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Ni arte ni política: Las verdaderas coordenadas del oportunismo y la pachanga

(En respuesta a un artículo de Miguel Saludes)

Rolando D. H. Morelli, Ph. D

FILADELFIA, Pensilvania, febrero, www.cubanet.org -Por lo general coincido con las atinadas opiniones y reflexiones del señor Miguel Saludes, asiduo comentarista y colaborador de este espacio. Lamento que su más reciente artículo, sin embargo, “La política o el arte, ¿cuál terminará por imponerse? incurra en lo que parecerían inconsistencias y pifias de todo orden. A abordar algunas de las más salientes voy a encaminar las líneas que siguen.

Al comienzo mismo de su exposición, afirma Saludes que “Mientas todavía se debate en algunos círculos si los artistas de la Isla deben ser autorizados a actuar en Estados Unidos, muchas cosas parecen haber cambiado en la diáspora y en Cuba. El llamado a una marcha contra la presencia de Van Van (sic) en Miami no recibió la respuesta multitudinaria que los organizadores hubieran deseado. En cambio los conciertos se llenaron de un público ávido por disfrutar de la emblemática orquesta, hastiados por el desgaste de los conceptos ideológicos que cada vez dice (sic) menos a los nacidos en la otra orilla y los que han arribado allí (sic) en la última etapa”. Veamos:

El debate que aún debe tener lugar y al que alude el articulista ocurre, según se desprende indirectamente de su afirmación no en Cuba, sino en “círculos” del exilio, que naturalmente no son los dantescos del infierno que nos quieren hacer creer los voceros del régimen de La Habana y los agentes del castrismo o de la mala voluntad en el mismo Miami y otras partes. Porque la unanimidad sólo puede tener lugar en el infierno o en el infernal dominio de una tiranía absolutista como la que oprime a los cubanos de la isla y a no pocos de los que siguen siendo sus víctimas o cómplices en el exterior. Lo que señala pues el articulista, no constituye en modo alguno evidencia de cambio, contrariamente a lo que afirma. Yo he vivido ya mucho tiempo en el exilio para saber que Miami nunca ha sido unánime en sus aplausos o rechazos, a pesar de lo que haya afirmado en cierto momento la satrapía cubana. Miami representa y ha representado siempre la variedad de opiniones de una sociedad libre y permeada de conflictos, pero no abrumada de homogeneidad. Para mal de algunas políticas, y para bien de otras, así ha sido.

Cierto que el exilio no es ya lo que una vez fue, en eso tiene razón Saludes. El exilio, que no la diáspora (juntos pero no revueltos, señor comentarista) no es el mismo porque se trata de una demografía dinámica: lleno de pasión, de ansias de libertad, sostenedor de principios, muchas veces equivocado, muchas otras en el camino correcto, como son los hombres y mujeres libres capaces de sostener opiniones propias y aún ajenas con las que coinciden. Es la diáspora confundida y confundidora, o al menos un sector de la misma —los hijos bastardos del castrismo y la Revolución y el socialismo— quienes constituyen esa espuma sucia que se ve más, porque como viaja en la cresta de la ola resalta, aunque pronto se abisme y desaparezca sin consecuencias, deshecha al golpear contra el acantilado de la realidad.

Pero ese espumarajo tampoco es nuevo, sino que exhibe formas y expresiones novedosas, que también pasarán como ya sucedió. En su momento, el exilio alumbró (o más precisamente, abortó) a los Areitos y Maceitos de toda laya. Se trataba de un producto híbrido de cubano-americanos que buscaban un presunto re-encuentro con sus raíces, formados y confundidos por las universidades norteamericanas y la sostenida propaganda de los medios, con su irrenunciable fascinación por la llamada Revolución cubana.

La Isla, por su parte, arrojó de su seno a los Marielitos, un producto salido netamente de la Revolución, aunque no a su sabor, por lo que precisamente fue denominado escoria. Una minoría de estos no consiguió reciclarse y algunos se constituyeron en punta de lanza o avanzadilla muy precaria de la Revolución en suelo americano. Fueron los “arrepentidos” que sirvieron a la cineasta Estela Bravo, casi un cliché revolucionario con nombre de mujer, para “llevar su mensaje”: los enemigos de la Revolución siempre van a estar equivocados, en cualquier parte y momento de que se trate, Nosotros ya nos encargaremos de que así sea. Y así, a lo largo del tiempo, ha seguido sucediendo. Con cada oleada de cubanos que sale de la Isla, llegan a las costas del mundo libre toda clase de individuos. De quienes llegan hoy, muchos no consiguen ver que han llegado. Siguen yéndose permanentemente de Cuba, sin percatarse de que la Cuba de que escapan la llevan consigo, dentro, y delante de sí como la zanahoria del burro. No hay mucho de nuevo en esto a fin de cuentas.

