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Anoche tuve un sueño

Mario J. Viera 

PORT CHARLOTTE, Florida, octubre, www.cubanet.org -Anoche tuve un sueño. Era un sueño raro. Soñé que yo estaba en Cuba, que había ido de visita a Cuba; algo que nunca ha pasado por mi mente, por lo menos mientras rija el régimen de los Castro. Me encontraba dentro de una oficina del Estado, como si estuviera esperando para ser recibido por algún funcionario. No sé qué hacía en aquel desolado local. No había ventanas. El ambiente, lóbrego.

Me encontraba sentado en un largo banco recostado contra una pared de terrosa pintura. A mi lado se sentaba un señor, quizá de 50 o tal vez de 60 años. Llevaba sobre la cabeza un sombrero. Era un hombre taciturno. Mulato. Estaba acompañado con un hombre joven que apenas pude precisar sus facciones y que presumo era su hijo.

Sin volver su rostro hacia mí le escuché quejarse de lo mal que lo pasaba. Se sentía frustrado.

Me volví hacia él y le dije que estaba en nuestras manos el librarnos de toda esa desgracia que se ha cernido sobre la sociedad cubana.

─No sé como ─ Me contestó sin dirigirme su mirada.

─¡Una huelga general! ─ le dije.

─¡Ah, eso es imposible! ─ me contestó, siempre sin volver su rostro hacia mí ─ Siempre habrá quienes por miedo se nieguen… Sería tremenda la reacción… Sacarían los tanques…

─Pero nada pudieran hacer los tanques si ese día la gente decidiera quedarse encerrada en sus casas, dejando las calles vacías, paralizando el transporte ¿Se imagina a La Habana vacía, sin un alma en la calle?

Y mi sueño me transportó entonces sobre La Habana como si la viera desde un avión. Todas las calles desiertas. El viento moviendo los papeles sobre el piso… Se interrumpió mi sueño.

Bien sé que, como diría Calderón de la Barca, los sueños, sueños son; pero no deja de ser un sueño hermoso, esperanzador. Una huelga general es una labor titánica que debe ser conducida por líderes decididos y con el carisma necesario para mover multitudes. Los uruguayos se deshicieron de la junta militar sin siquiera hacer un disparo y sin recurrir a los guerrilleros tupamaros. Encerrados en sus casa hacían sonar cazuelas, día tras día, noche tras noche.

Hasta bajo una dictadura militar de derecha hay posibilidades de que actúen los líderes. Bajo el totalitarismo castrista, los potenciales líderes se encuentran en las cárceles o han sido obligados a acogerse al exilio. Para los Castros no existen enemigos pequeños, a todos los encierra, como ha encerrado a Biscet y a tantos otros. La duda está aferrada en cada mente, todos dudan de todos. El policía, el agente de la Seguridad del Estado siempre está presente en la mentalidad del cubano. La juventud, desencantada no confía en la política ni en los políticos. Solo oníricamente puede concebirse una acción cívica tan dramática como una huelga general que deje vacías las calles de La Habana y sacuda las estructuras del sistema.

Pero… ¿acaso no es una posibilidad?