SI DESEA RECIBIR LAS NOTICIAS POR E-MAIL, PULSE AQUÍ
 
IMPRIMIR
¿Una nueva forma de colonialismo ideológico?

Vicente P. Escobal

MIAMI, Florida, junio, www.cubanet.org -Richard, un turista canadiense que ha visitado a Cuba en varias ocasiones, me resumió  así  los resultados de sus periplos. “La mayoría de los cubanos le teme a la palabra democracia  y la interpreta como una coartada del capitalismo para apropiarse de los pueblos”.

El canadiense de esta anécdota cree en los valores de la democracia,  acepta como válidos los principios que dinamizan el mercado y posee una sólida definición acerca de los derechos humanos y la justicia social. De joven militó en una organización de tendencia izquierdista, protestó contra el Banco Mundial y las políticas del Fondo Monetario Internacional,  y participó en  muchos  actos organizados en defensa de la  revolución cubana.

“Grité mil veces Cuba si, yanquis no”. Y lo hacía convencido de que Cuba era víctima de una brutal  e insensata política de parte del gobierno de Estados Unidos.
La última vez que visitó a  Cuba en agosto de 2005 vivió una experiencia que le hizo cambiar definitivamente su visión y su versión de la Cuba revolucionaria.

Como era su costumbre, cada vez que iba a  la Isla llevaba consigo una pequeña cámara de video con la cual grababa  los  edificios de La Habana, sus amplias avenidas y lo poco que quedaba de aquella lejana etapa en la que Cuba podía mostrar un impresionante desarrollo urbano,  económico y social.

Estuvo  en La Habana un par de semanas, alojado en una casa particular en el  barrio de Miramar.

Cuando decidió abordar el avión que lo llevaría de regreso a su natal Ottawa, fue abordado en el Aeropuerto Internacional José Martí por oficiales de la aduana y de la contrainteligencia  quienes le demandaron que lo acompañaran pues necesitaban “aclarar algunos detalles de su visita a Cuba”.

“Me condujeron a una pequeña oficina y me despojaron de mi equipaje, de mi cámara de video e incluso de mi pasaporte”

Uno de los agentes gubernamentales pidió le explicara por qué las imágenes captadas en video solo mostraban edificaciones ruinosas, niños semidesnudos jugando en calles oscuras y llenas de baches, ancianos  ejerciendo el oficio de vendedores ambulantes y mujeres  jóvenes  practicando la prostitución.
“Es lo que vi”,  fue su breve  respuesta.

“Pues si eso fue lo único  que usted vio, debo informarle que sus grabaciones no pueden salir de Cuba y quedan decomisadas”.

Sorprendido por aquella  increíble advertencia, Richard  pidió hablar con un oficial superior e incluso adujo derechos constitucionales, jurídicos y humanos. De nada sirvieron sus alegatos.

“No me hable de derechos, compadre, aquí en Cuba somos nosotros, la seguridad del Estado,  quienes decidimos que se puede o no se puede hacer. Nosotros somos el derecho”.

Al abordar el avión, Richard  ya había tenido la oportunidad de percibir  en apenas diez minutos la naturaleza del sistema que él había defendido con tanta vehemencia durante muchos años.

Ayer por la tarde conversé con Richard a través de  mi celular. Estaba sorprendido ante la noticia de que un grupo de opositores al régimen castrista había redactado una carta pidiendo al Congreso de Estados Unidos suspendiera las restricciones de los viajes de ciudadanos estadounidenses a Cuba.

Los contundentes razonamientos de Richard no eran la expresión de una animosidad personal motivada por su experiencia en el Aeropuerto José Martí de La Habana aquel lejano agosto de 2005.

“Un turista extranjero, proceda de donde proceda,  jamás será un adecuado ni  un auténtico promotor de la democracia para Cuba, un país donde impera la intolerancia y la represión como política oficial. Un país donde los agentes policiales  deciden  lo que se puede o no se puede hacer”, comentó Richard.

Su razonamiento se sustento, además,  en esta incuestionable realidad:
“El régimen cubano asegura que cada año recibe a cientos de miles de turistas procedentes de países con sistemas democráticos, donde se practica la tolerancia y el respeto a los derechos humanos. Personas a quienes les resultan incomprensibles muchas de las cosas que observan en Cuba, no solo desde el punto de vista físico.

Personas que no comprenden como en un país donde triunfo una revolución que prometió pan, justicia y libertad, a  los cubanos se les prive el  derecho al pan, la justicia, la libertad,  y se les envía a la cárcel por expresar sus ideas”.

Richard posee aun el ímpetu de los activistas políticos. Ya hace años abandonó sus viscerales sentimientos antiestadounidenses. No es un apologista de Estados Unidos,  pero en sus neuronas se mantienen inalterables  el análisis y la comparación, esta vez  respaldados en una experiencia personal.

Casi a punto de concluir la conversación, Richard me señaló  que está convencido de que los estadounidenses  que decidan visitar la Isla serán mayoritariamente liberales  (una expresión que identifica  a los admiradores de las ideas socialistas).

“Cuando regresen  a Estados Unidos  van a  narrar sus fascinantes experiencias.

Hablaran maravillas de los mojitos en La Bodeguita del Medio, la espectacularidad de Tropicana, las blanquísima arenas de Varadero, los exquisitos manjares servidos en los hoteles y la gracia de las «cuban señoritas».  No olvides esto, amigo Escobal: El castrismo es un régimen  seductor que convierte al turista en una dócil marioneta de sus embrujos”.

Si fuese cierta la tesis de que el turismo estadounidense va a producir  un cambio en la mentalidad de los cubanos, entonces habría que aceptar algo terrible: Cuba  es un país  apremiado  de un  colonialismo ideológico  y de que  ciudadanos  extranjeros  decidan su futuro.





http://www.cubanet.org/inicio_tienda.html
 
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores y autoriza la reproducción de este material siempre que se le reconozca como fuente.