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Ni lo uno ni lo otro, todo lo contrario

Vicente P. Escobal

MIAMI, Florida, agosto, www.cubanet.org -Cuba se ha convertido en el país de las dualidades profundas y perpetuas:   dualidad monetaria,  dualidad moral  y ahora  gubernativa.

¿Sobre quién descansa  hoy  la responsabilidad del poder en Cuba?

Según la constitución política del estado, el poder  lo ejerce el pueblo a través de los llamados órganos  del  Poder Popular,  un aparato burocrático que ha demostrado no poseer mucho poder ni ser tan popular.

Durante   el período en el que “gobernó”  el general Raúl Castro, muchos llegaron a creer que se producirían importantes transformaciones políticas, sociales y económicas.  Al menos era eso  lo que se derivaba de sus entusiasmadas  alocuciones.

“Raúl es diferente, es más pragmático, más organizado, mas familiar”.  Se llegó a decir, incluso, que entre él y su hermano siempre existieron discrepancias sobre la forma en que se conducía el país y se construyó  alrededor de su figura una profunda  mitología.

Su hija salió a las calles encabezando ruidosas manifestaciones tratando  de reivindicar el derecho de los homosexuales  a espacios amplios y plurales en la sociedad.  Los cubanos pudieron disfrutar  de la telefónica celular y acceder a las instalaciones turísticas. Todo parecía indicar la inminencia  de una transformación en el cotidiano quehacer de los habitantes de la mayor de las Antillas.

El diálogo con  la jerarquía católica, la excarcelación de un grupo de opositores políticos, la autorización a  marchar sin atropellos a  las Damas de Blanco, conformaron un cuadro de expectativas que acapararon  la atención, incluso,  de la comunidad internacional  y promovieron los más delirantes análisis y pronósticos.  Para muchos  el final del castrismo estaba al doblar de la esquina.  Cuba estaba a punto de reconquistar  la libertad y la democracia.

Pero al igual que los aguaceros estivales,  el entusiasmo se fue diluyendo lentamente y una nueva realidad afloro en el horizonte político de la Isla.
 
Reapareció el Comandante en Jefe.

Y lo hizo con el  exclusivo  propósito de liquidar ilusiones, proyectos transformadores  y esperanzas.

La imagen de  un anciano convaleciente dedicado a escribir reflexiones  y a  recibir ocasionalmente  a algún visitante extranjero no encajaba en su megalomaníaca  personalidad.

Castro sufría de  una gran añoranza  por  su  escolta,  su  dócil  Equipo de Coordinación y Apoyo,  los  aplausos de las multitudes y hasta los semáforos cambiando a la luz verde cuando  su exuberante convoy de Mercedes Benz  recorría las calles de La Habana.

Resultaba inaplazable regresar al poder,  demostrarles a todos que su hermano es un pusilánime y una marioneta,  un payaso que prefiere la guayabera  o  el saco y la corbata. Y, sobre todo, recordarle que sus laureles  constituyen  una ofrenda familiar.

¿Qué es lo realmente primordial para  Fidel Castro?  ¿Le interesa, acaso, el bienestar y la felicidad de los cubanos? 

Lo esencial para Fidel Castro es abrumar  a  la sociedad cubana, sin importarle en lo más mínimo su bienestar ni su felicidad.  La inminencia de una hecatombe nuclear  o de un cataclismo ecológico son subterfugios  para  corroborar su poder.
Fidel Castro, a pesar de su evidente deterioro físico y mental,  conoce la fragilidad de su régimen cuando éste se descarría  por   las sendas del debate, las promesas  y  la apertura,  aunque éstas  últimas  sean  más aparentes que reales. 

¿Constituye la  reaparición de Fidel Castro una estrategia diseñada por los afiebrados analistas de la contrainteligencia  o un pasatiempo  mediático  promovido por  el  Departamento Ideológico del  Partido Comunista? 
Ni lo uno ni lo otro. Todo lo contrario.