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La metamorfosis religiosa del castrismo 

Miguel Saludes

“No se os puede dejar solos…”
Francisco Franco

MIAMI, Florida, septiembre, www.cubanet.org -Que la figura del dictador Fidel Castro ocupe un capítulo importante dentro de la historia de Cuba, es un hecho que no admite discusión. Un caso poco común, cuya incidencia puede tardar un siglo en repetirse, según algunos historiadores, y en muy pocos lugares. Suerte que nos tocó a los cubanos. Resulta que Castro, no contento con el rol con el que pasará a la posteridad, parece buscar una trascendencia conectada con lo divino.

Después de una ausencia física de casi tres años, derivada de la repentina enfermedad que a punto estuvo de enviarlo a la eternidad, el ex gobernante reaparece proclamando el milagro de su resurrección. Para darle mayor énfasis a esta vuelta del más allá, el Comandante asume el talante de profeta mesiánico.

La entrevista concedida en los días finales de agosto a Carmen Lira Saade, periodista del diario mexicano La Jornada, ha servido para redondear el proyecto que desde hace meses viene preparando Castro para esta etapa, de duración impredecible. Ahora comprendemos por qué ha estado insistiendo tanto en anunciar el advenimiento de la catástrofe nuclear, con fechas incluidas. El último plazo anunciado es para el 9 de septiembre.

Se abre la duda sobre si Fidel Castro realmente se nos fue por un ratico y en ese instante misterioso recibió instrucciones para que trajera un mensaje salvador al Mundo. Resulta irónico que tras medio siglo acusando al imperio norteamericano de querer fungir como policía internacional, ahora el resucitado en jefe reconozca de cierta manera la capacidad de la nación norteña, y su responsabilidad como potencia, en impedir el desastre aniquilador de la humanidad, que según el ex gobernante debe producirse como consecuencia del enfrentamiento entre Irán e Israel.

 Obama debe ser persuadido para que evite la hecatombe nuclear, en otras circunstancias hubiera sido un lema adecuado para llenar las vallas propagandísticas en la Isla, siempre con la marca de autoría. Pero en épocas anteriores no hubo necesidad de la inquietud pacifista del gobernante Castro para incentivar a otras administraciones norteamericanas en los esfuerzos por evitar una conflagración, destacándose el papel jugado por los presidentes John F. Kennedy, Jimmy Carter y Ronald Regan. 

El topetazo místico ha provocado alguna reacción extraña en Castro, quien ahora defiende la libertad de información posibilitada a través de Internet; el reconocimiento de que el monopolio de los “secretos” se acaba con el advenimiento de esta tecnología de comunicación y la defensa a ultranza, hasta la fascinación, de páginas como Wikileaks, donde se filtraron decena de miles de documentos militares norteamericanos sobre Afganistán.  La pregunta que hace el  entrevistado a la periodista para saber si ella comprende el significado de estos avances, provoca algunos cuestionamientos al inquisitivo personaje. ¿Estaría de acuerdo el resucitado en que esas posibilidades comunicativas estén disponibles de manera ilimitada para todos sus compatriotas? ¿Reaccionaría con el mismo encanto si tuviera que enfrentar un hecho irresponsable como el que provocó el navegante en pleito?

Por otra parte el mesías cubano no llega a ser completamente universal cuando habla de la amenaza que pende sobre el planeta. Califica de valientes religiosos a los iraníes, refiriéndose al sector de la nación persa al que se dirigió en cierta ocasión para decirles que ellos podrían de rodilla al coloso del Norte. Claro que entonces Castro aún no había hecho el viaje al ultramundo. Entonces se ufanaba de su esencia terrenal, cargada de sombras y tóxicos existenciales. Mostrando ciertos lastres de esa etapa, continúa omitiendo a los israelíes, tal vez por considerarlos extra terrestres. 

Hace varios años, a finales de los ochenta,  pude leer una novela, que sin llegar a ser una obra maestra, llegué a conservar entre los preferidos de mi biblioteca casera. Y resucitó al tercer año… de Fernando Vizcaíno Casas, narraba en forma satírica una imaginaria resurrección de Francisco Franco y su regreso a España democrática. Escrita en 1978, el título presentaba su quinta edición con más de cien mil ventas. Al menos en 1986 provocó el disfrute de sus lectores en La Habana. Quién nos diría entonces que llegaríamos a ver la ficción hecha realidad en nuestro país, no con Franco sino con Fidel.

Tal vez lo mejor de esta historia, aparentemente real,  es que se produce aún dentro del entorno totalitario forjado por el dictador muerto vivo. Lo peor es que puede dejar secuelas malsanas con las pretensiones con que se produce el hecho. Una prueba de este peligro se observa en los loas, a manera de Hosanna, que inspiraron tempranamente un cuadro y una composición musical.  Acaso sean las primaras señales del proceso para deificar al hasta hace poco líder político, convertido ya en Profeta resucitado para conservarnos en paz y bonandad.




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