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Algunas reflexiones acerca del lenguaje totalitario y de sus alcances e influencia en el mundo contemporáneo.

(I)

Newspeak , doublespeak y cantinflismo guevarista

Rolando Morelli, Ph. D.

FILADELFIA, Pensilvania, octubre, www.cubanet.org -El otro día, mientras saboreaba un exquisito café en compañía de un amigo —buen fisonomista y talentoso fotógrafo de renombre— me hacía notar éste con incuestionable sarcasmo, un aire o parecido entre la expresión facial del personaje llamado Che Guevara, y la del actor mexicano Mario Moreno (Cantinflas), esto a propósito del recién estrenado peliculón de Soderberg sobre la figura del aventurero y revolucionario de origen argentino. Alguien que alcanzó a oírlo, desde una de las mesas cercanas, y a quien la comparación debió parecer sumamente injuriosa, intervino para resaltar lo que llamó la belleza del Che. A mí, francamente, nunca me ha resultado atractivo el sujeto, ni siquiera ahora en la encarnación puertorriqueña de Benicio del Toro. (Será, que a mí, me gusta tomar el toro por las astas en vez de saltarme a la torera algunos obstáculos).

Al espía de la corrección política, con buen oído y pésimos modales, que auscultaba desde una mesa próxima la conversación en que nos enfrascábamos mi amigo el fotógrafo, y yo, hubiera sido preciso recordarle —o tal vez informarle— lo ocurrido al poeta beatnik norteamericano Allen Ginsberg, por expresar públicamente igual fascinación por las dotes físicas del futuro guerrillero-icono que también a él le parecían irresistibles, es decir, ser expulsado de Cuba, donde Ginsberg se encontraba invitado como jurado de los premios literarios Casa de las Américas, convocados por las autoridades revolucionarias. Por mi parte, no tengo a menos declarar que cualquier parecido físico entre el personaje de Guevara y el de Mario Moreno, hasta donde me interesa, es, o podría resultar, pura coincidencia —para usar de ese lugar común tan socorrido de Hollywood—. Donde sí resulta indiscutible la simetría entre el personaje de Moreno y el otro, es en el despropósito y prodigalidad del discurso de ambos, si bien, el mexicano era consciente de sus desafueros y los procuraba para hacer reír, en tanto el argentino —nacionalizado cubano, y autodeclarado “internacionalista”— carecía por completo de esa facultad conocida como sentido del humor, y tomándose siempre muy en serio, cantinfleaba sin proponérselo, sólo que sus jaculatorias, aunque risibles, son de miedo: Un avance del newspeak orwelliano que tanto ha conseguido imponerse en nuestra época, y permear el discurso general, del que la película de marras, y las incesantes declaraciones de Benicio del Toro son otras tantas evidencias.

Aunque todo parece indicar que el doctor Guevara de la Serna , futuro emblema de la izquierda, e incontables descerebrados en Occidente —cortesía de los servicios de seguridad soviéticos, germano-orientales y cubanos — nunca llegó a obtener ni el título de médico ni en consecuencia a procurar la certificación o licencia que le permitiera ejercer su presunta profesión, por la cual, además, expresó desdén o menosprecio en varias ocasiones, el propio personaje se adjudica la condición de profesional médico cuando le parece más apropiado hacerlo, por razones políticas. Sin lugar a dudas, pensaba y procedía en esto de igual modo a como solía hacerlo en lo relacionado a la aplicación de los procedimientos legales para encausar a personas que juzgaba enemigos o potenciales adversarios políticos, cuando tuvo a su cargo los juicios sumarios y las ejecuciones masivas en el puesto militar de La Cabaña, episodio que es parte decisiva del proceso de entronización del comunismo en Cuba: las evidencias y los procedimientos burgueses —juzgaba Guevara— poco importaban y no constituían sino un obstáculo obsoleto que había que ignorar para conseguir fines más altos, según su visión revolucionaria y marxista.

