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La otra cara del socialismo chino

Miguel Saludes

MIAMI, Florida, octubre, www.cubanet.org -Los actos conmemorativos por el 60º Aniversario de la República Popular China, dejaron una apreciable impresión en Fidel Castro, quien escribió de manera apologética sobre la celebración del acontecimiento. En su reflexión afirma que el desfile que tuvo lugar el pasado primero de octubre en Pekín, es una muestra de los logros de la potencia asiática, gracias a la opción de la vía socialista que sigue ese país. 

Castro quedó  impactado principalmente por el despliegue militar que precedió la parada festiva. El paso de modernos equipos bélicos, el orden impecable de las tropas y la organización del evento, a juicio del ex gobernante cubano, sólo pueden ser posibles dentro de un sistema como el que implantó Mao Tsedong hace seis décadas.

El Comandante, quien no es el más indicado para medir la longitud discursiva de otras personalidades, alabó la capacidad de síntesis de Hu Jintao, actual líder comunista chino. Fiel a su sentimiento negativo hacia Norteamérica, manifestó que Jintao había superado la capacidad oratoria del presidente Obama.

Hubo algunas distracciones en esta reseña titulada La historia no puede ser olvidada. Por ejemplo, el autor del escrito en sus ponderaciones sobre la perfección organizativa y militar por el que congratula a los chinos, no tuvo en cuenta que otros sistemas, también totalitarios aunque no precisamente comunistas, lograron esas mismas cualidades que ahora aplaude a sus amigos.

“Las distintas fuerzas que por allí desfilaron, hombres o mujeres, lo hicieron con porte y elegancia insuperables. Cualquiera podría negarse a creer que miles de seres humanos fueran capaces de alcanzar una organización tan perfecta. Tanto los que marchaban a pie como los que desfilaban en sus vehículos pasaron delante de la tribuna y saludaban con precisión, orden y marcialidad difíciles de alcanzar.” Son múltiples los paralelismos que se pueden establecer con este cuadro descriptivo hecho por Fidel Castro.

Como se trata de no olvidar, entonces es válido repasar un poco en las páginas del acontecer histórico de China comunista en el acontecer contemporáneo. Su agresión contra Vietnam en 1979, país al que invadió con más de un millón de efectivos; la asistencia al régimen genocida de Pol Pot en Camboya y el apoyo logístico a las tropas de Holden Roberto en Angola, son algunas de sus hazañas en el pasado reciente. Por alguna de estas acciones, Castro llamó Tigre de Papel al que hoy reconoce poderoso hermano. Y mientras resalta el pacifismo de China socialista, se entusiasma al paso de unos cohetes intercontinentales capaces de alcanzar objetivos situados a 10 mil kilómetros.

No obstante es innegable que China ha cambiado. Aún enmarcada por una dictadura de partido único, la generación post maoísta ha dado un salto enorme. Zancada que se inició con la modalidad de cambios, estilo de perestroika a la china, iniciada por Den Xiao Ping, proceso que en Cuba apenas fue comentado. Por aquellos años la revista China Popular, junto a otras publicaciones de ese país, corrieron igual suerte que sus similares de la Unión Soviética y el campo socialista.

Desde hace años China derivó hacia un capitalismo de estado, exaltado por el mundo democrático, al considerarlo un paso renovador. Casi todos, Castro incluido, evitan tocar el tema de la explotación que sufre una gran parte de ese pueblo ordenado y disciplinado, al que se refieren de forma encomiástica, ni a las condiciones que imperan dentro de las puertas encristaladas, de ese socialismo singular. 

No obstante algunas voces comienzan a emitir su preocupación por las nuevas andanzas de este capitalismo con traje socialista, o viceversa. Las acusaciones, que circulan en el mundo noticioso y que tampoco deben ser ignoradas, provienen de África. En ese continente se verifica una percepción diferente sobre China.

La inquietud se produce por una avalancha desproporcionada de intercambios que provocó a varios especialistas de la Unión Africana catalogar la empresa como un “neo colonialismo a la china”. Así lo afirmó el director del departamento de Asuntos Económicos de la Unión Africana (UA), René N'Guetta Kouassi.

El desequilibrio comercial, según la queja africana, se refleja en la baja calidad de las mercancías que ellos reciben, comparado con el producto con el que pagan, moneda que se traduce como oro negro. El desbalance también se aprecia en el aporte mínimo, de apenas un 4%, que reciben los países africanos respecto al volumen que exportan hacia China, mayormente en barriles de crudo y otros recursos minerales.  

La otra cara de este comercio tipificado de neocolonial, es que los países beneficiados son aquellos que pueden ofrecer como garantía de intercambio el preciado combustible. Otro detalle negativo es que las ganancias generadas por la construcción de obras e instalaciones de tecnología china, van a parar a los bolsillos de los propios inversionistas, quienes suelen llevar sus técnicos y obreros para acometer las obras. Los chinos responden a estas quejas alegando que ellos cumplieron con la mayoría de los compromisos asumidos en el Primer Foro con África, entre cuyos acuerdos estaba la anulación de la deuda, la no ingerencia en los asuntos internos o evitar vínculos políticos con cualquier ayuda.

China, cual potencia económica y militar, no se diferencia a las que le acompañan en el estrecho ruedo de las super naciones a respetar. Pero a diferencia de la mayoría de su grupo, el gigante asiático mantiene un sistema que limita las libertades y derechos de los individuos que conviven bajo su dominio. Una realidad que tampoco debe ser desdeñada para dejar lugar a un entusiasmo que peque por ingenuidad, adulación o hipocresía.

 

 
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