por Mario J. Viera, Agencia Cuba Verdad
LA HABANA,
junio - Cuando algunos carentes de ética exigen en otros el acatamiento ético,
o reclaman en otros lo que no se exigen a sí mismos, el dicharachero
cubano denomina a tal actitud como "la moral en calzoncillos". Un
ejemplo de la expresión de esta moral en paños menores lo acaba de
dar el director jurídico del Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba,
señor José Peraza Chapeau, hablando ante la conferencia de
plenipotenciarios reunida en Roma para el establecimiento de la Corte Penal
Internacional.
Independientemente de que las sugerencias del representante del gobierno de
Fidel Castro están dirigidas a castrar la capacidad jurisdiccional de la
Corte Internacional, la propuesta de Peraza Chapeau de que la Corte
Internacional sea un órgano "independiente por su propia competencia
y por la imparcialidad característica de la función de impartir
justicia", resulta de tal modo paradójica que hay que quitarse el
sombrero ante Peraza Chapeau por su habilidad oratoria.
La Corte Penal no debe subordinarse al Consejo de Seguridad, reclamó
el señor Peraza, y fijó claramente la posición del gobierno
de Cuba de que la corte debe ser imparcial, independiente, eficaz y libre. No
sabemos si entre los circunspectos plenipotenciarios que le escuchaban hubo
alguno que ante tanta moral en calzoncillos, no se le ocurriera lanzarle en
pleno rostro una irreverente trompetilla.
Pero si alguien le hubiera sonado la trompetilla que silenciara tanto
cotorreo demagógico, no hubiera carecido de razón, pues el
gobierno de Castro no cumple en su país lo que exige en el plano
internacional.
Quien revise cuidadosamente las leyes de organización del sistema
judicial cubano, y la ley de enjuiciamiento penal, apreciará que los
tribunales penales en Cuba no son "imparciales, independientes, eficaces y
libres".
La ley cubana exige la identificación político-ideológica
de los jueces con la línea del gobierno como condición inexcusable
para poder ejercer como tales. La misma ley exige que los tribunales rindan
cuentas periódicas de su actividad ante las Asambleas del Poder Popular.
Los tribunales en Cuba se subordinan al Consejo de Estado, y carecen hasta de la
facultad jurisprudencial que en Cuba le corresponde sólo al Consejo de
Estado.
Luego, ¿quién que se respete como representante de un gobierno
en debates internacionales puede prestarle la menor atención al
plenipotenciario por el gobierno de Castro? Lo mejor que pudiera suceder es que
alguien pongan en el sombrero de Peraza Chapeau una nota que diga: "Empieza
primero por tu casa. Sacude la tela de araña, y luego ven a ver el
polvito sobre nuestras repisas".
Ojalá que el gobierno de Cuba se estimule con su propia prédica
en Roma, y se decida a establecer en nuestro país un sistema judicial
independiente e imparcial, sin jueces comprometidos con la línea política
del Partido Comunista de Cuba, y sí con la justicia y el derecho, cuyos
tribunales se ajusten a la ley y se gobiernen por sus propias normas, sin estar
sujetos a la fiscalía de otro poder del estado, ya sea el Consejo de
Estado o su Asamblea Nacional del Poder Popular. |