En el discurso inaugural de “un[o] [de los] curso[s] de adoctrinamiento patrocinado por el Ministerio de Salud Pública en La Habana” (El socialismo y el hombre nuevo, Siglo XXI, 6ta. Ed. (nota al pie: 18) Editor: Jose Aricó), el 19 de agosto de 1960, Guevara se dirige, en calidad de médico, pero sobre todo de revolucionario, o de revolucionario-marxista-médico a la masa de escuchas que aguardan para ser instruidos y adoctrinados en las bienaventuranzas de la nueva medicina, o de la nueva conciencia médica que debe regir las aspiraciones y conducta de los que se ocupen de tales menesteres en la nueva sociedad a que aspiran los revolucionarios. Sin trayectoria o aval médico alguno, que no sean sus propias declaraciones de cómo se sentía respecto a la profesión, antes de adquirir conciencia revolucionaria, y saltando de aquí para allá a fin de acomodar su mensaje, el orador se dirige a un grupo aparentemente numeroso de médicos, y presumiblemente de otros profesionales a cargo de la salud pública para recitar perogrulladas e incurrir en pifias de todo orden, obviadas por su auditorio, de más está decir, cautivo.

Puesto que la Revolución “socialista” cubana de que habla el doctor Guevara, es proyectada en el contexto de una “revolución” mundial, en la que los efectos del socialismo, las naciones socialistas y la ideología correspondiente deben marchar a la vanguardia de la humanidad, el adoctrinamiento ignora de propósito el lugar que por sus avances médicos ocupa Cuba el año mismo en que los guerrilleros se hacen con el poder. La infraestructura material —para emplear un término grato a Karl Marx—, y el equipamiento material y humano de que el país disponía, y de que daban cuenta innumerables estadísticas, es obviado para convertir mediante la retórica del embudo, un microcosmos aislado como podía ser el de la Sierra Maestra en el macrocosmos que supuestamente era entonces el país todo. Las evidencias físicas, y las estadísticas (cuando no están manipuladas por los revolucionarios en el poder) no constituyen más que obstáculos en el camino, de inconfundible origen burgués, ya se sabe. La ideología en el poder, es por sí sola suficiente verdad y por esos caminos discurre el discurso del doctor Guevara:

Estamos en el final de una era, y no [sólo] aquí en Cuba. Por más que se diga lo contrario, y que algunos esperanzados lo piensen, las formas del capitalismo que hemos conocido, y en las cuales nos hemos criado, y bajo las cuales hemos sufrido, están siendo derrotadas en todo el mundo.

Los monopolios están en derrota; la ciencia colectiva [¿?] se anota, día a día, nuevos y más importantes triunfos. Y nosotros hemos tenido, en América, el orgullo y el sacrificado deber de ser la vanguardia de un movimiento de liberación. (…) Y ese cambio social tan profundo demanda también cambios muy
profundos en la contextura mental de las gentes (sic) (21)

Al tiempo que obvia soberanamente aquello de que dispone el nuevo régimen, indudablemente tomado del pasado sistema capitalista cubano, el orador perora acerca del fin de los monopolios y del sufrimiento (cuando precisamente el régimen que él representa monopoliza como nunca antes los recursos todos de la vida nacional, con su consecuente acarreo de sufrimientos para las masas, que a día de hoy no puede seguir ocultándose impunemente). La “ciencia colectiva” ensalzada por Guevara, en indudable referencia a la que tiene lugar en el mundo comunista de entonces, y que según declara “se anota, día a día, nuevos y más importantes triunfos”, no registra, sin embargo, en los campos atribuidos por él —según puede comprobarse— ningún logro importante, pero tales hechos (¿quién hubiera podido poner en duda que lo fueran? ¿por qué medios podían haberse enterado los cubanos de lo que ocurría en el mundo, sin medios independientes que informaran de nada?) no preocupan al comandante Guevara, ni consiguen despertar en él la menor duda acerca de la veracidad o validez de sus presupuestos. “El médico —afirma— tiene que ser también agricultor [y] aprender a sembrar nuevos alimentos (sic), y sembrar con su ejemplo, el afán de consumir nuevos [tipos de] alimentos, de diversificar esta estructura alimenticia cubana tan pequeña, tan pobre, en uno de los países agrícolamente, (sic), potencialmente también, más ricos de la tierra” (24).

