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18 de febrero de 2009
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El miedo llama dos veces

Rafael Ferro Salas

PINAR DEL RÍO, Cuba, febrero (www.cuba.net.org) - Vuelven los días del miedo. Los pueblos parecen en estado de sitio. Proliferan los operativos policiales, sin horario fijo. Dicen que se trata de mantener el orden.  

La inconformidad ciudadana se manifiesta a media voz, en privado. La familia cubana vive como si esperara un vendaval terrible. Los padres temen por sus hijos, porque a la vuelta de la esquina siempre hay un problema esperando. Reinan la escasez y las prohibiciones. Lo vital va de la mano con lo prohibido. La gente busca soluciones de escape y terminan atrapadas en las redes del control estricto. 

Los operativos de la policía no dan con el modo de poner las cosas en su lugar. A más registros y controles, más robos y desvíos de recursos, casi siempre por parte de los que dirigen y administran. 

Para nadie es un secreto que la corrupción viene de arriba, los policías no llegan a esas alturas y el desquite es con los de abajo. En una calle cualquiera un hombre o una mujer contra la pared esperando la requisa, es la realidad a que nos enfrentamos.  

Los fiscales y jueces no dan abasto y se sienten satisfechos mientras no les toque condenar a los suyos. No hay trabajo y sí mucha represión contra los que no lo encuentran. En medio de ese mecanismo diabólico de desesperanza se debaten los jóvenes que, sin alternativas de ningún tipo, se entregan a las ilegalidades.  

Ya Cuba no se estanca, ahora va en retroceso, algo mucho peor, que embrutece a sus ciudadanos. Prisioneros en la burbuja de la desinformación los cubanos no saben de otra vida más allá de la que malviven, dejamos de ser parte del mundo hace medio siglo. 
“Lo que tienen con nosotros es un abuso. Los cubanos somos menos que animales. A cada paso que uno da hay un policía amenazando y provocando. Los jóvenes no tenemos vida en este país, sólo viven los hijos de los que mandan. Lo único que queda para nosotros es la bebida barata” –dijo a este reportero Surandy Ravelo, de 29 años, y desocupado. 

Los días de calma son como la gota de miel en los labios, duran poco y son escasos. Abundan incertidumbre y el desamparo. Los cubanos esperan tras la puerta al visitante indeseable, porque aquí el miedo siempre llama dos veces.

 

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