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El Congreso del PCC y  el regreso de los timbiriches

Nelson Núñez Dorta

QUERÉTARO, México, noviembre, www.cubanet.org -Para salvar su llamado “socialismo” la dirigencia partidista cubana está muy necesitada hoy, más que nunca antes,  de ese “capitalismo” que tanto dice odiar.

A Fidel Castro parecería importarle muy poco lo que sucede en Cuba, pues en la actualidad el dictador vitalicio está dedicado por entero al análisis y las predicciones sobre la situación internacional y ha dejado la “papa caliente” en manos de su hermano menor.

Resulta  contrastante que mientras Castro I, escribe “…lo peor de la crisis actual es que las medidas tradicionales del sistema capitalista imperialista han sido ineficaces….”; su hermano, Castro II, plantea aplicar  medidas de corte capitalista para solucionar los problemas de Cuba y afirma que las ideas de Fidel “siempre estarán presentes”.

Pero no creo que existan contradicciones, Raúl,  históricamente sometido a la voluntad de quien es y continuará siendo hasta que la muerte le dé baja natural, el Primer Secretario del PCC, acepta el papel que le ha tocado para intentar salvar una nave que se va a pique y preservar la imagen de intachable luchador anticapitalista y antiimperialista  de su querido hermano mayor.

Las medidas que el castrismo está tomando dejan muy claro que, después de medio siglo de atrincheramiento ideológico, el experimento económico de Fidel Castro fracasó y su aplicación ha sido tan desastrosa que, según las propias palabras de Raúl Castro, “no queda otra alternativa que aprobar los cambios”, que  de hecho ya se están implementando sin esperar a la discusión del próximo congreso partidista.  
Sabemos que la reunión de los comunistas cubanos, busca únicamente dar la imagen de una aprobación en bloque después de un “democrático debate”.

Las medidas que se proponen aplicar,  son una pequeña muestra de las que están recogidas en los millones de planteamientos, que se recopilaron, cuando Raúl invitó al pueblo a expresarse sin miedo, ideas que costaron  a no pocos cubanos el ser apartados,  reprimidos y recluidos en prisión, por haberlas expresado antes, sin la debida autorización oficial.

Quizás las formulas económicas capitalistas no han sido la panacea, para los problemas de la humanidad, pero la alternativa comunista, siempre que se ha implementado ha terminado siendo un verdadero desastre

El castrismo, que pretendió sobrevivir a la desaparición del bloque comunista, erigiéndose guardián mundial de las ideas de Marx, Engels y Lenin, hoy necesita más que nunca del capitalismo, aunque  no dejen los castristas de repetir que los cambios son para perfeccionar el socialismo.

Para mí, queda  claro, la finalidad de la vieja cúpula es  mantener el dominio y el control del gobierno, pues perderlo  es lo único que no quieren.

Hace poco, en un desliz mental,   Castro  dijo que su experimento económico y político no había dado resultados, mas tarde intentó enmendar la plana, pero ya estaba dicho y publicado mundo. Esa es quizás una de las más contundentes verdades entre las pocas que el dictador  ha pronunciado.  
   
Pues bien, ha llegado el turno los “timbiriches”. El conteo regresivo del castrismo de vuelta al capitalismo y la necesidad de la  aplicación de este último en la producción de bienes y servicios, se reafirma con la propuesta para el renacer de los “timbiriches y timbiricheros”, calificativo que fue  dado en 1968, en tono despectivo por Fidel Castro, a los pequeños  negocios privados y a los cubanos que los regenteaban.

Recordemos el ataque del gobernante cubano a un numeroso grupo de honrados trabajadores, en su discurso del 13 de marzo de 1968:
:
 “….Subsiste todavía una nata de privilegiados, que medra del trabajo de los demás y vive considerablemente mejor que los demás, viendo trabajar a los demás. Holgazanes con perfectas condiciones físicas, que montan un timbiriche, un negocio cualquiera, para ganar 50 pesos todos los días…. “
 
De esa forma denigrante, se refería Fidel Castro a hombres y mujeres que mantenían a los suyos desplegando iniciativas en pequeños negocios. Esos cubanos, despojados de sus negocios, pasaron obligatoriamente a engrosar las ya infladas plantillas de un régimen que jamás  pudo igualar en calidad y eficiencia los servicios que en esas pequeñas y modestas empresas brindaban.
 
Ahora el castrocomunismo se ve obligado, y es bueno que así sea, a liberar de su tutela, en un año, al 20% de la fuerza laboral del país y les ofrece a esos trabajadores, el milagro de vivir gracias a las pequeñas empresas privadas. Las mismas que una vez consideró un atentado a la “moral revolucionaria”. El estado se trasformará de “padre generoso y protector” en inflexible recaudador de altísimos impuestos.
 
Con las medidas que se anuncian, sabemos que, el nivel de iniciativa y la capacidad de inversión de los cubanos en su patria, será en extremo limitada. La mayor apertura y facilidades se darán al capital extranjero.
 
Los Castro y su camarilla no asumen estos cambios de buena voluntad, sino por falta de financiamiento; no los anima el permitir que los cubanos, todos, volvamos  a ser dueños de nuestro país, al contrario, pretenden continuar ellos al mando. Ya lo recalcó su Ministro de Economía y Planificación, quizás el de más peso especifico en cuanto a los cambios:

"…No hay reforma, es una actualización del modelo económico. Nadie piense que vamos a ceder la propiedad, la vamos a administrar de otra forma….".
 
Pero aunque no lo quieran los comunistas,  el regreso de los “timbiricheros y timbiriches”, abre un  camino por mucho tiempo prohibido a los cubanos y también  una nueva forma de pensar, que hará que depender de un estado dominante y totalitario para vivir, sea cosa del pasado. El estado será el que necesitará para subsistir, cada día más, de la iniciativa independiente de sus gobernados. Esto implica una nueva visión de la vida.

Ese padre supuestamente generoso, proveedor y con derechos de autoridad total, ya  no podrá imponer sus condiciones con tanta facilidad.
 
Las reformas harán aun más evidente que el régimen castrista, en su fallido experimento comunista, ha sido el más  ineficiente administrador y mayor dilapidador de los bienes y recursos de nuestra nación.