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12 de febrero de 2009
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Dijo el perro al hueso

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - Hace unos días el presidente de la Asamblea Nacional de Cuba declaró que para cambiar a Estados Unidos, Obama deberá hacerlo con el pueblo norteamericano o no podrá hacerlo. Es un consejo sustancioso. No por sabio sino porque se afinca en una vasta experiencia de cincuenta años, durante los cuales nuestro régimen ha explorado todas las formas posibles de cambiar al país, siempre para peor, llevando al pueblo por delante, aunque como rehén.

De cualquier manera, y como nunca es tarde, tal vez el titular del parlamento cubano esté a tiempo aún de aplicarse su propio consejo, no ya para ayudar a que el país siga cambiando según los dogmas del régimen, sino para que cambien los dogmas, y para que sea, por una vez al menos, con el pueblo.

Por no pedirle demasiado, bastaría, de momento, con que la Asamblea Nacional, máxima instancia de eso que llamamos aquí los "poderes populares", eleve al trono del poder verdadero, mediante acuerdos concretos, un deseo que amasa el pueblo entre sus últimas esperanzas para escapar del laberinto en que vive. Hablo de la pequeña empresa privada.
Además, se trata de uno de los derechos más elementales del ser humano: la libertad de buscarse el sustento a través de su propia iniciativa y talento, sin leyes que lo esclavicen ni represalias que le impidan el desarrollo de sus expectativas ante el progreso.

No es todo lo que necesitamos que haga, pero para un primer intento de aliviar el caos que asfixia a nuestro país, la Asamblea Nacional podría proponerse este cambio, aplicando, desde luego, la premisa de su presidente: o lo hace con el pueblo o jamás podrá hacerlo.

Cuenta a su favor el hecho de que todo el mundo le apoyará sin titubeos, pues la ampliación del trabajo por cuenta propia y el fomento de la pequeña empresa privada constituyen uno de esos muy escasos temas que los cubanos, en abrumadora mayoría, suscribimos y nos mostramos dispuestos a defender bajo concordia unánime.

La razón no hay que buscarla en la propaganda capitalista, sino en el sentido común, escarmentado por la ruina a que nos condujo medio siglo de centralismo estatal para las gestiones y la administración económica, e impelido por la lección que nos trajo el reducido grupo de gestores privados que en los últimos años aportaron lo básico para nuestra supervivencia, a pesar y casi siempre en contra de la voluntad del régimen.
La ocasión entonces se pinta sola para que el presidente de la Asamblea Nacional nos demuestre a los mal pensados que no le resulta más fácil brindarle su sabiduría al horizonte, que ponerla en práctica, en defensa del pueblo, aquí y ahora mismo, desde su cómoda butaca en el Parlamento.

Y conste que no dispone de otro medio siglo para hacerlo. O lo hace hoy, o tendrá que ser el pueblo quien termine diciéndole al Parlamento y al régimen lo que le dijo el perro al hueso: si tú estás duro, yo tengo tiempo.

 

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