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Reaparición de la estrella en un Circo parlamentario

Miguel Saludes

MIAMI, Florida, agosto, www.cubanet.org -Fidel Castro reapareció en la Asamblea Nacional del Poder Popular, durante una reunión convocada por él, para hablar de la posible tercera guerra mundial. Fiel a su personalidad, el ex gobernante ha tomado como campaña la idea fija de la hecatombe nuclear, que según sus pronósticos desatará Estados Unidos de manera inminente. Los serios problemas nacionales que aquejan a los cubanos y que casi son equivalentes a las secuelas de una ofensiva aniquiladora, no ocupan lugar en la mentalidad egocéntrica del Comandante, que prefiere seguir figurando como estrella en el ámbito internacional hasta el último minuto de su vida.

Mientras Castro habla de las posibles consecuencias de la conflagración anunciada, a su alrededor se levanta el esperpento de una sociedad destruida, no por bombas o misiles enemigos, sino por el implacable ataque del sistema que el mismo implantó hace medio siglo. La economía en crisis, un deterioro ostensible en todos los niveles de las infraestructuras de producción y servicio; la fisonomía destruida que muestran ciudades y pobladores, o los efectos de la onda expansiva que ha dispersado a miles de cubanos por todos los rincones del planeta, no significan nada para el responsable en Jefe de este capricho cuyas consecuencias visibles exhiben sus huellas por doquier. 
  
Vistiendo su clásico verde olivo, aunque sin los grados distintivos de Comandante en Jefe, más que para analizar la situación del país o poner en marcha el levantamiento de una economía depauperada, Fidel hizo un llamado al actual presidente de Estados Unidos sobre la guerra que revolotea en su mente.

En medio de este panorama, digno de figurar en una narración macondiana al estilo real-maravilloso carpenteriano, ocurrieron intervenciones singulares. La más llamativa fue la del diputado y eminente músico Frank Fernández, quien se dirigió al Comandante para preguntar de qué manera podría hacerle llegar a Obama una misiva con las preocupaciones expresadas por Castro. No se sabe si la pregunta, viniendo de una persona culta e inteligente, denota la poca seriedad que revistió este evento o realmente es un signo alarmante del grado de quebrantamiento alcanzado por un Foro anquilosado, que se reúne por inercia o para cumplir con el reglamento, pero nunca para sesionar de la manera en que debe hacerlo un verdadero Parlamento.

Las imágenes me hacen recordar aquel apelativo burlón que apareció en el semanario humorístico cubano DDT sobre el parlamento cubano, al que cierto escritor denominó como Asamblea Nacional del Poder Papilar. Nada más exacto al referirse a una reunión plena de discursos retóricos, adulonerías y palabrería improductiva.

¿Pudo haber hecho otras preguntas el diputado Fernández?  Lo más seguro es que la respuesta sea negativa. Pero como representante del pueblo debió haber cuestionado sobre el inmoral sostenimiento de los permisos de entrada a su país que deben obtener los cubanos residentes en el extranjero. O pronunciarse sobre una necesidad cada vez  más acuciante en la sociedad que dice representar: la implementación de los cambios que a todas luces urgen.

No es difícil dirigirse al presidente de Estados Unidos. Basta con usar las vías del correo postal o electrónico. Así de sencillo. Lo han hecho infinidad de ciudadanos en ese país. Hace pocos días una niña hispana lo hizo para solicitar al mandatario que se interesara en la situación de los indocumentados. También un joven quejoso porque no recibió lo que consideraba una merecida ayuda financiera, por sus brillantes resultados, para continuar estudios universitarios. Lo han hecho militares para denunciar diversos problemas en los escenarios de guerra  donde se juegan la vida. Y finalmente Adrián Leiva, un exiliado cubano que luchó hasta la muerte por regresar a su patria, utilizó el mismo camino para comunicar su situación al presidente de Estados Unidos, a Raúl Castro, al Jefe del Parlamento cubano y a los mismos diputados, como el señor Fernández. Los que decidieron escribir estas cartas no preguntaron cómo hacerlo. Simplemente hicieron uso de su libertad ciudadana.

La reciente reunión extraordinaria, convocada por Fidel Castro, fue más de lo mismo. La aparición del dios decadente, imagen que según el decir de Yoani Sánchez confirma su alejamiento definitivo del poder, provocó algunas lágrimas y aplausos. Muestras fanáticas, sinceras o hipócritas, de un grupo que ha aprendido a simular hasta el extremo. Loas al líder eterno, palabras vacías y silencios condicionados, pero nada que contribuya dar aliento a una población desesperanzada. Indiscutiblemente si Cuba necesita un cambio, lo cual es indudable, este debe comenzar por los representantes del pueblo reunidos en la actual Asamblea Nacional del Poder Popular.