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El detalle indigno de una exhumación

Miguel Saludes

MIAMI, Florida, diciembre, www.cubanet.org -No ha transcurrido un año de su muerte y el cadáver de Orlando Zapata se verá expuesto a la luz antes de lo comúnmente es usual en Cuba. En el país las exhumaciones se establecen a partir del segundo año del enterramiento. En el caso de los restos de Zapata el plazo de adelantó de manera excepcional.

La propuesta de salir del país hecha a Reina Luisa, la madre del preso de conciencia muerto tras prolongada huelga de hambre, fue aceptada  por  ella bajo  una condición. Sólo abandonaría el suelo patrio llevando consigo los huesos del hijo que engendró en su s entrañas y que el régimen totalitario le arrebató cruelmente.

La madre del mártir por la libertad había puesto en un trance difícil a quienes se empeñan en sacar del país a una mujer que se ha convertido en la prueba más fehaciente de la represión instituida por la dictadura castrista. Las constantes peregrinaciones de la doliente a la tumba donde descansa n los restos sagrados del hijo, encontraron una enconada respuesta agresiva por parte de la turba pro dictatorial, dirigida y tolerada por las autoridades políticas y policiales del régimen.

Sacar del escenario ese testimonio vivo que grita en la cara de los esbirros la violación que ellos hacen de los derechos humanos, se hizo una prioridad para el poder. El prerrequisito que parecía, sino imposible al menos difícil de cumplir en corto plazo, fue resuelto con inusitada prontitud. El gobierno cubano autoriza la exhumación temprana, antes de los dos años reglamentarios, de Orlando Zapata y su incineración para que su madre y acompañada por el resto de sus hijos y nietos, se marche del país. Para darle connotación al gesto macabro, encargaron la tarea a un destacado forense cubano. El mismo que identificara los restos de Ernesto Guevara y sus compañeros en Bolivia. 

No existe parangón en la historia cubana con este hecho. Reina Luisa Tamayo alega que nunca se hubiera ido de Cuba. "Siento tener que abandonar mi país prácticamente por la fuerza. Mi objetivo en estos momentos es salvar a los hijos y nietos que me quedan.” Es una noble razón la que inspira a una madre a salir con los hijos que le quedan y las cenizas de uno de ellos, por el temor de que los sobrevivientes corran igual suerte del que enfrentó la injusticia establecida. ¿Quién puede criticarla¨?

Ciertamente Reina Luisa Tamayo tiene todo el derecho de irse de Cuba. Un derecho que se torna comprensible por las razones que rodean una determinación que merece respeto para quien la toma y el repudio para los que la provocan con sus acciones y actitudes.

Lo que sí es indigno es que aquellos que quitan la libertad y la vida a quienes se les oponen de manera pacífica, arremetan además contra los seres queridos- madres, esposas e hijos- de sus víctimas. Que al vejamen, los atropellos y las amenazas agreguen aplicar la táctica del exilio forzado bajo las circunstancias que ellos mismos crearon mediante el terror, es realmente un detalle inédito en Cuba.

No hay paralelos de una actitud similar en la dictadura que antecedió a los adalides de la Revolución que prometieron levantar una Cuba diferente. Las madres de los mártires masacrados por la dictadura batistiana no soportaron afrenta similar a la resistida por Reina Luisa y muchas compatriotas. La brutalidad capaz de torturar y matar, se abstuvo entonces de reprimir el dolor materno que se manifestaba abiertamente contra los verdugos. Ellas no tuvieron que considerar irse al exilio junto a las cenizas de sus muertos. Las madres de Frank y Josué País, José Antonio Echevarría o Sergio y Luis Saíz, salieron a las calles vestidas de luto, sin dejar de señalar con dedo acusador a los asesinos. Nadie les impedía ir al lecho donde reposaban  los cuerpos mortales de los mártires.

Los represores de esta época decidieron aventajar a sus antecesores. No solo han perfeccionado los métodos de quebrantamiento, además de matar los cuerpos se han propuesto aniquilar los espíritus. No perder el control ha sido su prioridad. Y para ello no dudan en silenciar el dolor de una madre al que arrebataron lo más querido. Para que esa voz no contagie de valor y coraje las almas adormecidas de una sociedad atenazada por el miedo, no vacilan en desenterrar cadáveres molestos para que se marchen del país, aunque sea en forma de cenizas.