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27 de febrero de 2009
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Galletazos cubanos

Tania Díaz Castro 

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - Habría que ser masoquista para alegrarse cada vez que se recibe mensualmente, a través de la libreta de racionamiento, un puñadito de galletas durísimas, sin sal y casi siempre pasadas de horno. Son las galletas socialistas de Cuba, hechas en la fábrica La Única, situada en la calle Santa Felicia, no. 15, Luyanó, Ciudad de La Habana.  

Verdaderos galletazos a la cara de cualquier cubano y muestra evidente del atraso industrial en que se sumió la isla a partir del castrismo, hace ya cincuenta años. 

Para disfrutar en Cuba de buenas galletas, ese producto universal y tan conocido, hecho con harina de trigo, mantequilla, huevos, de diferentes formas y tamaños, aunque casi siempre pequeñas, cocidas al horno y capaces de durar mucho tiempo sin que se alteren, hay que acudir a las galletas capitalistas provenientes de Argentina, Brasil, Colombia, Venezuela, Costa Rica, El Salvador y también, aunque en raras ocasiones, de Estados Unidos y Europa.  

Pero, para adquirirlas, deben tenerse cuc en los bolsillos, ese dinero equivalente a dólares, con el cual no le paga el Estado a los trabajadores cubanos. Un paquete de galletas fabricadas en Costa Rica, por ejemplo, marca Cuétara, con un total de 50 pequeñas unidades, tiene un valor de dos pesos cuc, equivalente al 17% del salario mensual promedio de Cuba. 

Pero no solamente son las galletas cubanas un producto de pésima calidad. El pan subsidiado que se distribuye a la población por la libreta de racionamiento es pésimo. No creo que sea intencional el problema; sencillamente es que bajo el socialismo puro no se pueden producir productos de buena calidad. O los obreros no trabajan a gusto, o a quienes supervisan el producto ya terminado no les interesa para nada la calidad.

En las tiendas recaudadoras de divisas, por ejemplo, no se venden ni galletas, ni ningún otro producto procedente de Corea del Norte, ese bastión del comunismo que, junto con Cuba, son los dos únicos fósiles políticos del mundo cerrados a cal y canto al libre mercado. 

Quizás en Cuba necesitemos otros cincuenta años de socialismo para lograr volver a hacer buenas galletas; en Corea del Norte, no sé. 

Lo cierto es que cuando recuerdo las galletas que comíamos los cubanos hace medio siglo, siento tanto dolor, como cuando el mensajero me trae cada mes las galletas castristas, tan duras, que ni mis pobres perros las pueden masticar.  
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