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2 de febrero de 2009
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Soñar no cuesta

José Hugo Fernández

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - Hace unos días los toleteros del partido comunista y del contingente Blas Roca volvieron a frustrar en La Habana un humilde acto de homenaje a José Martí. Fue en el parque de Punta Brava, localidad perteneciente al municipio La Lisa.

Los organizadores del acto, cuatro o cinco opositores políticos de filiación pacífica –insisto, cuatro o cinco, no más-, tuvieron que desistir ante la aplastante carga que se les venía encima: cientos de militantes en despliegue de combate y amparados por las tropas paramilitares del Blas Roca que, según Radio Bemba, ocuparon una fábrica situada junto al parque, a la espera de la orden de ataque. Martí no cabría en su perplejidad ante tamaño abuso.

Porque no es cierto que la agresión física de cientos de personas contra una sola, o unas pocas, a través de mítines de repudio de que dispone y controla el régimen para frenar a sus opositores, haya desaparecido aquí en los últimos tiempos.

El sometimiento por la fuerza como política de estado es la trama con que se entretejen las dictaduras. Así que nadie podría demostrar que en Cuba han desaparecido o están por desaparecer los mítines de repudio mientras exista el régimen.

Además, tampoco resulta difícil constatarlo. Lo difícil sería que tal barbarie estuviera contemplada dentro del examen que en los próximos días realizará el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas en torno a nuestra isla.

Pero como soñar no cuesta nada, vale soñar que van a sorprendernos. De hecho, los voceros del régimen, con la asistencia de su ecoica internacional, empezaron ya a dar su lata sobre este evento de la ONU, que tendrá lugar el 5 de febrero. Y hasta califican de "abarcador" el informe oficial que se ha redactado para demostrar cómo se respetan aquí nuestro apurruñados derechos.

No ya en un informe abarcador, aún en el más elemental censo relacionado con violaciones a los derechos humanos resultaría un disparate omitir prácticas tan cavernarias como la de los mítines de repudio, o acciones tan macabras como las de las llamadas Brigadas de Respuesta Rápida, que organiza el régimen para imponer su política y para sofocar la oposición pacífica.

Se trata de instrumentos de tortura, mondos y lirondos. Y con amplitud de gamas. Van desde el atropello psicológico, que mantiene en permanente estrés a los opositores -al tiempo que amenaza e intimida a todo el resto de la población-, hasta la agresión física en circunstancias en que el agredido no cuenta siquiera con la menor posibilidad de evadirse o defenderse. Todavía más, representan un siniestro precedente en la formación de los niños, pues al no actuar en lo oscuro, como otras formas de tortura, sino en plena vía pública y a la luz del sol, se aplican también, premeditadamente, como enseñanza, en tanto alternativa ante la que no resta sino ser agresor o víctima.

Queda dicho. Como también queda extendida la sugerencia para que lo dicho sea rigurosamente confirmado, y queda la esperanza. Si el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas no condena tales métodos de tortura como una escandalosa violación, que para ellos no sea porque desconocen su existencia, ni para nosotros porque no soñamos en la víspera.

 

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