I CONTACTO I ¿QUIÉNES SOMOS? I NOTICIAS POR E-MAIL
 
 
________________________________________________

¿No recuerdas, gentil bayamesa?

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, octubre (www.cubanet.org) - En los días lluviosos ella leía Los heraldos negros y, como César Vallejo, quería morir en París, un jueves con aguacero, aunque amparada bajo el paraguas de la revolución cubana.

Los versos de Taberna y otros poemas, de Roque Dalton, los recitaba desde una mesa coja, llena de moscas y sin mantel del bar cafetería El Capitolio, frente al silencio de los amigos y sobre el bullicio de los parroquianos.

Decía que las ideologías y demás trampas inventadas por el hombre para imponerse contra el rival, jamás tocaban el suave aliento de la poesía.

Los Veinte poemas de amor y una canción desesperada, eran sus cantos de batalla en noches estrelladas a la orilla del río y, a veces, por compasión, leía versos de Alfonsina Storni.  

“Los seres humanos nacimos para amarnos”, decía envolviéndose en una estola blanca de hilos torcidos, que imaginó igual a la de Luz Vázquez cuando acodada en la ventana escuchó de Céspedes y Fornaris, en voz de Carlos, La Bayamesa.

Toda ternura y comprensión se fue metiendo en cada uno de los pobres poetas que, parapetados tras tumultuosos versos, decidimos nombrarla La pasionaria. Pero aquello de “ganado tengo el pan, hágase el verso”, convirtió sus rimas y caireles, sus sonetos de amor y los epigramas, en lanzas contra los excomulgados por la revolución.

Desde aquel día en que la nombraron presidenta de la Unión de Escritores en la provincia Granma, se acabó el juego de coleccionar crepúsculos y aplaudir los amaneceres en el patio de lirios y mariposas silvestres que perfumaban su casa.

Cambió a Vallejo por Nicolás Guillén y a Roque Dalton por Navarro Luna. A los veinte poemas los enterró por cursis, y la pose de La Pasionaria la cambió por la estampa de Celia Sánchez, desde la voz hasta el vestuario.

Nada pudo salvarla de su salto al vacío. Ni el recuerdo de versos y sueños que le salían al paso desde cualquier esquina de la ciudad, ni el saludo de las amistades, ahora prohibidas.

Se convirtió en una dirigente que fustigaba desde la antipoética tribuna de la Unión de Escritores, los versos mal intencionados y mal paridos que ayer eran su alfombra en el camino hacia la eternidad.

De un tirón se arrancó los poemas de Padilla y Belkis Cuza Malé, de Rivero y Reina María, de sus coterráneos Ogsmande Lescayllers y Mileydis Estrada, porque no escribían versos, sino enemigos.

Un Día de la Cultura Cubana la gentil bayamesa pasó junto a mí, pero enterada de que soy periodista independiente, al saludarla, miró fingiendo no conocerme y apuró el paso.

Atravesaba la Plaza del Himno Nacional, quién sabe si para ahogarse en el río.

 

Escriba una palabra clave o el tema
que desee buscar en las noticias o artículos publicados en Cubanet en español, inglés o francés
desde 1994 hasta 2009
 

___
 
___
 
___
 
___

 
http://www.cubanet.org/inicio_tienda.html ___

 
CubaNet no reclama exclusividad de sus colaboradores y autoriza la reproducción de este material siempre que se le reconozca como fuente.