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24 de febrero de 2009
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Rebelión en el ingenio

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - ¿Cuántos de nuestros peloteros se librarán del yugo esta vez? ¿Cuáles entre ellos conseguirán escaparse durante la inminente celebración del II Clásico Mundial de Béisbol? Las interrogantes ruedan ya en las calles de La Habana. Y con las interrogantes saltan incluso las apuestas. Mientras, la selección de 28 atletas cubanos vuela rumbo a México para completar su preparación y luego jugar la ronda inicial del torneo, entre el 8 y el 12 de marzo.

México se ha convertido en una valla punto menos que infranqueable para esos paisanos a los que (con tan poco aprecio por el idioma) llamamos "desertores". Pero a nuestra vox populi no parece importarle demasiado. Sabe que últimamente hay rebelión en el ingenio productor de medallas deportivas, y sabe que los esclavos están siempre a la caza del menor descuido.

Por cierto, ahora que se habla tanto acerca del respeto a los derechos humanos en la Isla, sería bueno que los apologistas de la zurda mundial explicaran en qué apartado de los convenios de la ONU firmados por el régimen acomodan las palabras que sobre nuestros atletas "desertores" escribió Fidel Castro en el pasado mes de julio: "No permitamos jamás que los traidores visiten después el país para exhibir los lujos obtenidos con la infamia".

En tiempos de la esclavitud (la anterior) existieron en Cuba criaderos de esclavos. Algunos de los principales esclavistas de la Isla cayeron en la cuenta que resultaba menos riesgoso y más rentable producir sus siervos en áreas de los propios ingenios azucareros, en vez de importarlos desde África. Así que inauguraron aquellos dantescos centros de cría, donde eran alimentados y preparados con un cierto esmero, más o menos bajo los mismos presupuestos que rigen en los criaderos de las granjas avícolas o vacunas o porcinas, o en esas escuelas para criar deportistas que abundan hoy en nuestros predios.

Conste que la comparación no es peyorativa, ni traída por los pelos. Como tampoco se trata del único detalle revelador de analogías entre la obra de aquellos criadores de esclavos en el siglo XIX, y la de quienes, en el XX y XXI, han restringido aquí (aunque cacareando lo contrario) los amplios atributos humanos del negro, para aprovecharse únicamente de sus virtudes como campeones en el deporte. Y por si fuera poco, les exigen a cambio fidelidad absoluta y dependencia vitalicia ante aquel que los alimenta y los prepara.

Los patólogos criminalistas, aún más que los historiadores, sociólogos, politólogos, economistas, debieran dedicarle un estudio a tales analogías.

Y para empezar, no estaría mal que le pasen escrutinio al lenguaje utilizado por el criador en jefe cuando al referirse, hace poco, a cinco compatriotas boxeadores que (haciendo uso de su voluntad soberana) decidieron quedarse a vivir en otros países, escribió que esos países "nos arrebataron cinco medallas de oro seguras en el boxeo olímpico". No son personas, ni siquiera son servidores leales que un buen día se cansaron o desilusionaron. Son medallas.

Sobre el mismo tema escribió el criador en jefe que esos otros países, y en especial los Estados Unidos, están "robándonos cerebros, músculos y huesos". Habrá que agradecerle que reconozca que el organismo de sus esclavos lleva también cerebro, aunque no haya sido contemplado en sus planes.

Claro que ya lo dejó dicho el ilustre Augusto Monterroso cuando afirmó (con un enfoque de izquierda, por cierto) que el temor de ciertos dómines latinoamericanos en cuanto a que las potencias se llevan nuestros cerebros "resulta vagamente paranoico, pues la verdad es que no contamos con muchos muy buenos".

De cualquier modo, a los patólogos que se encarguen de confrontar similitudes entre los criaderos de esclavos de antes y los de ahora, puede resultarles reveladora la casi total ausencia histórica de negros en centros como la llamada Escuela Lenin (Instituto Preuniversitario Vocacional de Ciencias Exactas Valdimir I. Lenin, IPVCE), de La Habana, en sospechoso contraste con las plantillas de nuestras escuelas deportivas a todos los niveles.

Es un ejemplo entre un montón. Pero tal vez resulte suficiente para que la lógica más elemental formule interrogantes. Y más dentro de un país en el que (en números conservadores) la mitad de los habitantes son descendientes de africanos, por más que los censos oficiales no corroboren lo que ven los ojos.

¿Por qué será que luego de medio siglo de poder totalitario, en nuestros medios científicos, intelectuales y políticos, los negros, por lo general, siguen siendo minoría? Habría que ser idiota para concluir que están peor dotados que los blancos para tales menesteres. Y más que idiota, habría que ser cínico para argumentar que son ellos mismos, por su mero gusto y voluntad libérrima, los que eligieron no ser científicos, intelectuales o políticos.

Claro que entre nosotros el estatus de esclavo no se limita al ámbito deportivo. Esclavos somos todos de una u otra manera. La diferencia ahora mismo parece radicar en que justamente es entre los deportistas donde se aprecia el brote de una resolución general por romper las cadenas. Tanto va el cántaro a la fuente hasta que termina tomándole el gusto y se queda en la fuente.

Hay rebelión en el ingenio. Y por más que patalee el criador en jefe, por mucho que aumente el régimen la presencia de sus rancheadores en las delegaciones que van a competir al extranjero, no le resultará fácil contenerla. Menos todavía lo conseguirán con arengas huecas que hablan de dignidad y de honor patrio pero, que en la concreta intentan imponer la obediencia ciega bajo el convencimiento, más ridículo hoy que en el siglo XIX, de que el esclavo es deudor del esclavista cuando en realidad siempre fue su garante.

No por gusto vuelven a rodar calle abajo las interrogantes en vísperas del II Clásico Mundial de Béisbol. Y eso que los nuevos acuerdos del gobierno mexicano con el régimen les ha puesto a México en China a nuestros posibles "desertores".

 

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