: Cuba: Honduras, reflejo de grietas mayores en la estructura democrática de la región 
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El libreto del drama hondureño y sus guionistas

 
Miguel Saludes  

MIAMI, Florida, julio, www.cubanet.org -La medida aplicada por el alto mando militar de Honduras contra el presidente Manuel Zelaya, se ha convertido en una peligrosa falla de la que están sacando buen partido los verdaderos enemigos de la democracia en el continente. El mandatario, acusado de querer violentar principios inamovibles de la Constitución hondureña, ha colocado a sus acusadores en la picota pública bajo el estigma de la ilegalidad. Teniendo como escenario el destierro al que fue obligado, con el apoyo de sus mentores y de una mayoría abrumadora de organismos internacionales, pasea su figura por el exterior, poniéndo en una situación difícil a los que asumieron el poder político tras su destitución.  

En la declaración hecha por el Coronel Herberth Bayardo Inestroza, asesor legal de las fuerzas armadas de la nación centroamericana, hay un reconocimiento del error cometido. Según las fuentes, el entrevistado calificó en sus propias palabras el acto de sacar a Manuel Zelaya del país como un delito. Las razones aludidas por el oficial ante los periodistas para justificar esa acción no soportan la lógica de una democracia sólida.

Según las declaraciones hechas por el jurista militar a dos medios de prensa (El Faro y el Miami Herald) las acciones del presidente electo hicieron temer que Honduras llegara a la misma situación en que se encuentra actualmente Venezuela bajo Chávez. Aunque la porfía de Zelaya en realizar la consulta popular fue el detonante que desencadenó la crisis, es evidente que se esperaba la mínima oportunidad para sacarle de circulación. Las intenciones similares de materializar el experimento puesto en marcha en otras naciones del área fue suficiente señal de la amenaza.  

El Coronel Bayardo defiende la decisión tomada por los militares pretextando que de esa manera se evitaron males mayores a la sociedad civil y hasta un derramamiento de sangre. Se refiere a las protestas de los partidarios del presidente depuesto. Tal vez era preferible arrostrar las consecuencias de una detención en regla, que pusiera a Manuel Zelaya a disposición de la justicia por ir en contra de la Ley. A pesar del alboroto que organizarían sus seguidores, el acompañamiento orquestal de los instrumentos del ALBA, y la acción de los cuerpos policiales para imponer el orden, las cosas hubieran sido diferentes.  

No pueden pasarse por alto algunos detalles de esta campaña en pro de la salud democrática en la vida política latinoamericana. La unanimidad con que ha sido rechazada la solución de golpe en Honduras merecería el mayor elogio si la fuerza desplegada para revocar dicha situación se ejerciera con la misma intensidad en otras situaciones de índole parecida. El empeño puesto en este caso particular pone al descubierto algunas de las grietas que amenazan la estructura democrática continental.  
La primera de ellas es la parcialización del sistema. Cuando Hugo Chávez recibió la investidura presidencial en Venezuela, sus primeras palabras al recibir el mandato fueron para declarar moribunda la Constitución que le había permitido ascender a la presidencia. Hubo muchas sonrisas pero pocos reclamos. Después el establecido presidente, fue sorteando los vericuetos, siempre por medio del voto en las urnas y calzado con discursos populistas, cambió principios claves de la Carta Magna para buscar la re elección infinita. Las protestas de los que no estaban de acuerdo, casi cinco millones de ciudadanos, no encontró respaldo de los que ahora apoyan la institucionalidad de la democracia en Honduras.  

La estrangulación de la libertad de opinión, como la que está siendo llevada a cabo en la Venezuela de Chávez, es otra rajadura grave que pone en riesgo la democracia, no solo en el país sudamericano. Las repercusiones de esa problemática se hacen sentir en los confines vecinos llevando el mensaje de una nueva saga de dictaduras bajo un matiz ideológico diferente. El silencio, o la complicidad, de los gobiernos y organismos regionales, como ha ocurrido con la OEA, contribuyen al irrespeto de estos autócratas electos y al temor que despierta su empuje, dada la impunidad en la que actúan y se reafirman.  

No solo se trata de la mordaza a la libertad de expresión. El miedo manifestado por los militares hondureños al uso de la fuerza por la repercusión negativa de su empleo, no hizo mella en Chávez. Aquel ordenó a las fuerzas policiales que utilizaran todos los recursos a su disposición para aplastar las protestas de los opositores. “Échenle gas del bueno.” fue la orden democrática que impartió a los uniformados, ante el silencio de la mayoría de gobiernos de la región. Como si fuera poco acaba de declarar que su país está en plena Revolución armada sin que ello provocara regional la menor reacción de los gobiernos el área.  

Otra abertura fatal es el estrabismo moral y político con que actúan muchos de los líderes políticos latinoamericanos. Recientemente la OEA, reunida precisamente en Honduras, levantó la sanción que pesaba sobre el gobierno de Cuba. El regreso de la Isla al seno de la organización solo depende de los que la gobiernan decida concretar el paso. La consideración para readmitir al régimen castrista no hace el menor énfasis en la ausencia de valores democráticos en ese país. Ni siquiera propone una solución inicial para normalizar la situación. El propio secretario general de la OEA alaba la figura del gobernante que durante 50 años ha hecho mofa de la democracia, imponiendo una férrea dictadura a los cubanos. En el colmo de la duplicidad, el señor Insulsa manifestó que la larga estancia de Castro en el poder es prueba de la legitimidad de su gobierno.  

¿Tenían razón para actuar como lo hicieron los militares hondureños? Defenderlos se torna difícil. Pero resulta igual de cuestionable la actitud de unos gobernantes, instituciones y organismos que por un lado enfatizan el llamado al orden institucional en un país mientras vuelven el rostro cuando se trata de lo que ocurre en otros casos. Con ello prestan un servicio pésimo a un sistema democrático en ciernes, que necesita ser fortalecido, pero que ellos contribuyen a debilitar con su actitud.    

 

 

 
 
 
 
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