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24 de febrero de 2009
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La Venus de Ceballos

Víctor Manuel Domínguez, Sindical Press

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - Alta y flexible como un junco cargaba en el ardor de su piel todos los aromas de la primavera. De sus ojos nacía el  amarillento verdor con que se visten los naranjales de su natal Ceballos.

Pese a una infancia gris prendida en el azar de un juguete básico, el patio de gallinas, la carreta de bueyes que atravesaba surcos, veredas y matorrales para dejarla en el portal de la escuela, siempre soñó en grande. Quería ser como esas aeromozas que ayer aterrizaron en París, hoy dormirán en Hong Kong y mañana regresaban a Cuba desde Milán. De no ser posible, preferiría ser una de esas modelos que según la revista Vogue arrastran con sus tacones una fortuna de Brunei, un rascacielos de Manhattan, o un piso lamido por las olas del mar en Ibiza.

Pero nació en Ceballos, donde la tierra roja y los naranjales se funden con el cielo en un horizonte que termina en la escuela, el título colgado a una pared, los hijos, las reuniones, los chismes de pueblo chiquito, infierno grande, y a morir la vida.

No era obra de un Tiziano para mostrarse al mundo como la Venus de Urbino; ni de un Sandro Botticelli que la inmortalizara en El nacimiento de Venus, sino una de las cinco hijas de Emiliano Almaguer, tractorista de una granja estatal, más pobre que una rata, bebedor y pendenciero.

Sólo alcanzó a ser la Venus de Ceballos, la rubia esplendorosa que arrancaba el rubor a los arrieros, los cultivadores de cebollas, y a cuanto profesional mataba el tedio y la mediocridad besándola con los ojos entre los naranjales.

Se graduó de prostituta con título de honor e internamiento policial. En vez de aeromoza o modelo se convirtió en propiedad de un chulo que la hizo jinetera de moda (para extranjeros) en Ciudad de La Habana.

La notoriedad de sus ojos pasó del verde al negro en no pocas ocasiones apagada por el puño celoso de su dueño cuando la encontraba hablando con cubanos. Españoles, franceses, suizos y hasta busca sexos baratos de Seúl fueron arrancando uno a uno sus encantos. Ningún conocido la puede ver. Se esconde desde hace diez años. Hasta de sus padres.

Ajada como un papel estrujado entre las manos. Obesa, ronca y despintada sin el fino glamour  de una gorda de Fernando Botero, la Venus de Ceballos cuenta su historia.

Los que la conocieron en su esplendor dicen que sus palabras son como un canto de cisne. Pero aseguran, no brota del fondo de un lago o un estanque, sino desde las aguas negras de un solar donde jamás ha entrado el olor de los naranjales.

 

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