Al margen de los dislates de todo tipo en que incurre en su discurso, y de las consecuencias que ha supuesto en la práctica posterior, para la agricultura y la medicina cubana esta doctrina enunciada en 1960 por el doctor Guevara, e implementada a la fuerza a partir de entonces con gran fanfarria y auto-bombo por el régimen del que formaba parte, habría que notar de una parte, de qué manera el argumento de la necesidad de diversificar un consumo de alimentos presuntamente poco variado —labor que se encarga a los médicos: a la vez como agricultores, y como pedagogos— se enfrenta al hecho incongruente de la imposición de una cartilla de racionamiento antes innecesaria y ahora en efecto, por la cual son “distribuidos” a los establecimientos y almacenes monopolizados por el estado los escasos productos agrícolas y de otro tipo que el monopolio agrícola estatal es apenas capaz de generar. Una de las características más distintivas del new-speak orwelliano, lo constituye su incapacidad para la verdad, de manera que el discurso abunda en falacias, contradicciones que no tienen conciencia de serlo, auto-desmentidos en que incurre de propósito el ideólogo sin sonrojo de su parte, y argucias de sesgo sentimentaloide. En un discurso pronunciado por Guevara el 5 de diciembre de 1964, quien antes afirmara en su monserga dirigida a los médicos, que “la estructura alimenticia [tradicional] cubana” (sic) fuera “pequeña y pobre”, reconoce entre las dificultades que enfrenta en esos momentos la imposición del socialismo a los cubanos, dos aspectos que conciernen respectivamente al bienestar y salud del individuo, por una parte, y a la memoria colectiva que se rehúsa a comulgar con ruedas de molino por la otra. A este respecto argumenta:

No es necesario ser un gran psiquiatra o un gran fisiólogo para comprender que una vida como la nuestra es una vida que desgasta. El organismo humano está más o menos equilibrado para un cierto ritmo de trabajo; está condicionado por el tiempo, y un esfuerzo prolongado le quita años de existencia. Pero ( ) [en las condiciones políticas de Cuba, hoy] este tipo de vida es necesario, es indis- pensable, pues las condiciones en las que Cuba construye el socialismo son bastante difíciles, a pesar de que comparándola con otros países goza [aún] de una relativa abundancia. Son [condiciones] difíciles porque esta abundancia es menor hoy que en el pasado, porque se necesita luchar contra el recuerdo de una abundancia que, hablando con objetividad, era mayor (…) (72) (subrayado mío).

Cabría preguntarse, si en sólo cuatro años el doctor Guevara ha llegado a la conclusión de que, en contra de lo que afirmara inicialmente, Cuba no era el país atrasado, hambreado y enfermo que había supuesto, trasponiendo y haciendo extensivo al resto del país lo que debía constituir un foco de insalubridad y atraso correspondiente a determinada zona o región, ¿por qué insistir en imponerle a esos empecinados cubanos un socialismo que ya supone y no sólo en Cuba, mayor atraso y desgaste para la salud y la vida humana? ¿Por qué “se necesita”, es decir, “necesitan los revolucionarios” “luchar contra el recuerdo de una abundancia que, (…) era mayor”? ¿Qué persigue el experimento revolucionario? ¿Qué pérfido mecanismo, mediante el cual supuestamente se persigue la superación en todas las esferas de la vida humana, ha de pasar por destruir antes eso que precisamente ya se posee en usufructo?

La lógica y la pedagogía cantinflesca de este discurso y de esta ideología en general no se agota aquí, sino que puede ser rastreada y documentada mediante el cotejo de infinitas muestras, lo que ocuparía no poco tiempo y espacio por lo que conviene proceder por etapas. El desmontaje sistemático de tales artefactos deberá resultar sin dudas en un ejercicio de gran valor social y político, en consideración a la funesta circunstancia de que se encuentran siempre en cualquier parte abundancia de mentes febriles a quienes tales presupuestos apelen y les parezcan convincentes y hasta guiados por sentimientos de gran altruismo, sin los cuales el mundo —están convencidos— se nos vendrá encima sin remedio. ¿Cómo ignorar a estas alturas, después de conocer siquiera superficialmente lo ocurrido en el mundo que una vez fue llamado socialista, que allí, precisamente, donde ha logrado imponerse —siempre por la violencia— este engendro de sistema, el mundo ha terminado por desplomarse verdaderamente, y sin apelación o escapatoria, sobre las cabezas de quienes constituían los presuntos beneficiarios del experimento redentor revolucionario?

