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El enemigo en la casa Jorge Olivera Castillo, Sindical Press LA HABANA, Cuba, noviembre (www.cubanet.org) - Varadero se embellece por dentro y por fuera. Las remodelaciones, la limpieza, los retoques al mobiliario, el saneamiento de arenas y rincones. Todo marcha de maravillas. Es lógico. En esos perímetros son otras las leyes, otros los compromisos, diferentes las perspectivas. Allí los proletarios tienen fe en causas más tangibles que ese marxismo tan fugaz como el suspiro. El credo que abunda está escrito con un alfabeto sin las peculiaridades de la ideología comunista. Se reza porque vengan más turistas, preferiblemente dadivosos y sensibles a esas historias tercermundistas contadas en primera persona. A discreción deben saber el intríngulis de las tragedias personales de esos camareros dispuestos a servir en bandejas de plata las mejores ofertas culinarias y a ponerle delante de los ojos la realidad cruda, con los aderezos propios de quien se desdobla en una multiplicidad de roles con tal de ganarse el pan en ese reducto del paraíso. Gerentes y subordinados se disputan, de acuerdo a su categoría, el pastel de dólares o euros. Hay material para darle movimiento al motor de la esperanza. Este año se espera una notable invasión de visitantes foráneos. Según partes oficiales la cifra se estima en dos millones. Sobre estas valoraciones se edifican planes de todo tipo. Mayores propinas para invertir en algún negocio ilícito, superiores posibilidades de obsequios, máxima optimización para el ejercicio de la estafa, aumento del margen para trabar amistades y conseguir una carta de invitación, y echar los primeros cimientos para concretar un matrimonio fraudulento, pero de máxima utilidad en el intento de residir permanentemente en cualquier parte y venir de visita.
Varadero, desde la década del 90 del siglo XX, cayó en manos del capital. Desde entonces no hay discurso patriótico que rompa ni tan siquiera una ventana, ni arenga revolucionaria que traspase el blindaje del principal emporio turístico de la Isla. Muchos de los huéspedes que se esperan en la temporada alta, que comienza en diciembre y concluye en abril, terminarán convenciéndose de que Cuba no es ese país que la prensa occidental describe como un enclave perdido en las neblinas de la ineficiencia y la represión. Para que no alberguen la menor duda, los hoteles Tuxpan, Oasis, Las Morlas y Breezes Varadero están bajo los efectos de una brigada de reparación y embellecimiento. Deben estar disponibles cuanto antes. Seguramente en Toronto, Roma, Londres o París se encuentran los inquilinos. De cierta forma este sitio de esparcimiento (para extranjeros) contribuye a romper con el molde socialista que todavía proclaman políticos y monigotes. La diferencia de clases está a la vista. El flujo de divisas para mantener el status quo, basado en códigos de libre mercado a la usanza tercermundista y con las degradaciones propias de una espontaneidad al margen de normativas legales, está garantizado. Hay economía sumergida, descontrol e ilegalidades para rato. A decir verdad, esas parcelas de relativa abundancia han menguado el alcance de una publicidad cada vez más anacrónica. Insistir en que se construye el mejor proyecto social del orbe, es rendirle honores a la fábula. Poco a poco el capitalismo se come a la revolución. Eso sí, la digestión, por ahora, es lenta. La boca del capital todavía es pequeña, pero las cosas podrían cambiar más rápido de lo esperado, y Cuba no es China. Para disgusto de los patronos no hay marcha atrás. Emprender el camino de retorno es decisión de locos. En sus trajines de buscar soluciones a medias entre las malezas de la ortodoxia, ¿habrán extraviado la cordura? |