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9 de febrero de 2009
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Cuando chifla el mono 

Oscar Mario González 

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - Los cubanos, con relación al clima, se dividen en calurosos y friolentos. Para los primeros, los que siempre se quejan del calor, la presente temporada invernal les ha dado por la vena del gusto.   

Con la llegada del último frente frío el pasado 3 de febrero, suman veinte los que han afectado a nuestro país en la presente temporada, alcanzándose así el promedio histórico que, según el Instituto de Meteorología, oscila entre 18 y 20. Si tenemos en cuenta que apenas comienza febrero podemos esperar un invierno particularmente frío, como de hecho ya lo ha sido.

Las bajas temperaturas han obligado a la población a ponerse los empolvados abrigos. Cada cual ha sacado del armario todo cuanto tenía para calentarse. No faltan ancianos con sus chaquetas verde oliva de cuando estuvieron movilizados hace  más de 40 años. Otros usan los abrigos rusos de nylon, desteñidos, rotos y descosidos; comprados hace más de 3 décadas  cuando aún los sueldos alcanzaban para vestirse.

Pero el grave problema que nos presenta el frío no estriba tanto en la vestimenta, como en la alimentación. Un invierno como este exige, ante todo, un buen caldo de gallina o una sopa sustanciosa de ternilla, cuando menos. Con las cazuelas así, a poca carga, el frío se mete por los huesos desde la cervical hasta el huesito de la alegría; desde la coronilla hasta el metatarso.

Lo peor sería contraer una de esas gripes oportunistas que, aprovechándose de la debilidad corporal ocasionada por una alimentación deficiente, nos lanzan a la cama más muertos que vivos, dependientes del caldito de pastilla de pollo concentrado, alternado con mendrugos de los 80 gramos del pan que venden por la libreta de racionamiento.
               
Hasta ahora la temperatura mínima se registró en el poblado de Unión de Reyes, Matanzas, durante la madrugada del pasado 4 de febrero con un descenso del termómetro que llegó a los 7,2 grados. El record nacional de temperatura mínima, según el Instituto de Meteorología, es de 0,6 grados y fue establecido el 18 de febrero de l996 en el pueblo habanero de Bainoa. Por su parte, el doctor Leví Marrero en su Geografía de Cuba señala como mínima histórica la registrada en Rancho Boyeros, Ciudad de la Habana, de cero grado, durante una ola fría en 1939. De ambos records estamos aún algo distantes. Ojala no lleguemos a alcanzarlos.

Un poquito de frío no viene mal, luego de tantos meses de ardiente verano entre sofocones para coger la guagua y para todo lo demás. Unos meses de fresco son como un bálsamo tras el tormentoso efecto de julio y agosto, y en medio de una lucha sin tregua para seguir en el mundo de los vivos. Pero cuando chifla el mono y el frio se pone fuerte de verdad; cuando hay que bañarse con un cubo de agua tibia y con una latica de leche condensada, de chorrito a chorrito, y andar por la casa envueltos en la incomodidad del abrigo, entonces nuestra nostalgia por el invierno desparece.

 

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