La persistencia en nuestro mundo de los dogmas culturales, económicos y sociales directa o indirectamente procedentes del socialismo o tributarios suyos —a contracorriente de la verdadera experiencia en la piel de otros—se explica en parte por la fascinación que pueden ejercer en nosotros aquellas cosas que nos resultan familiares sin serlo verdaderamente, y por la falsa seguridad que irreflexivamente produce este supuesto conocimiento. No hay dudas de que la divulgación y la reiteración de unos conceptos determinados a lo largo de nuestras vidas, bien por la vía de los medios masivos de información o por boca de educadores, y otros propagandistas (incluso involuntarios) que expresan la fe en los presupuestos y valores colectivistas o socialistas, bien que casi nunca por estos nombres, explican que figuras entre las que destaca la del inescrupuloso aventurero llamado «El Che», puedan ser tenidas como antípodas de lo que verdaderamente fueron en palabras y obras.

Disponen a su sabor los mensajeros de la Palabra no sólo de medios y oportunidades, sino de la maleable, ambigua y equívoca naturaleza misma del lenguaje en que, naturalmente, se expresa una fe que invariablemente empieza por exigir de sus seguidores y el resto acatamientos y confianza absoluta en sus propios misterios y propósitos (que son a un tiempo los de la Palabra) e inevitablemente acaba por significar lo contrario o a relativizar un día el concepto que otro se dio por absoluto. Se trata, para emplear una paráfrasis de lo que expresa un siniestro personaje de Orwell en La Granja, para explicar un fenómeno afín, de que si bien en este universo hecho a la medida todas las palabras son iguales, algunas son más iguales que otras.

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Notas

1 Newspeak es el nombre de la nueva lengua vernácula que hablan los personajes de George Orwell en su novela 1984, una contundente y efectiva denuncia contra el totalitarismo. El narrador la describe como "la única lengua cuyo vocabulario disminuye año tras año”. En un breve ensayo que figura como apéndice a su obra, el autor explica los principios básicos que rigen la nueva lengua. Aunque el Newspeak es básicamente lo mismo que la lengua general, no dispone sino de una gramática muy simplificada, y escaso vocabulario. Ello, naturalmente, cuadra a la perfección con los propósitos e intereses totalitarios del Partido, cuyo propósito consiste de convertir todo modo alternativo de pensar en “idea-crimen", o "pensamiento criminoso” en su próxima edición de un diccionario de la nueva lengua. El newspeak es igualmente la negación en los hechos de la articulación lingüística por el procedimiento de suprimir cualquier palabra o construcción capaz de enunciar las ideas de libertad, rebelión y otras de este jaez. Uno de los personajes de la novela expresa su fascinación con el fenómeno del newspeak, al constatar la brevedad del diccionario que tiene entre las manos, al decir: "¡Qué hermosa cosa es ésta de la destrucción de las palabras." (Wikepedia. Mi versión del texto original inglés).

2 Dualhablar o dualdecir, se refiere a una modalidad del lenguaje que oculta o distorsiona el significado o intención verdaderos del hablante, lo que naturalmente debe resultar en equívocos de toda índole, como si el lenguaje se cortocicuitara, o saboteara de propósito, pero sin aparentar esta intención. Se trata de la lengua como coartada, como obstáculo y como parapeto o barricada tras los que ocultarse. Algunas de las formas más socorridas son las del eufemismo y la ambigüedad. El concepto apareció en inglés a principios de los años cincuenta. Aunque no procede de la novela de Orwell, como ocurre con el término newspeak, es indudablemente tributaria suya.

3 El historiador Enrique Ross, entre otros, ha hablado de los esfuerzos y gestiones infructuosos ante la Universidad de Buenos Aires con el propósito de conseguir copia de los documentos que debían acreditar la expedición de un título a nombre del doctor Guevara. Según Ross la negativa del rectorado explicaba que tales documentos debieron haberse extraviado, y que no se había encontrado documento alguno que acreditara su expedición en algún momento.

4 Who Was the Real Che, (Ion Mihai Pacepa FrontPageMagazine.com | Friday, January 23, 2009). El teniente general Ion Mihai Pacepa, rumano, como se sabe, es el más alto oficial de inteligencia de un país comunista en haber escapado al Oeste.


 
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