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19 de febrero de 2009

 

OPINIÓN DE LOS LECTORES
 

¿Zancadilla o plan? 

Miguel Cabrera Peña 

SANTIAGO DE CHILE,  febrero, (www.cubanet.org) -A primera vista, los artículos publicados por Fidel Castro en el contexto de la visita de la presidenta Michelle Bachelet a Cuba parecen una zancadilla del astuto ex mandatario. Una acción salida del calor, del carácter del político isleño. Quizá, sin embargo, fue un poco más. Quizá fue una estrategia, fruto de una meditación bastante extensa.  

Aunque pudiera especularse sobre un ramillete de razones periféricas, a nuestro ver existe una fundamental, inesquivable.  

Como se sabe, pocos días antes de la visita de Bachelet a Cuba comenzó en Ginebra el foro del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, donde Cuba expuso su informe. ¿Qué sucedió allí? 

De acuerdo con José Miguel Vivanco, director para América de Human Rights Watch, Chile fue el único país latinoamericano (junto con México) que tuvo una actitud firme y consecuente contra la violación de los derechos humanos en la Isla. 

Vivanco recordaba, precisamente ante el escándalo que provocaron en Chile los artículos de Castro en Cubadebate, los puntos que abordó el representante de La Moneda en dicho Consejo:  

1.- Cuba debe implementar instrumentos de derechos humanos.

2.- Debe asegurar la independencia del poder judicial.

3.-Debe dejar de usar los estados de emergencia constitucionales para recortar libertades.

4.- Debe proteger a los defensores de derechos humanos y a la disidencia y garantizar la libertad de expresión.

5.- Y debe garantizar la libertad de movimiento de los cubanos.

En medio de una inentendible política de divulgación de los sucesos de la cancillería chilena, su jefe, Alejandro Foxley, entregó algunos indicios sobre la actuación de su país que muy pocos conocían, a pesar de afirmar que la postura de Santiago en el Consejo estaba en la prensa internacional. 

En Honduras, escala previa a La Habana, Foxley aclaraba que la posición de Chile “no significa condena alguna”, pero añadía que  “una vez que uno firma un Pacto de Derechos Civiles y Políticos tiene que atenerse a lo que eso implica”:

La cercanía entre las sesiones del Consejo y la visita oficial a Cuba fue tal que Castro no tuvo tiempo de intentar una suspensión de la visita. Hubiera sido demasiado obvio.
Probablemente fue también deliberada la presión horaria a que sometió a Bachelet para la entrevista. Sin tal presión, no hubiéramos presenciado la humillante carrera de la presidenta, inocente aún frente a las trampas de la política. Tal vez creyó que su simpatía evidente por lo que significó Castro en contra de la dictadura pinochetista bastaba para impedir cualquier revancha. 

Se vengó de Bachelet 
Fueron las críticas de Chile en el Consejo y no otras zarandajas el motor de los artículos de Fidel Castro, mediante los cuales sabía que desataría una fiera controversia entre oficialismo y oposición en Chile, pues uno de los temas principales en el debate, antes y durante el viaje, había sido precisamente la inconveniencia de visitar a Cuba. 

Otra idea muy discutida estribó en visitarla sin entrevistarse con la otra parte del mundo político de la isla caribeña: la oposición, a la que se le suele llamar disidencia.   

Castro no sólo se vengó de Bachelet con su primer texto, sino que cerró con un tema candente cualquier intento de poner en primer plano los derechos humanos. Recuérdese que él se opuso a la decisión de Raúl de suscribir el Pacto de Derechos Civiles y Políticos de la ONU. 

Si alguna duda cupo en el ánimo de Castro, se esfumó cuando los congresistas chilenos que acompañaban a Bachelet cuestionaron a sus pares cubanos, encabezados en la cita por Ricardo Alarcón.

No sólo preguntaron por los derechos humanos, sino sobre el porqué en 2003 La Habana no había dado visa al diputado Patricio Walker, de la democracia cristiana. Walker había expresado su intención de ir a Cuba, junto al entonces diputado Exequiel Silva, para, entre otras actividades, dialogar con la oposición. La respuesta a esto último fue clásica: dar esas visas sería como si EEUU permitiera entrar en su territorio a quienes van a defender a musulmanes terroristas. 

En Chile, por cierto, se ha dicho que Walker está obsesionado con los derechos humanos en la Isla. Un día, la libertad en Cuba tendrá que rendir homenaje a la democracia cristiana, y en particular a Patricio Walker. Será un honor estar allí para aplaudirlos.  
Perjudicó a Bolivia 

Cuando escribió el primero de sus artículos, Castro no era ajeno a la sensibilidad que suscita en Chile, más allá de la política y los políticos, el tema del reclamo marítimo boliviano. Bolivia perdió la salida al mar luego que Chile, amenazado por vecinos a finales de la década del ochenta del siglo XIX, decidiera invadir al país altiplánico y a Perú. Incluso se hizo público un pacto secreto entre ambos estados para realizar acciones bélicas conjuntas contra Chile. Detrás del reclamo boliviano, que es justo, se encuentran el imaginario, la historia y el nacionalismo chileno.  

Como señaló el senador oficialista Jorge Pizarro, la intervención de Castro no favoreció a Evo Morales, sino que lo perjudicó en el sentido de las buenas relaciones establecidas entre La Paz y Santiago durante la gestión de Bachelet.  

Con Perú tiene Chile un disenso territorial en el Tribunal de la Haya.

Si Castro estaba consciente de que ponerse del lado de Bolivia, con Bachelet aún en territorio cubano, era una bomba, su superobjetivo radicaba en evitar que la posición austral en el Consejo tomara anchura  pública.  

Por otra parte, el ataque de Castro contra el partido Unión Democrática Independiente fue en general injusto, determinado en primer lugar por un orden generacional. Aparte de sus imprecisiones en materia de historia, Castro intentó encubrir con este artículo las denuncias, críticas y condenas provenientes del oficialismo chileno, integrado por cuatro organizaciones que, con sus diferencias, se consideran de centro izquierda y están todas en contra del embargo. A esta coalición pertenecía el grueso de la delegación chilena. 

Dicho intento, sin embargo, fue vano. Tal vez, como anécdota, puede señalarse que hasta el líder del Partido Comunista Chileno, Guillermo Tellier, dejó abierta la suspicacia de que en la Isla se violan los derechos humanos. Recientemente afirmó que le habían dicho que en Cuba existían presos de conciencia, pero que eso se “comprobaría” en Ginebra, indicó.

 

REVISTA CUBANET
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