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Testimonio de un cubano que fue minero en Chile

Miguel Saludes

MIAMI, Florida, octubre, www.cubanet.org -El épico rescate de los mineros en Chile sigue despertando comentarios encomiables en todo el mundo. El foco noticioso se centra ahora en otros aspectos menos terribles de esta hazaña: la fama y los asuntos de interés en torno a sus historias personales son el objeto de los medios.

En Miami un matrimonio cubano vivió de manera especial este episodio ocurrido en un punto lejano al sur del continente. Razones sobradas tenía esta pareja para sentir como algo cercano una alegría que no les era ajena.

Pedro Díaz y Sulaimi Mendoza  vivieron en Chile. Allí Pedro trabajó por espacio de dos años en la mina de Chuquicamata, una de las más grandes del mundo a tajo abierto, perteneciente al complejo minero de la CODELCO. Este joven cubano laboró fortificando las paredes de sus cuevas y túneles.  Al calor de las noticias relacionadas con este incidente con final feliz, acuden los recuerdos y experiencias de un trabajo inusual que hiciera lejos de su patria de origen. Lo describe como duro y peligroso, por los accidentes, casi siempre fatales, que suelen ocurrir en estos sitios. “Pero el mayor de todos los peligros es la amenaza de la silicosis, enfermedad termina por cogerte al paso del tiempo. Y es normal que ocurra porque las partículas invisibles de polvo y cristal están en el ambiente y se van clavando en tus pulmones”, señala Pedro.

“Fue mi primera incursión en un campo extraño para mi profesión de técnico mecánico. Los mismos compañeros me preguntaban cómo era posible que hubiera podido entrar en este tipo de trabajo, ajeno a mi perfil.”  No era el único cubano. En ese mismo lugar estaba Abdel Jacomino, oriundo de Santa Clara, un ingeniero especializado en minería.

“No era fácil acceder al empleo que logré obtener a través de PROMEC, una empresa dedicada a labores relacionadas con las perforaciones mineras. Un trabajo fuerte pero que se paga bien.” El esfuerzo por crecer económicamente y superarse en las situaciones más disímiles fue el motivo que llevó al cubano a adentrarse en las entrañas del  la tierra chilena. “Es difícil imaginar cuan profundo nos adentrábamos en ella. Más de mil metros a veces.”  

 “El miedo estaba presente, pero solo en los primeros descensos. Ya después te acostumbras, teniendo tanta gente alrededor y el ritmo del trabajo que te hace olvidar el lugar donde te encuentras.” Alguna vez sintió la sacudida del terreno  y creyó que era a consecuencia del paso de algún vehículo pesado de los que se usan en la minería. Sus compañeros, avezados en estas situaciones le sacaron del error. “Oye cubano, eso fue un temblor.”

Pedro resalta  la seguridad que sintió trabajando en CODELCO. “A diferencia de otras minas particulares, las que controla el estado chileno tienen mejores condiciones. Chuquicamata tenía refugios en los que había baños y reserva de alimentos  para un largo período de estancia en caso de emergencias, como el desastre ocurrido en san José. Además contaban con un personal cuya función única consistía en asesorar a los trabajadores en cuestiones de seguridad. Unos daban charlas sobre las consecuencias de una acción imprudente, o sobre la importancia de guardar las reglas de seguridad. Otros medían el tamaño de las grietas para prevenir un accidente.  El historial de muertes por derrumbes o negligencia, era constantemente expuesto en estas conferencias que se impartían casi a diario.”

Señala que la mina siniestrada recientemente no estaba bajo este estricto control estatal, y que tal vez muchas de las deficiencias que saltaron a raíz del desastre confirman la diferencia de control que existe entre unas y otras.  La de San José pertenece desde 1980 a la empresa "San Esteban Primera S.A.", fundada por el inmigrante húngaro Jorge Kemeny, que en el 2000 pasó a ser administrada por sus hijos Marcelo y Emérico Kemeny Füller.

 “En Chile existen otras maneras de hacer la minería, de manera mucho más rudimentaria, hecha por un personal que trabaja para determinadas compañías, cuyas condiciones de trabajo son de peor calidad, teniendo en cuenta el detalle que lo realizan personas menos cualificadas, muy pobres, con una muy paga inferior a la que reciben quienes trabajan para el estado o compañías competitivas.”

Cuenta que en Miami, los cubanos que trabajan con su esposa, al conocer que ella residió en Chile, manifestaron que se quitaban el sombrero ante el comportamiento mantenido por el pueblo y gobierno de la nación andina ante esta eventualidad.

Pedro no se asombra por la reacción de los chilenos. “Ellos son solidarios y patriotas por naturaleza.” Lo apreció en detalles tan mínimos como con el apoyo masivo que daban a un tenista o a un equipo de futbol local, al que iban a apoyar aún sabiéndolo perdedor. Incluso el día de la justa dejaban de ir a trabajar para dar aliento a un resultado que ya sabían adverso. “Y al final, lejos de echar pestes contra el derrotado, continuaban su postura solidaria hacia él.”

De Chile recuerda muchas cosas positivas, no solo de las personas. Allí conoció un sistema social capitalista que funciona mejor que en otros puntos de América. “Los obreros reciben quince días hábiles de vacaciones pagas al año; las mujeres gestantes tienen derecho a licencia anual con su salario completo y garantías de conservación del puesto laboral El padre de la criatura recibe un permiso de cinco días para ayudar a la esposa en los primeros días post parto. Los centros de trabajo,  deben dar seguro médico a sus empleados desde el primer día en que estos inician su faena.”

El testimonio de Pedro me confirma que el milagro del rescate ocurrido en Chile nos remite mucho más allá de un hecho aislado, amén de casualidades y buena suerte. Se trata del esfuerzo de un país por avanzar por el sendero de la institucionalidad y el de gobernantes escogidos democráticamente, empeñados en cumplir con la misión para la que fueron elegidos.



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