Una fecha que merece ser celebrada con actos de aceptación  

Miguel Saludes  

MIAMI, Florida, noviembre, www.cubanet.org -El 20 de noviembre es una efeméride grande para Cuba. Los cubanos deberíamos destacarla de manera especial porque en ella nos llegó la persona de Félix Varela y Morales, el que impulsó a pensar en términos de libertad.  Pero por ironías del destino histórico, casuales o premeditadas, la fecha conmemorativa ha coincidido con hechos que niegan aquello que inspiró al gran pensador.  

El suceso más reciente ocurrió el pasado viernes 20, cuando un grupo de personas agredió al periodista Reinaldo Escobar en una esquina habanera. El esposo de Yoani Sánchez, reconocida bloguera cubana, acudía a una cita con la persona que agredió a Yoani recientemente. Escobar había retado a “duelo” verbal al supuesto agresor, al que identifica como un agente de la Seguridad del Estado. Las coincidencias se agrupan con cierta lógica. Una actividad cultural, tal vez en honor al onomástico vareliano, reunía decenas de jóvenes, convocados, como es de presumir, por la FEU; la FEEM y la UJC. El sitio escogido para esa actividad era el mismo en que tendría lugar el encuentro previsto.  

Nuevamente se repite el espectáculo denigrante de una turba que arremete a personas que piensan y se manifiestan de modo diferente a lo que establece la norma dominante. Triste y preocupante a la vez por la composición de los integrantes del bando agresor.
Estudiantes, de corta edad en su mayoría. Los Elpidios a los que Varela hubiese dirigido sus cartas esperanzadas.  

Hace varios años, también por estas jornadas de noviembre pero en 1991, una poetisa llamada María Elena Cruz Varela, y algunos de los que junto a ella se habían apartado de la cordura que sigue la mayoría, recibían el embate de una muchedumbre. Precisamente en la víspera del día 20 había sido puesta a toda marcha la maquinaria de terror de las brigadas de Respuesta Rápida. En aquella ocasión la modalidad represiva probó su efectividad durante tres días. Digno homenaje al que dicen nos enseñó a pensar.  

Creo que por más suerte que desgracia, pude ser testigo de la barbarie, que terminó arrastrándome en su vorágine destructora, junto a toda mi familia. Ello me permitió conocer en carne y espíritu propio l que significa enfrentar una masa alentada por los que están supuestos a defender el orden. Los más bajos sentimientos quedan desatados, permitiendo a ciertos individuos desahogar la maldad que llevan en su interior. El odio, la envidia, el deseo de limpiar una imagen sucia, la cobardía, la amoralidad, la falta de principios y valores cívicos, el deshonor, en fin todo lo malo que puede encerrar un corazón se libera en estos progroms anti humanos.  

Las consecuencias de quien los sufre son terribles. Marcan para siempre la vida de los protagonistas. Aunque los resultados son inversos. Los que son víctimas del ataque quedan signados por la liberación personal. Los atacantes terminan abrumados en la esclavitud. Los que alguna vez logran entender el error que cometieron, terminan por arrepentirse. Trabajo les cuesta sacarse el peso de la culpa que sienten por su contribución.

La tétrica saga se repite en igual fecha. En semanas previas aconteció con Vladimiro Roca, Marta Beatriz Roque y otros opositores, reunidos en casa del disidente socialdemócrata. Justo al celebrase el natalicio de Varela, la furia se vuelca contra Reynaldo Escobar.  

No obstante existen algunas pequeñas diferencias en la edición del 2009. También el hecho represivo llega con un mensaje incluido. Tanto en la casa de Vladimiro como en los sucesos ocurridos en plena calle del Vedado, la policía política fungió en el rol de protectores de los agredidos. Las fotos publicadas por la prensa, la misma cobertura dada al mitin contra Escobar, muestran una conmovedora imagen de ese escudo protector al que se refiera el periodista repudiado, y que reconoce le evitó mayores males.  

El mensaje es palpable en momentos en que el actual gobierno de Raúl Castro es urgido a respetar los derechos humanos y a poner en marcha un proceso de aperturas políticas y de libertades en la Isla. Es el pueblo quien no entiende, ni quiere saber, de cambios democráticos. Es el pueblo quien mantiene el discurso totalitario. El nombre de Fidel pasó a ser sustituido por el de su hermano en las arengas populares pidiendo que se le de duro a los yanquis. Se trata de la gente común, estudiantes, intelectuales, trabajadores, ancianos y niños, mujeres y hombres, los que desean que las cosas sigan como han estado desde hace cincuenta años. Los otros, los represores, tienen que proteger a esos desventurados que buscan promover la democracia.  

Denunciar la maldad de estos actos se hace imperativo. Hay que mostrarlos en toda su magnitud y significado, como lo que son, una estrategia represiva instrumentada por el gobierno y la policía política para desvirtuar la realidad.