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10 de febrero de 2009
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Diario Las AmericasDiario Las Americas
Publicado el 02-07-2009


Ironías y paradojas


Por Pablo Alfonso


La política, como la vida, tiene sus ironías y paradojas. Algo de esto
tiene que haber pensado el general presidente, Raúl Castro, durante su
visita a Rusia, que concluyó esta semana.
La paradoja o la ironía tiene que ver con la protesta que organizaron
miles de militantes del Partido Comunista de Rusia, que salieron a las
calles en diversas ciudades de Rusia, para protestar contra la política
económica del tándem Putín-Medvédev.
Imagino a Raúl Castro mientras compartía abrazos y firmaba acuerdos con
Medvédev en su despacho del Kremlin, al tiempo que en la Plaza Roja, los
manifestantes convocados por el Partido Comunista y otras agrupaciones
políticas, pedían el fin del gobierno y enarbolaban sus demandas.
No dudo que fue una singular experiencia para el general-presidente.
Imposible olvidar, en una situación semejante, que cuando visitó Moscú por
última vez, hace 25 años, las cosas eran muy diferentes.
Los que entonces disfrutaban del poder y se paseaban por los salones del
Kremlin, ahora estaban en medio de la Plaza, rodeados por la policía. El
actual secretario general del Partido Comunista, Guennadi Ziugánov,
arengaba a sus fieles con un encendido discurso denunciando la bancarrota
política del régimen.
Ironías y paradojas de la vida. ¿Qué habrá pasado por la cabeza del
general-presidente en esa circunstancia? ¿Cuál será la reflexión que le
provocó esta visión de sus otroras aliados del poder soviético,
protestando ahora en las calles, desde Moscú hasta Vladivostok?
Debe ser, por lo menos, incómodo eso de repartir elogios, sonrisas y
abrazos con los jefes de turno, acusados de “políticas capitalistas” y
antiobreras, mientras tus aliados de ayer, tus compañeros de ideología de
siempre, la “vanguardia de la clase trabajadora”, enfrenta en las calles
las gélidas temperaturas del invierno ruso, para denunciar al tándem
Putín-Medvédev.
Y no fue una tranquila jornada de protesta. El escritor Eduard Limónov,
líder del Partido Nacional Bolchevique, fue arrestado cuando intentaba
subirse a la estatua del poeta Vladimir Mayakovski, en el centro de Moscú.
Otro tanto le ocurrió a Román Dobrojótov, de la agrupación Nosotros, quien
fue condenado a cinco días de arresto por protestar frente a la sede del
gobierno. En Moscú fueron arrestadas 41 personas según el ministerio del
Interior.
Por cierto que, hablando del ministerio del Interior, vale la pena señalar
que el ex ministro cubano del Interior, Ramiro Valdés, acompañó a Raúl
Castro durante su gira por Rusia y Africa. No me refiero al siniestro
“Ramirito” pensando que las protestas de los comunistas rusos hayan
motivado en él ninguna reflexión política o filosófica. Como inveterado
policía, creo que el ex ministro del interior, tiene claro cual será su
destino.
Para algunos analistas suspicaces, quien no lo tiene muy claro es el
general-presidente. Por eso, se afirma, incluyó en su viaje a Ramirito, a
pesar de que entre ambas “figuras históricas de la Revolución” existen
viejas e incurables rencillas; de esas que surgen en los retorcidos
caminos de los conspiradores y revolucionarios profesionales. En resumen,
que no lo quiso dejar sólo en Cuba.
Para mi la gira de ambos personajes tiene otra lectura, muy alejada de
intrigas y conspiraciones hipotéticas. Más aún sugiere la ausencia de
intrigas y conspiraciones. Sobre todo cuando al viaje fuera de Cuba del
general-presidente y del comandante de la revolución, se le suma la visita
a Venezuela del segundo al mando, José Ramón Machado Ventura, para
festejar al presidente Hugo Chávez, en el décimo aniversario de su
“revolución bolivariana”.
Dicho de manera más clara y sencilla. Durante la pasada semana, las
principales figuras del gobierno, estaban viajando fuera de la isla. El
país se manejaba “con el piloto automático”. Todo tranquilo, todo sereno.
Contrario a quienes señalan signos de intranquilidad social en Cuba o
peligro de revueltas populares y tenebrosas conspiraciones militares que
pudieran descabezar al gobierno, las visitas oficiales de la pasada semana
evidencian todo lo contrario.
Nos guste o no, la realidad es que, a pesar de las calamidades económicas,
las pésimas políticas gubernamentales, la ausencia de libertades cívicas y
políticas, los cubanos no salen a protestar a las calles, no hay
revueltas. Usted puede escuchar de protestas públicas en Pekín o Moscú,
pero no en La Habana. Esa realidad quiere decir dos cosas. Uno: Los
cubanos en la isla todavía le otorgan cierta confianza política al
régimen. Dos: Los cubanos no protestan porque se han vuelto incapaces de
reclamar a cara descubierta sus derechos.
Cuba es un convento político. La dictadura descansa. Por supuesto que no
faltan opositores, pero sin duda, no hay una Oposición articulada con un
poder de convocatoria, que supere al miedo, al acoso y a la represión
policial. Eso es lo que demuestra la realidad.


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