolorosamente hubo heridos muy graves”, escribió María Luisa, “pero no quedaba más remedio que usar métodos terroristas, ya que los dueños desatendían todas las demandas justas hechas por los obreros”.

Otra bomba que hicieron explotar los guiteristas de TNT, también en 1934, destruyó totalmente el periódico El País y la vecina iglesia de Monserrate.

Es triste descubrir que los héroes de nuestra infancia no eran precisamente los románticos justicieros que una vez admiramos.

María Luisa y Pedro referían emocionados su reencuentro en La Habana con Vittorio Vidali en 1976. Vidali fue invitado por Fidel Castro al acto por el Primero de Mayo. Demoré muchos años en saber que Vidali, amante también de la bella y promiscua Tina, fue acusado por la policía mexicana de estar implicado en el asesinato de Julio Antonio Mella.

Pedro Vizcaíno acribilló a balazos en La Habana a Pepe Griñat, el asesino de Mella. Todavía se discute si Griñat mató a Mella por órdenes de Gerardo Machado o del Partido Comunista Mexicano, que lo acusaba de trotskista.

Vidali se quedó con Tina. Con identidad falsa, la acompañó en el barco que la condujo deportada a Europa. Reaparecieron, al servicio de Moscú, en la guerra española. El resto, lo narra Elena Poniatowska en “Tinísima”.

Pedro murió en pleno período especial, María Luisa en diciembre del 2004. Jamás comprendieron por qué cayó el Muro de Berlín y se desintegró la Unión Soviética. Las dudas que nunca se atrevieron a confesar, fueron la penitencia por sus pecados violentos.