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Ejemplo y legado del  milagro chileno

Miguel Saludes

MIAMI, Florida, octubre, www.cubanet..org -La noche del miércoles 12 de octubre quedará en la historia de la Humanidad marcada de manera especial. Millones de personas en todo el planeta se mantuvieron en vela con los ojos puestos en un punto del planeta. Se iniciaba el momento culminante de una operación, un hecho maravilloso, que muchos no dudan en calificar de milagro. El caso de 33 mineros atrapados en las profundidades de la tierra chilena, sorprendidos por un derrumbe, culminó felizmente con el rescate de todos los integrantes del grupo.

Con emociones que van desde el regocijo hasta el llanto, el mundo aplaudió treinta y tres veces, al tiempo que un mismo número de globos con la bandera de Chile volaba hacia el cielo cada vez que salía un minero. Familiares, rescatistas, el presidente de la nación, los ministros de Salubridad y Minería, compartían con euforia el momento que se reproducía de manera única, el parto simbólico de la Tierra.

Fénix, la cápsula desarrollada por la marina chilena para el inusual rescate, hizo honor a su nombre, devolviendo vidas que parecían perdidas irremisiblemente.  Víctor Segovia fue el primero en renacer.

La tragedia vivida por los mineros enterrados durante poco más de dos meses y la movilización que revertió el final del drama en alegría, está repleta de símbolos que cabalistas y numerólogos, tratarán de explotar al máximo. El dígito 33, número de los accidentados, ofrece buenas razones para ello. Su lectura simbológica contiene entre otras cosas, la fecundidad y la esperanza futura. Es la cantidad de años que la tradición pone a Jesús en el momento de su muerte y resurrección, promesa de futura salvación del hombre. Tal vez por ello la Numerología toma esa cifra para indicar la generosidad sin límites y la búsqueda del equilibrio moral y espiritual del ser.  

No obstante hay que reconocer que la épica de este acontecimiento contiene las tres virtudes teologales: Fe, Esperanza y Caridad.

Esperanza fue el nombre escogido para bautizar al campamento provisional donde por más de sesenta días se aglomeraron los que nunca perdieron la fe y la confianza en que el milagro sería posible. Contaron con varios factores a su favor, siendo el mayor la Caridad.

Hay que añadir a esto  el valor de un país admirable y el compromiso asumido por un gobierno que supo responder a la compleja situación de manera responsable, sin alardes de politiquería, actuando con precisión y serenidad, en lo que significa una gran lección para la humanidad.  El señalamiento no resulta fortuito. El rescate tiene lugar en una nación que sufrió tres catástrofes terribles en el mismo año. El del 27 de febrero del 2010 se produjo un terremoto considerado el segundo más fuerte del país, y quinto a nivel internacional. A este siguió un devastador tsunami y un nuevo sismo en marzo.

Los desastres naturales ocurren en momentos de transición del poder, cuando el gobierno socialista de Michel Bachelet dejaba el puesto al derechista Sebastián Piñera. Ambos gobernantes recibieron el azote de la naturaleza. Bachelet y Piñera,  presidentes de todos los chilenos  dejaron a un lado motivaciones derivadas de la rivalidad política, mostrando su altura de estadistas.

Un cuadro de dos millones de damnificados, centenares de muertes y pérdidas materiales cuya recuperación significaban el gasto 30 mil millones de pesos,  equivalente del 15 por ciento del PIB nacional, pesaban en momentos en que se produce el accidente en Atacama. Pero la sociedad chilena mostró entonces un aspecto del milagro que se repite ahora. El movimiento solidario volcado a la recuperación del país en la operación Chile ayuda a Chile, volvió a revivirse con los siniestrados en San José.

Hay que reconocer que el salvamento de treinta y tres mineros en Chile encierra múltiples signos. La fecha coincidente con la efeméride que conmemora la llegada de Colón al Nuevo Mundo, recordado como Día de la Hispanidad, el detalle de un boliviano compartiendo la epopeya humana con sus hermanos andinos, gobiernos que trabajan eficientemente por el desarrollo de su sociedad y la acción de la solidaridad ante el dolor ajeno, no importa su número, son los detalles de este evento que deben quedar fijos en la memoria histórica. 

La capacidad de Chile y su gente para enfrentar la adversidad, la forma en que lo han hecho, pone un mensaje que no debe ser  relegado por banalidades sensacionalistas. El rescate de los 33 hombres de las entrañas del planeta tiene que permanecer abierto perennemente ante los pueblos que necesitan vivir bajo la guía de democracias funcionales, con el predominio de la sensatez por encima de las recetas y los discursos vacuos de socialismos con etiqueta o liberalismos desenfrenados. En Chile se está mostrando el milagro de un mundo mejor y el camino para lograrlo.




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