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2 de febrero de 2009
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Oficio en desgracia

Juan Carlos Linares Balmaseda

LA HABANA, Cuba, febrero (www.cubanet.org) - En septiembre de 2008 cayeron en desgracia los mensajeros que entregaban el pan a domicilio sin contar con la licencia estatal de trabajador por cuenta propia requerida para realizar este trabajo, cuyo otorgamiento había sido suspendido por el gobierno desde hace mucho tiempo.

Si bien la falta de licencia fue la  justificación esgrimida por las autoridades para imponer la nueva prohibición, todo indica que la misma en realidad se debe a que la mayoría de los mensajeros que ejercían este oficio estaba en edad laboral y el gobierno pretende así presionarlos para que trabajen para el Estado. Aunque se desconoce el verdadero motivo, lo importante es que la medida ha dejado sin trabajo a muchas personas y sin pan a buena  parte de la población.
 
Estos mensajeros eran personas que se buscaban el sustento honradamente, y no pueden catalogarse de holgazanes. Se levantaban temprano, empujaban sus carretones hasta las panaderías, los llenaban de pan y los repartían de puerta en puerta, satisfaciendo así una necesidad de la población.

El trámite para hacerse cliente del mensajero era simple. Nada más había que esperar a que pasara el repartidor en la mañana y solicitar el servicio. El mensajero se llevaba con él la cincuentona libreta de racionamiento para registrar la información del núcleo familiar en la panadería. A la mañana siguiente, devolvía la cartilla y ponía en manos de sus clientes el pan de cada día, a cambio de una módica mensualidad. Cubrían un área determinada y desempeñaban el servicio organizadamente.

Pero en Cuba el orden siempre tiene que venir decretado “de arriba”, nunca de la base. Ahora, para comer pan hay que ir a comprarlo personalmente a la panadería asignada. Así como leyó: en la panadería asignada, pues el consumidor no puede ni siquiera escoger la panadería que quiere. Tampoco podemos escoger la bodega, la carnicería o el punto de venta de leche. Para beneficio del lector foráneo, aclaro que lo de la leche es solamente si hay en la familia un menor de siete años, ya que nuestro gobierno, siempre tan preocupado por nuestra salud, decidió hace muchísimo tiempo que los cubanos mayores de siete años no debemos tomar leche.
 

Volviendo al tema del pan; sin el servicio de  los mensajeros, ahora declarados “ilegales”, muchos consumidores ya han dejado de comprar el pan subsidiado de la cuota. Pan que se queda en las panaderías para que otros lucren. Es entendible esta renuncia al pan, ya que para muchos la distancia entre la casa y la panadería “asignada” sobrepasa el kilómetro. Además, hay que hacer la cola para comprarlo y desandar el camino con un pan famélico y de malísima calidad entre las manos.  

El pan racionado vale cinco centavos en moneda nacional y se vende a razón de uno diario de 8 onzas por persona, desde mucho antes de que comenzara el llamado “período especial”, en la década del noventa.
 
Existían también otros repartidores que pasaban vendiendo pan a 10 pesos la flauta de a libra, y en 5 pesos una media flauta. Es un pan de mejor calidad, que se vende libremente. Ahora no hay alternativas.

Todavía se recuerda en la barriada de Luyanó al repartidor de aquella zona:

-¡Llegó tu pan de Concha y Luyanó, después no digas que no pasé, que no te avisé, vecino! 

 

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