Cuando el señor Saludes afirma que “el llamado a una marcha contra la presencia de Van Van (sic) en Miami no recibió la respuesta multitudinaria que los organizadores hubieran deseado” y “en cambio los conciertos se llenaron de un público ávido por disfrutar de la emblemática orquesta, hastiados por el desgaste de los conceptos ideológicos que cada vez dice (sic) menos a los nacidos en la otra orilla (¿?) y los que han arribado allí (¿?) en la última etapa” no consigue saberse en que margen se sitúa Saludes o a qué “otra orilla” se refiere. ¿Allí? ¿Aquí?

Por encima de estas ambigüedades o confusiones, salta a la vista que el lenguaje empleado por el articulista transparenta “otro lenguaje”, “otras expectativas”. No podría ni estoy en obligación de decir cuáles, pero es evidente que el lenguaje traiciona una colocación mental o un condicionamiento del que presumimos no es consciente el que escribe: “el llamado a una marcha contra la presencia de Van Van en Miami no recibió la respuesta multitudinaria que los organizadores hubieran querido” afirma éste para declarar a seguidas que “en cambio los conciertos se llenaron de un público ávido por disfrutar de la emblemática orquesta” como contraparte y respuesta aduce el articulista, “al hastío” que sentiría este público fiestero frente a lo que llama “el desgaste de los conceptos ideológicos”, etc. Antes que contraponer lo que parecerían hechos indiscutibles, Saludes expresa una especie de satisfacción de que suceda lo que apunta: frente al presunto fracaso de la convocatoria a una marcha contra la presencia de los representantes de la tiranía castrista, “en cambio los conciertos se llenaron de un público ávido por disfrutar de la emblemática (¡!) orquesta”. Parecería una propuesta a abandonar cualquier intento de denuncia de la dictadura castrista a fin de ‘disfrutar’ de la música que nos trae ‘la emblemática’ orquesta. ¿Emblemática de qué, habría que preguntarse? Porque la premisa de Saludes, desde el título de su artículo es falsa de toda falsedad. ¿La política o el arte, cuál terminará por imponerse? titula su comentario. Más apropiado hubiera sido preguntarse: ¿Qué peso específico tienen en la política local de Miami respecto al régimen de La Habana, la incesante actividad de provocación del régimen, mediante el empleo del oportunismo, la mala voluntad de muchos medios de comunicación o individuos y la falta de memoria de algunos entre los recién llegados? No hablemos de arte, señor Saludes porque hasta eso es discutible respecto a la referida orquesta cuando se sabe que Formell salió a la luz pública con su orquesta y ha brillado, a costa de una verdadera constelación de estrellas silenciadas u opacadas dentro o fuera de Cuba por el régimen. ¿Qué es Juan Formell y que aporte de verdadera significación ha hecho a la música cubana al lado de un Cachao, para sólo mencionar un botón de muestra? No se trata de restarle méritos artísticos sino de ponerlos en su justo lugar y de contraponerlos al oportunismo político e ideológico que ha conseguido hacerle sitio a expensas de muchos otros. En cuanto a la política de consentimiento frente a la tiranía, hoy encarnada por muchos en la mismísima Casa Blanca, y sin duda alguna en círculos de Miami, ¿representa un cambio? ¿No se trata acaso de más de lo mismo ya intentado antes por administraciones como la de Jimmy Carter o Bill Clinton? El vaivén político frente a la tiranía castrista no irá a ningún lugar porque si en algo ha sido consistente el régimen de La Habana es en su política de inflexibilidad frente a Washington, particularmente respecto a aquellas administraciones que presumen de aperturistas como garantía de éxito a sus buenos deseos.

No alargaré estos comentarios con precisiones adicionales o mediante la réplica a otros presupuestos del señor Saludes, a quien naturalmente esperamos seguir leyendo en este espacio y del que esperamos un retorno a la sensatez y a la reflexión a que nos tiene acostumbrados, eso sí, no me permitiré cerrar sin precisar que Omara Portuondo nunca estuvo a la altura vocal ni interpretativa de Celia Cruz, por más que se empeñara en interpretar odas nuevo-cancionistas como “La era está pariendo un corazón” y muchas otras. Cuba ha sido tierra pródiga en divas, cantantes e intérpretes de talla internacional, Elena Burke, Moraima Secada, Celia Cruz, Celeste Mendoza, Olga Guillot, para sólo mencionar un manojo de nombres. Ninguna de ellas tuvo o decidió dedicarse a la delación y a la complicidad con el régimen opresor de Castro y sus acólitos. Cuando los futuros hijos de Cuba accedan a las grabaciones inolvidables de estas figuras, sin duda algunos habrá que se inclinen por el mal gusto de las Omara Portuondo, pero un número superior, precisamente de bailadores y fiesteros con buen sentido de lo que significa divertirse y disfrutar, se inclinarán por otras letras que hablen del amor, del desamor, de las cosas verdaderas y esenciales en la vida, que no pasan de tiempo.  ¡Ésta es mi predicción!

Rolando D. H. Morelli, Ph. D.
Escritor, académico e intelectual cubano residente en Philadelphia,
es asimismo el fundador y director de las Ediciones La gota de agua.



Enlace al artículo de Saludes en Cubanet: http://www.cubanet.org/CNews/y2010/feb2010/03_O_1.html




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