Martí cumple años

Lucas Garve, Fundación por la Libertad de Expresión

LA HABANA, Cuba, enero (www.cubanet.org) - Este nuevo aniversario del natalicio de José Martí encierra resonancias diferentes  a los anteriores. La figura extraordinaria del Apóstol adquiere más relieve si contrastamos su visión de la América del Norte con  el momento que viven los Estados Unidos.

Haría falta reexaminar las Crónicas norteamericanas, los trabajos dedicados a Emerson, Thoreau, Whitman, y leerlo otra vez con ojos de esta época. Una relectura que dejara de lado la tendencia de confrontación y crítica hacia los Estados Unidos, que siempre asumen en Cuba los estudiosos a sueldo del Gobierno.

Encontraríamos en  las Crónicas de José Martí la admiración por el sueño de construir una nación mejor, pues el ideal martiano “Con todos y para el bien de todos”, tiene mucho que ver con el “sueño americano de oportunidades para todos”.

A 156 años de su nacimiento, la figura de Martí no se agota y merece ser reexaminada con una mirada desprovista de clientelismo político. Despojar de carteles y nominaciones a Martí lo revelaría como un civilista de primera línea.

A través de su pensamiento se respira el respeto a la civilidad.  Martí fue hijo del entorno urbano, vivió en grandes ciudades y concibió la República como un asunto de los ciudadanos que la poblarían.

De aquí la importancia que le concedió a la sociedad civil al proclamar la nación bajo la divisa “Con todos y para el bien de todos”.  Evidentemente, ese “todos” no es otra cosa que la palabra utilizada  para identificar el conjunto de redes de confianza y lazos de asociaciones profesionales que forman  el tejido de la sociedad civil.

Admirador de Lincoln, del cambio que vendría con el desarrollo tecnológico de la Modernidad en los EEUU de finales del siglo XIX, Martí recobra interés para los cubanos de la isla y los cubano-americanos de principios del siglo XXI por los caminos que deberemos recorrer juntos para salvarnos del desastre espiritual  y material como nación.

Recurrir a José Martí implica enseñarlo limpio del polvo y la paja con que la propaganda del régimen lo ha recubierto: incomprendido por su familia  y valorado por sus amigos devotos y sus discípulos atentos. Ese es el Martí que nos hace falta hoy, no el de mármol o papel.