No hay cabezas intocables para el poder totalitario

Miguel Saludes 
 
MIAMI, Florida, marzo, (www.cubanet.org) -La noticia cayó como un rayo. Para unos fue sorpresiva. Para otros significó un balde de agua fría. El primer grupo no contaba con este estrepitoso final para la carrera de Carlos Lage y Felipe Pérez Roque. La trayectoria de ambos no pudo evitar que fueran los principales descabezados en el reordenamiento realizado por Raúl Castro entre las filas del equipo gobernante. Otros contaban a Felipito y a Lage entre las personas de mayor confiabilidad dentro del gobierno castrista. Sin embargo en cuestión de horas se publicaron sus cartas de renuncia a todos los cargos ocupados, gesto equivalente a la aceptación de la muerte política por decreto. Al menos por el momento.  

La razón que motivó esta drástica despedida parece explicarse en una reflexión de Fidel Castro, donde sin mencionar nombres, especifica que dos de los desplazados habían sucumbido ante las mieles del poder. Tomar del manjar prohibido causó el mal de las ambiciones y las indignidades, para goce ilusorio de ciertos enemigos externos.  

Lo pone sin recato el dictador enfermo. A su juicio son muy pocos los que tienen derecho a probar el alimento sagrado. Este hay que merecerlo. Uno de los requisitos es haber estado en las lomas de la Sierra, mérito que a estas alturas corresponde a una reducida y envejecida tropa de revolucionarios. Pérez Roque no disparó un solo tiro en aquella refriega. Lage tampoco. El primero ni siquiera había nacido. Es la lección que debe sacar la generación de cubanos surgida después del 59 o a raíz de esa fecha.  

Felipe sí saltó mucho en las tribunas anti imperialistas entonando el estribillo “aquí el que no salte es yanqui.” Daba buenos brincos el futuro canciller para mostrar que él no era de esa estirpe. De ahí voló vertiginosamente llevándose en el arranque a uno de los más destacados personajes de la joven vanguardia fidelista. Roberto Robaina fue desplazado oportunamente por el propio Roque. Es curioso que casi todos los que alguna vez ocuparon cargos dirigentes en la Juventud Comunista o en la FEU terminaron cayendo del pedestal. El relevo no termina por concretarse. ¿Desconfianza de la vieja generación? ¿Esfuerzo para no perder el control ante los nuevos? 

Asegura el Comandante en su reflexión que nunca nombró a los depuestos. No es eso lo que apareció el 27 de mayo de 1999 en una nota del MINREX que hoy circula por Internet, como desmentido a la mala memoria del ex gobernante.  El siguiente fragmento forma parte de las razones aducidas en aquella época para avalar a Felipe Pérez Roque como representante de la diplomacia cubana. “A juicio del compañero Fidel, por la experiencia y los conocimientos que ha acumulado, su madurez, su integridad personal, su carácter, hábitos de estudio y análisis, búsqueda constante y procesamiento de la información requerida ante cada problema y su capacidad de elaborar y exponer criterios propios, a pesar de su edad, 34 años, es el cuadro idóneo para desempeñar esa tarea.” 

Carlos Lage era una figura más sombría. No despertaba sentimientos muy propiciatorios en favor ni en contra. No era odiado o temido. Demasiado sencillo en su apariencia personal. La gente comenzó a verlo como una carta prometedora entre los nuevos rostros de la Revolución. Algunos le adjetivaron como el Gorbachov del Caribe.

El mundo de lo especulativo recoge dos manifestaciones hechas por los dirigentes caídos en desgracia.  La referencia a un país con dos presidentes y la disposición de renunciar a la soberanía nacional en aras de una futura integración a la gran patria bolivariana auspiciada por Hugo Chávez, no debieron recibir calurosa acogida de parte de Raúl y muchos de sus generales cuando las escucharon respectivamente en los discursos de Felipe y Lage. Aquí existe una posible explicación a la salida abrupta por deslealtad. Y no precisamente por mostrar apego a los intereses capitalistas, como algunos afirman.

Las declaraciones de Jack Lang, emisario especial del presidente de Francia, después de su visita a la Isla a finales de febrero sugieren otra variante a la cuestión. El visitante declaró a radio Francia Internacional que Raúl Castro está preparándose con vista a una transición y a un diálogo eventual con la nueva administración norteamericana. El ex ministro afirma incluso que el General Castro está dispuesto a abordar todos los temas incluyendo el de los derechos humanos. Cuatro días después de estas declaraciones ocurrió la defenestración de los altos funcionarios cubanos. ¿Tuvieron ellos que ver en las impresiones del emisario? ¿Las conclusiones que este se llevó fueron fruto de un diálogo directo con el actual gobernante o con miembros cercanos de su equipo?   

Otra cuestión es si los rostros descolgados de la pared realmente resultan un obstáculo en la señal que a todas luces parece querer dar el raulismo. Los ajetreos entre La Habana y el exterior son cada vez más significativos. Una procesión de presidentes latinoamericanos, políticos de Europa y figuras destacadas de la Iglesia Católica, así como informes contra el embargo en el senado norteamericano, apuntan a la espera de un cambio que no necesariamente conlleva  a la salida democrática inmediata, pero sí hacia aperturas y flexibilizaciones. En ese escenario la participación de Pérez Roque no aportaba mucha credibilidad.