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30 de enero de 2009
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Rumbo al mundial de béisbol 

Oscar Espinosa Chepe 

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - En marzo próximo se realizará el II Clásico Mundial de Béisbol con rondas eliminatorias en Ciudad México, Toronto, San Juan y Tokio, para luego proceder a una segunda etapa  en San Diego, con la final en el Dodger Stadium de Los Ángeles, el 23 de ese mes. 

Para Cuba, este evento tiene gran importancia por ser el béisbol una pasión nacional y sus equipos haber estado entre los primeros lugares mundiales.  En esta oportunidad participarán 16 países,  la mayoría del continente americano, pero también de Asia, Europa y un equipo de Sudáfrica. 

En La Habana ya se ha realizado una preselección integrada por 45 peloteros, con los cuales se integrará el equipo nacional de 28, incluidos 13 lanzadores. Lamentablemente, se repite la injusticia de no tomarse en cuenta a los deportistas que actualmente juegan en las Grandes Ligas y  circuitos de menos nivel en Estados Unidos y otros países. Esta práctica discriminatoria basada en motivos políticos debilita la potencialidad de la representación nacional frente a los equipos de todo el mundo, donde los conjuntos son conformados  sobre la base de los méritos deportivos, con el derecho a ser seleccionados tanto los jugadores de ligas internas como los contratados en el extranjero. 

En modo alguno se trata de negarles oportunidades a los peloteros del patio, quienes tienen todo el derecho de representar a Cuba, sino que se debe  dar igual opción a los compatriotas que juegan en el exterior. El mantenimiento de este injusto apartheid, que tanto daño ha hecho al deporte cubano, es aún más perjudicial en esta ocasión, teniendo en consideración la cantidad de muy buenos jugadores que se han marchado de la Isla en busca de oportunidades, reconocimiento y escapar del ambiente opresivo existente.

Resulta muy difícil comprender la actitud pasiva que frente a estos problemas tienen los organizadores del clásico, bien conocedores de esta lamentable violación de los derechos de un grupo, cada vez mayor, de talentosos jugadores cubanos, a quienes se impide representar a su país de origen en un evento de tal envergadura. 

Lógico sería que la selección cubana, tal como sucede en los demás países y no sólo en béisbol, se integrara con atletas por su rendimiento, dejando a un lado la política.  

El movimiento deportivo internacional tiene que tener en cuenta, además, cómo viven los deportistas en el interior de Cuba, al ser impedidos de viajar al exterior sin permiso oficial, lo cual les impide competir más ampliamente y mejorar la capacidad atlética, así como su nivel de vida. 

Al mismo tiempo, debe considerar la discriminación absoluta que afrontan los deportistas cubanos que logran salir al extranjero por vías ilegales -a veces con peligro para sus vidas- y sobre todos quienes son capturados en el intento, pues nunca más pueden integrar equipos nacionales de nivel alguno. Tal ha sido el vergonzoso caso del boxeador Guillermo Rigondeaux, campeón mundial y olímpico, que pierde su juventud y talento castigado de forma desproporcionada. 

Por otra parte, esa política absurda y obcecada del gobierno cubano impide el progreso del deporte, pues al impedir las visitas o el regreso de los atletas, limita el acceso de técnicas novedosas adquiridas por ellos en el exterior. Además, tiene inhumanas consecuencias, al provocar crueles separaciones familiares mediante un  destierro injusto.
Por supuesto también de esa forma se elimina la posibilidad de que lleguen sus ingresos que podrían invertir para propulsar la creación de puestos de trabajo y  contribuir al desarrollo del país.     

Los organismos del deporte internacional, a su vez, tienen que tomar medidas ante la flagrante violación de los derechos  de los atletas cubanos, ya sea los de los residentes dentro del país como los que viven en el exterior. 

 

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