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Se acabaron las excusas: ¿Por qué Cuba tiene que ser  para algunos una excepción?

Nelson Núñez Dorta 

QUERÉTARO, México, marzo, www.cubanet.org -¿A dónde fueron a parar esas muestras de apoyo masivo e incondicional y  “la unidad del pueblo con su dirigencia” que, a tantos fanáticos han servido como prueba de la solidez y nobleza de la otrora Revolución Cubana y a otros tantos desinformados han  confundido?

Ahora, todos pueden conocer  la realidad, en tantos años de intolerancia y polarización de la sociedad, se ha creado, para defender al régimen totalitario, una verdadera jauría, vulgar  y agresiva, que es lanzada contra indefensos opositores, para demostrar con sus gritos de “esta calle es de Fidel” que no hay ningún razonamiento lógico en las ideas que dicen defender. Realmente no defienden ideas, solo intentan aplastarlas y pisotearlas, con agresiones verbales y físicas.

Con su visceral entrega al dictador, las hordas represivas, no respetan ni edad, ni sexo. Su misión es agredir ciegamente a todo aquel que el  tirano condene. La intolerancia en esta etapa final de la tiranía es absoluta; quien discrepe del régimen, aunque sea tímidamente, es un enemigo y debe ser castigado.

Surgida como una esperanza, para construir un orden social más justo, con los años, la revolución cubana se fue transformando, por la  ambición y codicia de sus dirigentes, en una férrea dictadura que superó con creces la que había derrocado.  Las promesas de  pan y libertad para todos y el mentiroso discurso de rechazo a los dogmas totalitarios, fueron parte de un plan astutamente trazado por el megalómano comandante, para ganarse las simpatías del pueblo y afianzarse en el poder. Sin dudas, su falsedad  y falta de escrúpulos le sirvieron para lograr sus aspiraciones.

Hoy, después de más de 50 años de discursos y propaganda para dar al mundo una imagen de triunfos y conquistas sociales inexistentes, la verdad ha quedado expuesta. Finalmente el mundo escucha y cree la voz de la disidencia cubana; una oposición que nació desde los mismos inicios de esta dictadura, que no ha limitado recursos, ni métodos para minimizarla, silenciarla y  destruirla.

La miserable vida del  pueblo cubano pudo ser encubierta y ocultada al mundo por mucho tiempo, quizás por ese halo de triunfalismo, rebelde y antiimperialista, que  el  inmenso y eficiente aparato de propaganda del sistema se encargó de convertir en verdad indiscutible para muchos.

Todavía podemos escuchar a los defensores del castrismo, esgrimiendo como únicos argumentos a su favor las supuestas conquistas sociales: el derecho a la atención médica y la instrucción gratuitas. Pero los cubanos sabemos muy bien  el altísimo costo que hemos pagado por esos manidos derechos que los defensores a ultranza de la dictadura ponen como paradigmas de realización social. Entregar todas  las libertades a cambio de escolarización y cuidados médicos, nos ha convertido en esclavos modernos, no en un pueblo digno.

Hemos  tenido que pagar con obediencia y silencio las dadivas de un estado paternalista, pero autoritario y controlador, que busca convertir a la persona en perro fiel y sumiso, demostrando un absoluto desprecio por la esencia humana. Pensar, opinar, tener iniciativas o tomar decisiones, es patrimonio absoluto de la cúpula gobernante, a los siervos corresponde sólo reafirmar y repetir; los que disientan deben que desaparecer. Así de simple es la opción castrista, que ha  pretendido manejar  a todos  los cubanos, como un titiritero maneja a sus muñecos.

Hoy, después de muchas prisiones, torturas y muertes, se acaban las excusas; como señalo muy certeramente  la escritora Rosa Montero: “justificar o disculpar el castrismo es semejante a justificar o disculpar el fascismo”.

Intentar minimizar o encubrir la inhumana prisión política de tantos, la muerte de Orlando Zapata Tamayo, la huelga de hambre  de “Coco” Fariñas y la salvaje represión  a mujeres pacificas e indefensas que sólo reclaman la libertad de sus familiares, es sencillamente una falta de honestidad.

Cualquier  persona digna y comprometida con los derechos humanos debe preocuparse ante cualquier violación de las libertades del hombre, y condenarla donde quiera que ésta ocurra, sin distinción de dogmas o ideologías.

Los cubanos necesitamos, ahora más que nunca de amigos dignos y rechazamos a esos cómplices inmorales que, haciendo uso de tribunas democráticas, justifican y defienden dictaduras.  

¿Por qué Cuba tiene que ser  para algunos una excepción?





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